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Sociología, Lewis, Castro

Historia del Proyecto Cuba (V)

Este trabajo aparecerá en varias partes

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“¡Nosotros no somos fascistas!”
Manuel Piñeiro “Barbarroja” (1970)[1]

La ordalía sobre el caso del Señor X

En este capítulo nos veremos obligados a utilizar el seudónimo Señor X cuando las fuentes utilizadas lo empleen, pero considero que debemos comenzar por decir que este seudónimo fue aplicado a Álvaro D. Ínsua, uno de los entrevistados directamente por Oscar Lewis y fue condenado a seis años de prisión[2] supuestamente por las informaciones que le suministró. Ínsua pasó al exilio en 1980 coincidiendo con la llegada de los cubanos por la vía del Mariel, y después de una breve estancia en Elizabeth, New Jersey, se estableció en Miami, integrándose al equipo periodístico de Radio Martí, murió a los 83 años en enero de 2019[3].

Ruth Lewis, en el Prólogo del libro Four Men: Living the Revolution – An Oral History of Contemporary Cuba[4] aborda las relaciones de Oscar Lewis con el Señor X y su familia y describe como el Señor X que había leído algunos libros de Lewis lo buscó para ofrecerle las historias de sus vidas, esta versión no coincide con la que en 1980 dio Ínsua en una entrevista que brindaremos más adelante.

A Lewis le habrá parecido de gran interés esta persona ya que era un profesional, especialista en estadísticas, y su familia estaba viviendo un conflicto ya que su hermana y su madre eran ardientes revolucionarias mientras que él y su esposa no compartían esas opiniones políticas. Lewis comenzó de inmediato a entrevistarlo, estaba a cuatro meses de que fuese expulsado de Cuba, pero él nada suponía en esos momentos y tampoco suponía que esas entrevistas serían un elemento más entre las razones para ello. Así en marzo de 1970 él comenzó a entrevistar a Álvaro D. Ínsua, la suerte estaba echada para este.

De acuerdo al relato de R. Lewis el Señor X fue el único entrevistado que mostró interés por el tema de la confidencialidad y su seguridad personal, ellos le explicaron el acuerdo a que habían llegado con Castro y que dicho acuerdo hasta ese momento se había venido cumpliendo cabalmente, esto debe haber tranquilizado al Señor X, pero R. Lewis agrega:

“Puede ser más exacto decir que su gran deseo de hablar con alguien lo hizo superar sus aprensiones…. A medida que avanzaron las entrevistas, el Señor X se mostraba cada vez más exaltado y vociferante.”[5]

Una breve digresión: Es fácil de entender la actitud de Ínsua, había sido detenido, entre otros miles, durante Girón, aunque no fue enjuiciado formalmente, a partir de ese momento vivió una especie de ostracismo, y su única forma de expresar su rechazo al régimen era la no participación en reuniones o convocatorias al “trabajo voluntario”, de pronto tenía la inesperada posibilidad de decir todo lo que pensaba y sus ideas serían conocidas, aunque anónimamente, en EEUU, país que admiraba, y en el resto del mundo, gracias a este académico americano, persona agradable y carismática que lograba un rápido rapport con sus entrevistados. De cierta forma era un escape del ostracismo, dejaba de ser un simple “gusano”.

R. Lewis continúa su relato:

“En varias ocasiones le dijimos que podría ser peligroso para él grabar la historia de su vida y que debería detenerse. Estuvo de acuerdo con el peligro, y aunque en general sospechaba y a menudo expresaba la creencia de que nuestra casa tenía micrófonos ocultos, insistió en continuar.”[6]

De lo anterior se puede deducir que las entrevistas se efectuaban en la residencia de los Lewis lo cual añadía un riesgo más ya que los mismo Lewis también sospechaban que la casa estaba bajo observación directa de la Seguridad. Era un ejemplo de temeridad tanto por Ínsua como por parte de los Lewis. Pero los Lewis podían tener la certeza que ningún daño físico podrían sufrir, no era el caso de Ínsua. Sin lugar a dudas de que lo que allí se conversaba iba directamente a los oídos de “Barbarroja” a las pocas horas.

