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Sociedad

Camino de una tragedia irreversible

Entre derrumbes, corrosión y humedad, numerosas familias sufren el deterioro del fondo habitacional en la Isla.

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Una de las distracciones de los turistas que otean a diario los atractivos de la Habana Vieja es fotografiar, desde diversos ángulos, la fachada de uno de los edificios de la Plaza Vieja, el ubicado en el número 360 de la calle San Ignacio.

Podría pensarse que el interés viene dado por el valor arquitectónico o histórico del más antiguo de los inmuebles de la Plaza. Sin embargo, basta detenerse un rato a observar la dirección en que los lentes lanzan sus destellos para comprender que el mayor interés, sino el único, radica en la sensación que produce la imagen de la restaurada Plaza, donde parece que se dejó a propósito este edificio derruido para ilustrar el estado anterior del resto de los inmuebles que la bordean.

Esta Plaza que, debido a la cronología de las construcciones en La Habana a principios del siglo XVII, se conocía como Plaza Nueva en oposición a la de Armas, está ubicada en el área rectangular conformada por las calles San Ignacio, Mercaderes, Muralla y Teniente Rey.

El paralelogramo, devenido centro de acontecimientos históricos, comercio y pasatiempo, fue concebido para levantar a su alrededor viviendas de dos cuerpos, alto puntal y balcones de madera, con anchos portales y amplias galerías cerradas de persianas sobre las que figuraban arcos de cristales.

Estas viviendas conformaron el conjunto denominado Plaza Vieja, a partir de la construcción de otra más joven, la Plaza del Cristo. Gracias a la solidez de sus construcciones se ha podido conservar allí el estilo arquitectónico cubano del siglo XVIII.

Residencia entonces del Brigadier de los Reales Ejércitos y primer Prior del Real Consulado de La Habana, don Ignacio Montalvo y Ambulodi, conde de Casa Montalvo, el edificio fue adaptado para hotel a mediados del siglo XIX. Ello introdujo un cambio en la tipología usada en la Plaza Vieja al agregarse otro piso y proyectar el entresuelo hacia la fachada, casi con igual jerarquía que el piso superior.

Basta mencionar algunas de las personalidades que vivieron en el lugar para comprender su relevancia histórica. Además del conde de Casa Montalvo, se encuentra la casa del capitán general Laureano Torres de Ayala, marqués de Casa-Torres, quien mandó a construir la bella fuente que adornaba la plaza, cuya actual imitación, aislada del público por una enorme reja circular de hierro, parece responder a lo que denominó "Moderna Edad de Hierro en Cuba". La del regidor José Martín Félix de Arrate y Acosta, principal ideólogo de la oligarquía criolla a mediados del siglo XVII. La de Gabriel Beltrán de Santa Cruz y Aranda, conde de Jaruco, donde vivió su hija, la Condesa de Jaruco, y también donde nació su nieta, la Condesa de Merlín.


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