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Sociología, Lewis, Castro

Historia del Proyecto Cuba (III)

Este trabajo aparecerá en varias partes

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“Sobre la base de mi limitada experiencia en
un país socialista —Cuba— y de mis lecturas,
me siento inclinado a creer que la cultura de
la pobreza no existe en los países socialistas.”
Oscar Lewis (1966)[1]

Prolegómenos a la investigación

En febrero de 1968 Oscar Lewis llegó a Cuba por dos semanas, invitado por Rolando Rodríguez García[2], director del Instituto Cubano del Libro, con la excusa de la publicación del libro de Lewis Tepoztlan. Un pueblo de México. Era una edición “pirata” de la versión española de la editorial Joaquín Mortiz publicada ese mismo año, para ello Rodríguez había ganado gran experiencia en Ediciones R. ¿Estaba entre las atribuciones de un funcionario de segunda categoría, que recién había ingresado al partido comunista, el cursar esa invitación?

Mi respuesta es no. La invitación vino directamente de Castro, Rodríguez fue simplemente su mensajero. ¿Cuál era el interés de Castro en que Lewis desarrollara una investigación en Cuba? En mi criterio era la de dar una imagen de independencia con relación al Kremlin[3], imagen que se vería particularmente afectada cuando refrendó públicamente la justeza de la invasión del Pacto de Varsovia a Checoslovaquia. Lewis se convertía así en un inadvertido peón de la estrategia castrista para demostrar su no alineamiento, estrategia que se había debilitado cuando atacó la teoría de los dos imperialismos —el capitalista y el soviético— en la conferencia de los Países No Alineados de Argel en 1973. El objetivo final sería lograr la presidencia de esa organización lo cual alcanzaría en 1979.[4]

La clave de esto se la dio Castro a Lewis cuando le afirmó que Cuba era el único país socialista que podría autorizar la realización de una investigación a un antropólogo norteamericano[5]; sin agregar que era sobre un aspecto muy sensible el estudio de los sectores más pobres de la sociedad, dado el tema en sí mismo, más el rechazo de los círculos académicos y políticos a las investigaciones sociológica o antropológicas, en los países bajo la esfera soviética, por considerarlos instrumentos ideológicos de la burguesía. Y en esto aceptemos que Castro no estaba equivocado.

En las esferas gubernamentales Lewis encontró algunos simpatizantes con el proyecto como el Dr. René Vallejo, médico personal de Castro; Armando Hart, miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba; Haydee Santamaría, presidenta de la Casa de las Américas; Dr. Antonio Núñez Jiménez, presidente de la Comisión Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba; José Llanusa, ministro de Educación; Argeliers León, director del Instituto de Etnología y Folklore de la Academia de Ciencias, pero con la experiencia mexicana e incluso la portorriqueña consideró que solamente podría emprender la investigación con alguna seguranza si la invitación y autorización venían directamente de Castro no a través de ningún funcionario e insistió en la necesidad de una entrevista con él.

La reunión con Castro se produjo un día antes de su regreso a EEUU, Castro sometió a los Lewis al mismo tratamiento que acostumbraba dar tanto a los intelectuales visitantes como a algún que otro dignatario o personalidad[6], de acuerdo a la versión que brinda la viuda de Oscar, Ruth Lewis, en el Prólogo del libro Four Men: Living the Revolution – An Oral History of Contemporary Cuba[7]. El encuentro se inició temprano en la mañana y los Lewis ocuparon un jeep junto a Castro, ese jeep iba acompañado por otros dos que formaban la escolta, e iniciaron un recorrido por la “gran finca de Castro”, mostrándoles granjas avícolas, ganaderas y agrícolas, donde él había desarrollado sus grandes y novedosas ideas que abarcaban todos y cualquier campo de la ciencia y la técnica.

Al anochecer los jeeps se detuvieron frente a una casa de madera de pino donde se unieron a la comitiva Rolando Rodríguez García, director del Instituto del Libro, ya mencionado, René Vallejo, y José Llanusa, después de cenar, comenzaron las conversaciones alrededor de la obra de Lewis y su proyecto. Lewis llevaba dos ases escondidos bajo la manga. Castro brindó evidencias de que conocía la obra del antropólogo y llegó a decir que Los Hijos de Sánchez valía más que 50.000 panfletos políticos. Lewis había aprovechado su breve estancia en México, en su viaje hacia Cuba, para entrevistar a uno de los hijos de Sánchez y tomar su opinión sobre Castro.

