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Corrupción

El caso Robinson

¿Por qué la defenestración política de un negro no genera tanta especulación como la de un blanco?

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Sin embargo, comparado con Juan Carlos Robinson, el de Robaina es un derrumbe "a sedal" si tenemos en cuenta la magnitud y el "peligro" de sus movidas, que presumiblemente mezclaban la política y la economía.

Y hay más: para el público en general, para cualquier ciudadano de Guanabacoa poco enterado de los asuntos del poder en Cuba, Robaina todavía es miembro del Buró Político: no hay información pública en sentido contrario. Un hombre que desató todas las especulaciones de la prensa y de ciertos círculos políticos sobre las posibilidades malogradas de los reformistas en Cuba. Todavía hay personas que hablan de él con nostalgia gorbachoviana.

¿Y el negro? "El negro no tiene na' caballero", como expresa una popular canción cubana: parece que a más folklore, menos sustancia en la raza.

El único enigma de nuestra cultura

La cuestión del negro continúa expresando el enigma de la cultura cubana y la zona de temor y desprecio que las élites rehuyen y manifiestan según sean las circunstancias. La estructura cultural y mental de esas élites —una parte de ella ni siquiera se toma este trabajo— ha cooptado exitosamente al negro, pero detrás de él quiere ver a un blanco convenientemente teñido para la ocasión postmoderna que vivimos y para mostrar las verdades de una retórica emancipatoria insuflada.

Robinson no escandaliza hacia arriba; como no escandaliza hacia abajo el hecho de que la policía en Cuba sólo parece existir porque existen muchos negros "molestando" la tranquilidad ciudadana y "malogrando" la clara visibilidad del gran proyecto revolucionario.

Enigma: acertijo sin descifrar, caja de Pandora que no puede abrirse, misterio al que se teme y no puede ser develado. Es penoso observar aquí cómo la preocupación intelectual por el único enigma de nuestra cultura —que en Cuba se cifra en el negro— genera una copiosa ética de opiniones, algunas lúcidas y la mayoría retóricas e insustanciales, pero una escasa ética de consecuencias que afronte los efectos de exponer al público y al poder el principal de los problemas que subyace tras nuestra inconclusión como proyecto nacional.

Un documental que ofrece una versión estética sobre la llamada Guerrita del 12, la única guerra de la que no se habla en Cuba —un país que se alimenta simbólicamente de las guerras—, es censurado por las élites aun cuando podría ser asimilado dentro del circuito de defensa revolucionaria.

Desde la sacarocracia cubana del siglo XIX hasta la aristocracia revolucionaria y los círculos democráticos del siglo XXI, el negro en Cuba constituye la pesada carga que —en términos generales— el hombre blanco de nuestras cúspides diversas, y en muchos casos divergentes, no sabe cómo llevar sobre sus hombros.

Robinson antiCrusoe, condenado por tráfico de influencias —otro delito-saco que podría tener a media élite en la cárcel—, no será la última prueba de la represión y el olvido.


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