Actualizado: 09/05/2024 0:28
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Cuba

Sociedad

Camino de una tragedia irreversible

Entre derrumbes, corrosión y humedad, numerosas familias sufren el deterioro del fondo habitacional en la Isla.

Enviar Imprimir

Un problema de seguridad nacional

Para los cubanos, conocedores o no de la historia de la Plaza Vieja y del edificio de marras transformado en vivienda colectiva, y testigos del número de víctimas que han acarreado los derrumbes en la capital, la imagen del deterioro, la corrosión, la humedad y de los puntales que a duras penas lo sostienen, grabada en sus retinas, los mueve a compadecerse de sus coterráneos.

A pesar de su historia, San Ignacio 360 está amenazado por los derrumbes que como fantasmas recorren La Habana. La planta baja del inmueble, después de sufrir modificaciones a lo largo de su existencia, fue convertida en ferretería, la cual fue intervenida por el gobierno y convertida en almacén de una empresa estatal.

En febrero de 1977, un incendio provocado por el efecto del calor en las bengalas que allí se depositaban, destruyó las habitaciones de 11 de las familias que residían en el fondo y en los altos de la edificación, por lo que estas fueron reubicadas en la parte baja.

Uno de los 31 núcleos familiares que subsisten en el lugar, es el de una señora de 63 años que trabaja actualmente de custodio. Nacida en 1943 en la antigua residencia del Conde de Casa Montalvo, donde también vivieron y pagaron alquiler sus abuelos paternos y sus padres, con la de ella y su hermano, seguidas de los hijos y nietos, suman cinco las generaciones de su familia que han habitado el lugar, un hecho que se repite en otros hogares, que cuentan hasta seis generaciones.

Resultado del incendio y de los derrumbes parciales —hubo uno en el piso de arriba hace unos 8 ó 10 años y después otro en el fondo—, así como de la prolongada ausencia de mantenimiento, el estado del edificio es pésimo: las habitaciones del frente y casi todas las demás se mojan debido a filtraciones que han dañado el inmueble y también la salud de sus moradores, y el hedor de las fosas y tuberías albañales en mal estado hacen, en ocasiones, irrespirable el ambiente.

Por esas razones hay partes del edificio declaradas inhabitable-reparables, que significa reubicar a los ocupantes y someter el inmueble a una reparación capital.

La reubicación consiste en alojar a las familias en un albergue donde podrían pasar hasta el resto de sus vidas. Algunos de los perjudicados por los derrumbes fueron reubicados en las denominadas Casas Plásticas: albergues transitorios donde viven personas que llevan ya ocho años sin que se vislumbre solución. Esa razón explica la preferencia de los ocupantes de continuar viviendo en medio del peligro, entre la humedad y los puntales de madera colocados entre pisos y techos.

De unos 50, ahora quedan 31 familias: 12 en la planta baja, 10 en el primer piso, 8 en el segundo y 1 en el tercero, que suman unas 100 personas. A los afectados les han dicho, en diferentes momentos, que les iban a construir un edificio en San Ignacio y Lamparilla; o que los iban a mudar para Sol y Oficio, a un edificio de 24 apartamentos. Pero la realidad, como expresó lacónicamente uno de los afectados, "es que nos están engañando hace mucho tiempo".

Quienes llevan más años en el lugar, prefieren permanecer en la Habana Vieja, pues su vida, su historia y arraigo están allí. Consideran que una verdadera solución sería reparar el inmueble para hacerlo habitable, pues los turistas extranjeros prefieren el contacto con sus habitantes. Sería una buena decisión, que a diferencia de lo que ocurre en muchos lugares turísticos del mundo, en Cuba los añejos ocupantes puedan permanecer en sus inmuebles, como es el caso de los de San Ignacio 360.

El envejecimiento del fondo de viviendas, el deterioro por la falta de mantenimiento, los continuos derrumbes, el efecto de los huracanes y la disminuida capacidad constructiva del Estado, conforman un complejo cuadro que demanda un ritmo constructivo inalcanzado hasta ahora, como lo demuestran las cifras de los primeros meses del presente año.

Causa del éxodo masivo, de conflictos familiares, y fuente de desesperanza y descontento ciudadano, la vivienda, un problema de seguridad nacional, se agudiza en el tiempo y se generaliza en el espacio. Ante la falta de perspectiva y las afectaciones humanas, se impone la participación conjunta de autoridades, especialistas, instituciones y ciudadanos, impedidos hasta ahora de una real participación como sujetos activos. O el Estado promueve y respeta la autonomía y las libertades que propicien la participación paralela y subsidiaria de la ciudadanía y de la sociedad civil, o en su afán de control totalitario, la cultura, la historia, la arquitectura y la vida de sus ocupantes se transformará en una tragedia irreversible.


« Anterior12Siguiente »