Lewis hábilmente jugó esa carta y reprodujo la grabación, esto visiblemente emocionó al dictador[8], fue una excelente jugada. La siguiente carta jugada sería la de expresar la idea, ya que nunca se explicitó como una hipótesis de trabajo, de que en una sociedad socialista la cultura (o subcultura) de la pobreza desaparecería al desaparecer la pobreza extrema. Castro entonces le dijo: “¿Por qué no vienes y haces investigación como ésa aquí en nuestro país?”. “Oh, sí, debes venir. Cuba es diferente. No te daremos los malos ratos que los mexicanos te hicieron pasar. Éste es un país socialista y lo único que nos preocupa es que hagas un trabajo honrado”. Dijo que Cuba no tenía ni el tiempo ni el personal para hacer ese estudio y que él estaba convencido de que Oscar haría un trabajo honrado.[9]

Finalmente, Lewis dijo que le gustaría llevar a cabo el proyecto de investigación siempre que se le garantizasen algunas condiciones básicas. Éstas eran, en resumen: 1) libertad de investigación, esto es, el derecho de decidir qué y a quién estudiar, sin censura ni intervención del gobierno, incluyendo el derecho de llevar fuera de Cuba las entrevistas grabadas, los manuscritos y otros materiales sin que los leyesen o inspeccionasen; 2) la seguridad de que el gobierno no tomaría represalias ni castigaría a ningún sujeto por cooperar con el estudio, y un reconocimiento de la necesidad de mantener su anonimato; 3) el permiso para traer el equipo y el material necesario y un personal no cubano para ayudar a mantener la confidencialidad y la independencia. Con este fin, el proyecto pagaría por la comida y la renta.[10]

Castro aceptó todo, pero pareció haber sido tomado con la guardia baja por estas condiciones. Lewis había ganado la mano, pero a la larga perdería la partida. Castro preguntó a Oscar si podría entrenar a un grupo de cubanos en sus métodos de investigación, naturalmente Lewis aceptó siempre que el grupo fuese reducido, él esperaba que fuesen dos o tres, en realidad fueron diez.

Con el acuerdo verbal concluido, del cual fueron testigo por la parte cubana Vallejo, Llanusa y Rodríguez[11], los Lewis regresaron a EEUU, tenían por delante múltiples tareas: conseguir los fondos necesarios para el Proyecto Cuba, preparar los cuestionarios a aplicar y buscar y seleccionar el personal que debía acompañarlos para garantizar el trabajo en Cuba, y especialmente obtener la aprobación del Departamento de Estado, la cual demoró bastante, para la ejecución del proyecto.

Conformó un equipo integrado además de él y su esposa Ruth, por una secretaria mecanógrafa, que era de Puerto Rico, y un total de siete asistentes, cuatro norteamericanos, un italiano y dos mexicanos, en Cuba se le uniría el equipo integrado por diez militantes de la Unión de Jóvenes Comunistas y posteriormente entraría en escena, como un importantísimo auxiliar en la investigación, Douglas Butterworth.

Al parecer la Fundación Ford accedió rápidamente a suministrar los fondos para el proyecto, a diferencia de 1960 cuando Lewis solicitud apoyo financiero para realizar una investigación en Cuba y le fue denegado, y le concedió la suma de $294.903,00 (equivalente en dólares actuales a 2.180.000,00) lo cual resultaba una cantidad más que considerable para un proyecto de investigación, pero tenía una condicional, los Lewis tendrían que abonar un 10 % de los costos de los trabajos de campo, finalmente los Lewis financiaron cerca de la tercera parte de los costos[12]. Es indudable que la Fundación Ford tenía un marcado interés de que se realizase una investigación antropológica en Cuba que abriría una ventana científicamente establecida por tanto de inmenso valor para el análisis de la realidad cubana.

El que fuese la Fundación Ford la que suministraría los fondos no resultó del agrado del gobierno cubano que había acusado a esa institución de ser una pantalla de la CIA para recoger información sensible en Latinoamérica, después de algunas negociaciones Lewis propuso que los fondos se le destinarían a la Universidad de Illinois y esta a su vez se los asignarían al proyecto, después de llegar a esta solución formal, el Dr. Vallejo telefoneó a Lewis dándole la aprobación.