Esto resultó aún más evidente ya que un personaje que R. Lewis menciona como amigo de Piñeiro se alarmó debido a que habiendo sido cuñado de Ínsua por unos cinco años, este conocía de algunos secretillos que era preferible que no saliesen a la luz y ejerció algún tipo de influencia para que se detuviese el proyecto de los Lewis[7]. R. Lewis habla de esta persona como un oficial de alto rango del gobierno, añadiendo que, en Cuba, la imagen de estas personas, héroes y líderes del partido y el gobierno deben mantenerse inmaculadas (untarnished).

Sin embargo hasta donde he podido averiguar este personaje, Jorge Puente Blanco[8], no se encuentra entre esa clase de personajes, y lo único que se puede suponer, si era cierta esa fuerte relación con Piñeiro, es que entonces era un miembro de alguna importancia dentro de las filas de la Seguridad cubana, y quizás era la persona encargada directamente por Piñeiro para ejercer la vigilancia sobre los Lewis, pero esto no es más que una suposición, sin muchos elementos en que afianzarse.

Existe otra lectura: El excuñado de Ínsua, se divorció de la hermana de la esposa de este por un asunto de faldas, quizás las informaciones brindada por Ínsua estaban referidas a este tema, no a secretos de Estado, asuntos de corrupción y similares[9]; y en estos “chismes” sobre infidelidades quedaban implicado los que sí eran personajes de importancia partidista o estatal.[10] Al parecer Lewis no mostró mucho interés por esos pecadillos y ello es lo que a Piñeiro le permite exonerarlo verbalmente de ser un agente de la CIA.

Pocos días después de la salida de Cuba de Oscar Lewis Ínsua fue detenido y Ruth Lewis expone que, al conocer del arresto, no señala como lo supieron, se sintieron muy afectados y personalmente responsables. Manifiesta que O. Lewis hizo esfuerzos para contactar a Castro con la esperanza de resolver la situación en la que había caído Ínsua. Según ella Oscar pensaba que Castro no tenía conocimiento de todo el asunto, pero que posteriormente, aunque no dice cuándo, aceptó que Castro lo conocía todo lo que había sucedido y el mismo había tomado la decisión política de cortar el proyecto.

Esta última afirmación entra en franca contradicción con lo que Lewis le comunicó, mediante una carta, a Joseph Casagrande solo cuatro días antes de su muerte y que mencionamos en el capítulo anterior. ¿Cómo él pensaba retornar a Cuba a continuar la investigación si ya había aceptado que Castro era el que había decidido terminar con la misma? No tiene ningún sentido, o Ruth no conocía realmente el pensamiento de Oscar o simplemente no se está ajustando a la realidad.

Susan M. Rigdon[11], que participó con Ruth en la preparación de los tres libros que, con la firma de Oscar, Ruth, y ella, resumían los resultados que se habían salvados de la investigación, ha sido la crítica más incisiva de la actitud de Lewis con relación al caso del Señor X. Correctamente ella argumenta que si bien se habían efectuado entrevistas con personas que manifestaban críticas al régimen, el caso del Señor X era distinto:

“…la mayoría de estos críticos habían sido menos educados, menos acomodados, y sin contactos o conocimiento de primera mano de personas en o alrededor de los círculos superiores. Lewis parece no haber llevado a cabo su investigación con una comprensión total de los diferentes estándares de libertad de expresión en Cuba para los pobres y las clases medias.”[12]

De cierta forma este análisis apunta a un error metodológico en cuanto a quiénes y cómo efectuar las entrevistas, pero Rigdon va mucho más allá:

“Fue la única vez en la carrera de Lewis que fue realmente demasiado lejos en la búsqueda de sus intereses de investigación, no porque profundizara demasiado en las intimidades de las relaciones familiares o la personalidad, sino porque tenía una comprensión demasiado superficial de la mayoría de las características obvias de un gobierno autoritario.”[13]

Aquí la crítica va desde egoísmo al poner en peligro a un informante en aras de sus intereses investigativos a la actitud naïve de Lewis al ignorar las características del régimen castrista. De cierta forma, en descargo de Lewis, debo apuntar que él había recibido la aprobación y la promesa, de un jefe de Estado, de no tomar represalia con ningún participante cubano en la investigación y que tendría amplia libertad de entrevistar a cualquiera que hubiesen seleccionado en función de los objetivos propuestos; pero lo que al parecer Lewis no tuvo en cuenta es que Castro llevaba años haciendo promesas, no a un individuo y en privado, sino a millones de cubanos y públicamente.

