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Sociedad

La 'piedad' dudosa

¿Por qué los líderes religiosos oran por la salud de Castro y no por las miles de personas afectadas por la epidemia de dengue?

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En nombre de Olokkún

No podía faltar en esta saga religiosa la presencia de los sacerdotes de los credos de origen africano (erróneamente llamados "afrocubanos", un término por completo disparatado en nuestro contexto, y agrupados en el lenguaje oficial como representantes de una también denominada inexactamente "religión afrocubana"), quienes invocaron a sus orishas "para ayudar a la recuperación del presidente Fidel Castro".

El sacerdote de Ifá, Víctor Betancourt manifestó sus deseos de realizar un tambor en la playa, incluyendo un sacrificio de animales, ceremonia ritual que invoca a Olokkún, a fin de garantizar todo lo más posible el restablecimiento de Castro. Curiosamente, Olokkún es una de las encarnaciones o casas de Yemayá (orisha del mar), que permanece atada al fondo de las profundidades en estado de locura. Cualquier asociación de ideas de la intervención de Olokkún para la cura de Castro es pura especulación del lector.

La Asociación Yoruba de Cuba, con sede en la céntrica avenida de Prado por la gracia del gobierno y tolerada por las autoridades con el fin de silenciar los incómodos comentarios acerca de que los cultos de origen africano son discriminados en la Isla, se unió al clamor religioso para "seguir los designios de los dioses y apoyar las decisiones tomadas por nuestro máximo líder". Ya se puede apreciar la conveniencia de aceptar aunque sea un segmento de los cultos de herencia africana: Olofi en el cielo y Castro en la tierra; una parodia de "al César lo que es del César…" y dejar sentado que hasta los orishas apoyan al gobierno.

Ha sido una verdadera porfía, compitiendo en devoción religiosa, para que —por si acaso— quede bien claro que todas las almas piadosas (o al menos, las más comprometidas) ponen su fe al servicio de la salvación del cubano más poderoso y temido de la historia de Cuba.

Pero más allá de los espectáculos ofrecidos por las autoridades de las distintas tendencias religiosas (muchos creyentes se abstuvieron de participar en actos que consideraban hipócritas, los más moderados; y sacrílegos, los más radicales), el espacio que ofrece el diario oficial a cada religión es el reflejo gráfico de la importancia que se concede a cada una y del grado de relación que éstas sostienen con el poder.

El mayor espacio estuvo dedicado a las órdenes protestantes, privilegiadas con la gracia de aceptación del gobierno; el mediano —e inmediato— corresponde a los católicos, la denominación cristiana con mayor número de creyentes en el país. En tanto un pequeño recuadro final resume el "gesto solidario de religiosos afrocubanos". A fin de cuentas, estos últimos siempre han sido representativos de las capas sociales más humildes, además de ser una tendencia practicada mayoritariamente por la población negra y mestiza: las voces más numerosas del país, pero también las menos representadas en los equilibrios del poder político en toda la historia de la nación.

Postura de plañideros

Y no se me acuse de desnaturalizada o impía si no me sumo a las plegarias. No me avergüenza decir que, si bien no deseo el mal para ninguna persona (ni siquiera para una que no goza de la más mínima estimación de mi parte, como es el caso), tampoco sentiría tristeza por su muerte. No resulta ético ni coherente andar desbarrando sobre los desmanes de un gobernante para después, en un momento crítico, asumir una hipócrita postura de plañideros amparados en una supuesta piedad religiosa.

En fin, al parecer, y por si fallaran los recursos del más acá, era preciso apelar a los poderes del más allá y, sobre todo, quedar bien con las autoridades (que tienen el mal hábito de tomar nota). No importa la sinceridad del hecho.

En Cuba, hasta la religión tiene un valor meramente utilitario para todas las autoridades, sean éstas eclesiásticas o del gobierno. En todo caso, quizás los respetables administradores del culto debieron aprovechar la ocasión y solicitar ayuda para los muchos ciudadanos que están sufriendo los embates de la actual epidemia de dengue y que han vivido bastante menos que ocho décadas.


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