La suerte estaba echada, casi exactamente un año después se iniciaría la fase investigativa del Proyecto Cuba. Lo que él no sabía en ese momento es que tendría un enemigo acérrimo, inteligente y muy poderoso el comandante Manuel Piñeiro (a) Barbarroja[13].


[1] Oscar Lewis. “La cultura de la pobreza”. En: revista Pensamiento Crítico, Habana, nº 7, agosto de 1967, pág. 60.

[2] A fines de 1965, Castro lo designó jefe del Plan Especial de Ediciones Revolucionarias y en 1967 fue nombrado presidente del Instituto Cubano del Libro (ICL).

[3] A una conclusión similar llega Maurice Halperin The Taming of Fidel Castro, University of California Press; 1st edition (1981) págs 145-146 cuando señala: “The Lewises, however, did not realize that the boast was typical of Fidel’s congenital urge to demonstrate his originality and courage, to defy precedent, to advance where lesser mortals feared to tread… to prove that he was not a mere imitator of the Russian model…” (“Sin embargo, los Lewis no se dieron cuenta de que esa jactancia era típica del impulso congénito de Fidel en demostrar su originalidad y coraje, desafiar el precedente, avanzar hacia donde los mortales más pequeños temían pisar... para demostrar que no era un simple imitador del modelo ruso…”).

[4] Lillian Guerra en su trabajo: “Former Slum Dwellers, the Communist Youth, and the Lewis Project in Cuba”, 1969–1971 Cuban Studies, vol. 43, 2015, p. 67-89. (2015) Supone que el objetivo de autorizar la investigación era el de “…aprovechar Ia obra de Oscar Lewis para vigilar y evaluar ideológicamente a los más empobrecidos e, irónicamente, menos políticamente activos y agradecidos ciudadanos, y también a los Lewis mismos”. Como si el régimen necesitase de Lewis para vigilar a la población de toda Cuba, por otra parte, comete el error de extender el proyecto hasta 1971 cuando él mismo terminó, Lewis murió en diciembre de ese año.

[5] Ver en el artículo anterior la carta a Harry E. Wilhelm de noviembre de 1968.

[6] Quizás a los primeros que Castro sometió a esa ordalía fueron Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir en 1960

[7] Oscar Lewis, Ruth M. Lewis, Susan M. Rigdon. Four Men: Living the Revolution – An Oral History of Contemporary Cuba, University of Illinois Press, 1977. Ver el relato de ese recorrido y de las vicisitudes del Proyecto en las págs. VII-XXV, en general nos atendremos a esa versión de primera mano.

[8] Maurice Halperin op. cit. pág. 143 “Oscar played the tape for Fidel, who was deeply moved.”

[9] Oscar Lewis, Ruth M. Lewis, Susan M. Rigdon, op. cit. pág. IX.

[10] Ibidem, pág. X.

[11] Vallejo murió pocos meses después; Llanusa pasó a dirigir un plan pecuario en 1970, falleció en julio del 2007 y Rolando Rodríguez tuvo una carrera en continuo ascenso en 1976 fue designado viceministro de Cultura y presidente del Consejo Editorial de ese ministerio, en 1981 pasó a la Secretaría del Consejo de Ministros.

[12] Susan M. Rigdon. The Culture Façade (Art, Science, and Politics in the Work of Oscar Lewis), University of Illinois Press, Urbana y Chicago, 1988, pág. 162.

[13] Manuel Piñeiro Losada era de una familia de clase media que en 1953 lo envió a estudiar en la Universidad de Columbia en Nueva York para alejarlo de las actividades en contra de la dictadura de Batista, sin embargo, el retornó a Cuba dos años después integrándose a la lucha clandestina hasta que se unió a las tropas del Ejército Rebelde donde alcanzó el grado de comandante y como tal desarrolló una labor de inteligencia. Esta labor la continuó después del triunfo del Ejército Rebelde hasta que a inicios de 1975 pasó a dirigir el Departamento Américas del Partido Comunista de Cuba cuya tarea era generar la subversión y la lucha guerrillera en Latinoamérica. En 1997 renunció a todos los cargos para dedicarse a escribir sobre la historia de la revolución y murió un año después en un accidente automovilístico, que quizás no fuese tan accidental.


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