Como concluye Rigdon: Lewis jugó y perdió en Cuba pero el mayor perdedor fue el Señor X y su familia.[14] Y la actitud de O. Lewis, y no solo de él[15], fue algo más que pasiva y complaciente, hubiese podido organizar una demanda pública por la libertad de Ínsua, pero o él confiaba resolver esta situación de una forma más discreta o temía que sus intentos de retomar la investigación en Cuba fracasasen si él iniciaba una apelación con amplia publicidad. Lo más probable es que fuesen las dos cosas a la vez.

A continuación, copio una entrevista que dio Ínsua a pocos meses de su llegada a EEUU, en la misma ajustamos algunos problemas ortográficos y gramaticales:

“Yo funcionaba como Jefe del Departamento de Estadísticas aplicado a las Ciencias Sociales de la Academia de Ciencias. Con la desinformación que existe en Cuba respecto a las Ciencias, al avance de las últimas noticias tecnológicas y científicas pues a cualquier científico o tecnólogo de alto nivel se le persigue si trata de tomar alguna que otra conversación o entrevista para estar informados de las cosas que pasan en el mundo.

Visitaba La Habana Oscar Lewis a quien yo conocía por referencia del libro Los Hijos de Sánchez que fue un éxito en el nivel antropológico. Él fue al Instituto a dar una conferencia a la que yo asistí, dijo que necesitaría un estadístico para ayudarlo en su trabajo. Dos o tres días más tarde lo llamé y me ofrecí espontáneamente a trabajar con él; creyó que yo le podía servir y situamos el problema a nivel profesional. Comienzo mi trabajo con él y de buenas a primeras me vi sentado ante una grabadora; me pidió permiso para estudiar a mi esposa y a ella para estudiar a su familia. De profesional pasé a sujeto.

Oscar fue un hombre de una sensibilidad extraordinaria y creo que él logró su meta; él logró su objetivo; pudo editar por lo menos en borrador una gran parte de nuestra historia que como él nos decía era la que más le interesaba por su contraste, o sea, quería entrevistar al pueblo con su composición sociológica, ideológica, política y económica; a favor y en contra. Admitía que no buscaba en mi familia teoría de la pobreza, porque éramos clase media, quería estudiar las actitudes de un profesional en Cuba y estaba absolutamente inmerso en esto cuando Roa lo llamó.

Anteriormente, cuando él le mostró a Castro sus inquietudes en cuanto a hacer su estudio libremente en Cuba, Fidel le dijo: “No se preocupe, aquí no va a pasar nada”; y efectivamente, no pasó absolutamente nada, sencillamente lo expulsaron, problema que en conclusión le cuesta a uno de sus colaboradores más estrechos su desarrollo técnico y su estabilidad”.

Yo me dediqué toda la vida a mis estudios; de buenas a primeras me vi preso y llegué al convencimiento de que el único país en que una persona decente puede estar presa es Cuba bajo el comunismo.”[16]

Es evidente que Ínsua no guardaba ningún resentimiento hacia Lewis, pero sí una comprensible amargura por los años que estuvo en prisión por una “razón” que solamente puede existir un país totalitario que no era fascista como dijo “Barbarroja”, era otra cosa.


[1] Respuesta de Piñeiro cuando en la entrevista final con los Lewis, el sábado 27 de junio de 1970, estos le trasmitieron su preocupación sobre el destino de los informantes en la investigación, en particular la del Señor X. En: Oscar Lewis, Ruth M. Lewis, Susan M. Rigdon. Four Men: Living the Revolution – An Oral History of Contemporary Cuba, University of Illinois Press, 1977, pág. XXI.

