Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Sociedad

Ni la de Quintín, ni las cien mil

El actual plan de viviendas del gobierno, como los anteriores, está condenado al fracaso por la ausencia de participación ciudadana.

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De igual forma, el presidente del Poder Popular de Consolación del Sur expresó: "Todavía no hemos logrado que la totalidad de las familias se convenzan de que deben ser ellas los principales constructores de sus hogares y algunos esperan que se los hagan". La intención es clara: conservar los medios y fuerzas en manos del Estado y la responsabilidad en la familia.

Si a eso se agrega que desde 2002, a causa de los huracanes, unas 102.000 casas han sido dañadas en Pinar del Río y que de ellas cerca de 20.000 aún esperan por su reparación o construcción, se puede arribar a la conclusión de que ni la vivienda de Quintín, ni la de otros cientos de miles de cubanos, se terminarán en los plazos anunciados.

Junto a la falta de brazos hay otras dificultades, como la transportación de materiales, debido a la falta de combustible y al estado técnico de los vehículos; el momento "pico" de la campaña de tabaco, que demanda abundante fuerza de trabajo; la industria local de materiales que, aunque cuenta con la infraestructura necesaria, no alcanza a abastecer la demanda del municipio; las bloqueras paradas por falta de materias primas; y la tenencia de una cantera de áridos, pero sin transporte para su traslado.

Todo ello pone en evidencia que el plan de las 100.000 viviendas fue elaborado sin tener en cuenta los medios más elementales para su realización, lo que sólo puede ser resultado, además del voluntarismo, de una manifiesta incapacidad, o de deslizar la responsabilidad hacia la familia cubana, carente de posibilidades, derechos y libertades.

Teniendo en cuenta los cientos de miles de viviendas dejadas de construir y el actual crecimiento demográfico, al ritmo de 100.000 anuales, se requiere, para resolver el déficit acumulado, de 20 años con esa regularidad.

Si a ello se agrega que el actual plan de viviendas, como los que le precedieron, está condenado al fracaso por la ausencia de una verdadera participación ciudadana —autónoma y paralela al Estado—, dotada de los correspondientes medios, derechos y libertades que permitan a la familia desempeñar su papel como sujeto y no como objeto de decisiones políticas, al abultado déficit existente se sumará la vivienda de Quintín y la de nuevas decenas de miles de cubanos.


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