Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Economía

Un salto al vacío

La Habana dice que la economía creció un 11,8% en 2005 y la CEPAL cuestiona las cifras. ¿Más males para el futuro?

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En segundo lugar, estamos ante un problema de concepto. El destino del valor del trabajo de los profesionales cubanos en el exterior es la balanza de servicios, que es un concepto derivado de la balanza por cuenta corriente, nunca de la comercial. La balanza de servicios incorpora precisamente el saldo entre el ingreso por los factores en el exterior, y el pago por los servicios a factores extranjeros en suelo nacional. Dado que en Cuba este último concepto adquiere una cierta importancia, debido a las inversiones extranjeras y al modelo de relación del régimen cubano con las joint ventures, el saldo final debe ser estudiado con detalle, pues quizás no sea tan elevado como apuntan las autoridades.

Además, el tirón que las rentas de factores en el exterior tienen sobre la economía de un país se produce sólo de forma indirecta, a partir del efecto de las remesas enviadas a las familias. Si se tiene en cuenta que existen en Cuba múltiples controles monetarios para acceder al control de esos ingresos, que terminan destinándose a productos procedentes del exterior (como el trigo y la carne que se compra al contado a Estados Unidos, por ejemplo) la situación no admite dudas. El cálculo hecho por las autoridades cubanas debe revisarse a tenor de lo expuesto. El comercio se refiere al intercambio de productos, automóviles, petróleo, alimentos, etc, así como a conceptos relacionados con los servicios. Cada uno en su sitio correspondiente. No se pueden mezclar alegremente conceptos que tienen un tratamiento distinto. Cierto es que las exportaciones de mercancías suponen un fuerte tirón a la oferta nacional: el país es competitivo, sus productos son atractivos en los mercados mundiales y por ello tienen demanda. Pero no parece que este sea el caso de la economía cubana. Con la única excepción del turismo, cuyas entradas se sitúan en 2,3 millones de viajeros (un crecimiento modesto si se compara con otras zonas del Caribe) no parece que níquel, tabaco o azúcar (en reconversión) produzcan atractivo alguno en los mercados mundiales.

A tenor de estas consideraciones, habrá que revisar en profundidad esa tasa de crecimiento del 11,8% proporcionada por el régimen cubano para 2005. Ni se han producido cambios en la estructura productiva nacional que justifiquen el crecimiento, ni se puede aceptar que las rentas de los factores en el exterior se alineen con las exportaciones de bienes y servicios. En cualquier caso, los ingresos que obtiene Cuba con los servicios sociales en Venezuela se equilibran con las compras de crudo realizadas, y de esto no se habla en ningún sitio. Si se acepta que Cuba ha obtenido ingresos de enviar decenas de miles de profesionales a Venezuela, también hay que aceptar que las compras de crudo venezolano tienen su precio.

Por otra parte, tiempo habrá de profundizar con detalle en el Informe de CEPAL; lo cierto es que hay otros datos que son más preocupantes en el horizonte de la economía cubana (inflación, descontrol monetario, insuficiente producción eléctrica, escaso poder de compra de los salarios, estancamiento del turismo y de las exportaciones de níquel) y todos ellos no significan precisamente una mejora de las condiciones de vida de los cubanos.


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