[2] De acuerdo a la información que Maida Donate le dio a Lillian Guerra varios informantes fueron enviado a prisión, lo cual contrasta con el hecho que la despreciable y corrupta Ana Lei, seudónimo de Amparo Loy Hierro, no solo se le permitiese continuar con sus actividades, sino que Jorge Calderón González ganase un premio por la biografía de tan abyecto personaje. Ver: Lillian Guerra. “Former Slum Dwellers, the Communist Youth, and the Lewis Project in Cuba, 1969–1971”. Cuban Studies, vol. 43, 2015, p. 83.

[3] Llama la atención lo escueta de la nota necrológica que Radio Martí publicó, siendo Ínsua uno de sus fundadores.

[4] Oscar Lewis, Ruth M. Lewis, Susan M. Rigdon. Four Men: Living the Revolution – An Oral History of Contemporary Cuba, University of Illinois Press, 1977. Págs. XVIII-XIX y XXII.

[5]“It may be more accurate to say that his great desire to talk to someone over his apprehensions… As the interviews progressed, Mr. X became increasingly excited and vociferous”.

[6]“At various times we said it might be dangerous for him to record his life story and he should stop. He agreed about the danger, and although he was generally suspicious and often expressed the belief that our house was bugged, he insisted on continuing.” Op. cit. pág. XIX.

[7] La relación de Ínsua con este personaje me fue develada por Rolando Alum en una conversación telefónica el 28 de noviembre de 2019.

[8] Jorge Puente Blanco era hermano de José Puente Blanco que era el presidente de la FEU en 1959 y prontamente se exiló desarrollando una intensa labor en contra del régimen castrista. Jorge en algún momento se radicó en Panamá donde murió a mediados de 2019, escribió artículos en varios periódicos digitales en defensa del castrismo y otros regímenes de izquierda.

[9] La posición que ocupaba Ínsua en la Academia de Ciencia no le permitiría acceso a ninguna información relevante acerca de altos funcionarios ello solo se habrá podido derivar de las causales del divorcio de su excuñado o posiblemente de conversaciones en la que el ego machista de Puente Blanco lo llevase a compartir con él sobre estos escabrosos asuntos. No eran secretos de Estado sino secretillos de alcoba.

[10] Ver: John Womack Jr. “An American in Cuba”. The New York Review of Books. August 4, 1977 Issue

[11] Susan M. Rigdon, The Culture Facade: Art, Science and Politics in the Work of Oscar Lewis, Champaign, Illinois: University of Illinois Press, 1988.

[12]“…most of these critics had been less educated, less well off, and without contacts among, or firsthand knowledge of, people in or around the higher circles. Lewis appears not to have conducted his research with a full understanding of Cuba's different standards of freedom of expression for the poor and middle classes” Op. Cit. pág. 168.

[13]“It was the one time in Lewis's field career when he really went too far in pursuing his research interests, not because he delved too deeply into the intimacies of family relationships or personality, but because he had a too shallow understanding of the most obvious features of an authoritarian government.” Op. Cit. págs. 168-169.

[14] Rigdon señala que Ruth de alguna forma facilitó la salida de los Ínsua de Cuba por medio de una carta dirigida al Departamento de Estado en la que invocaba los acuerdos Castro-Carter para la liberación de los presos políticos, también señala que ella junto a Ruth visitaron a los Ínsuas en Miami, pero de acuerdo a la información que me suministró Rolando Alum por vía telefónica [12/5/2019] la visita fue de cortesía y bastante superficial a pesar de la situación precaria en que se encontraba la familia Ínsua.

[15] Roland Armando Alum. “The Cuban Culture of Poverty Conundrum”. En: Panoramas University of Pittsburgh 14 de febrero 2015.: Nota 7 “No conozco ninguna luminaria extranjera u organización profesional/académica que protestase en nombre de los Ínsuas o que les echaran una mano.” “I am unaware of any foreign luminary or professional/academic organization protesting in the Ínsuas’ behalf, or lending them a hand.”

[16]Abdala (Tabloide) No.75 - diciembre de 1981, pág. 5.


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