«Hay que concertar alianzas inimaginables»
Marifeli Pérez-Stable, Antonio Elorza y Lino Fernández. Analistas opinan sobre la situación actual en Cuba.
Marifeli Pérez-Stable
Vicepresidenta de Diálogo Interamericano en Washington y profesora en la Universidad Internacional de la Florida.
La era de Fidel se está apagando. Sin él, a los cubanos —en la Isla y en la diáspora— se nos presenta la oportunidad de dotar a nuestra política de un amplio y fuerte centro donde normalmente se dialoga y se llega a acuerdos. La polarización es perversamente fácil de mantener: no exige que nos veamos abocados a tomar decisiones difíciles. Para convivir en paz, hay que abandonar las barricadas.
Sólo la democracia podrá abarcar y encauzar la diversidad y el pluralismo entre nosotros. Sin embargo, si el traspaso se tornara permanente, Raúl y los sucesores podrían emprender reformas económicas que disminuyan las tensiones materiales de la vida cotidiana. Sólo así lograrían un respiro para estabilizarse —por cuánto tiempo, nadie sabe—, pero, además, le devolverían al país una cierta normalidad. Aunque no sería un Estado de derecho pleno, le reconocería a los cubanos derechos económicos nada despreciables. Sería también un primer paso para recuperar no el apoyo, sino la voluntad popular de escuchar al gobierno luego de larguísimos días y noches de zumbidos ideológicos.
Estados Unidos y Cuba llevan enfrentados hace casi medio siglo. Una Cuba sin Fidel le ofrecería posibilidades a ambos para ir rompiendo el círculo vicioso. Hace poco, la administración de Bush presentó su segundo informe sobre la transición en Cuba. Si bien mejorado de tono, aún manifiesta una necesidad compulsiva de pronunciarse sobre los más mínimos detalles. Me eriza pensar que la Administración responsable de Irak pretenda asesorar a una Cuba democrática. Para Washington, la sucesión es inadmisible y no ofrece otra cosa que más de lo mismo.
Los sucesores también intentarían mantenerse en sus trece. Ellos, sin embargo, se verían forzados a actuar rápidamente en el frente económico y así ensayarían el escenario que Fidel truncó a principios de los noventa y que apostaba por una distensión con Estados Unidos. Una Cuba que abrazara reformas económicas como las de China y Vietnam sería apoyada por la Unión Europea, Canadá y América Latina. ¿Se empecinaría Washington en negar la sucesión si es un hecho establecido? Posiblemente, pero, a regañadientes, tantearía otro camino y entonces La Habana tendría que responder.
Los cubanos siempre nos hemos referido a Cuba en términos desmedidos que no guardan proporción con lo que es nuestro país. Nos queda asumir a Cuba en minúscula. La lograríamos si nos serenáramos. Debemos prepararnos, porque lo imprevisto puede pasar y entonces tendremos que concertar alianzas inimaginables hoy. Hay que dialogar y pactar lo posible sin perder nunca el horizonte de una Cuba democrática. Ojalá que los cubanos sepamos movilizar la sabiduría y la generosidad necesarias para, al fin, reconciliarnos amparados por la libertad.
Antonio Elorza
Catedrático de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid.
Dado el secretismo impuesto desde arriba, resulta muy difícil valorar la situación, en lo que concierne al fin de la dictadura cesarista ejercida por Fidel. Hasta ahora, el curso de los acontecimientos sigue una línea muy lógica, que recuerda el episodio de la grave enfermedad de Franco en 1974: delegación transitoria de poderes en el sucesor designado, con los acompañamientos que cabía esperar, incremento de la vigilancia policial, profesión de fe continuista (niño Elián incluido), expectativas en la oposición, mensaje cauteloso de Washington a favor de una transición.
¿Oportunidades o limitaciones? Salvo en la hipótesis menos probable, de un golpe de Estado encubierto, que sin embargo no cabe excluir del todo por la ausencia de visibilidad, tanto de Fidel como de su hermano, la variable más importante será el tiempo.
© cubaencuentro.com