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Historia

El papel de Cuba en el narcotráfico

Contrabando, juego y consumo de drogas en la Isla entre los años veinte del pasado siglo y comienzos de la revolución.

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Traficantes de diferentes nacionalidades, además de peruanos, traficaban desde Perú. Varios de ellos eran cubanos. La cocaína peruana era transportada en barco, pasaba a través del Canal de Panamá y llegaba a Cuba, tanto para el consumo de la droga en la Isla como para su reexportación hacia Estados Unidos.

Anslinger se puso en contacto con el embajador peruano en Washington y logró que se cerraran las fábricas de cocaína legales en Perú. El tráfico ilegal cayó como resultado de la condena a varios traficantes importantes, entre los que estaba el grupo del peruano Eduardo Balarezo, ex marinero nacido en 1900 y radicado en Long Island. El grupo de Balarezo estaba compuesto principalmente por peruanos y chilenos, quienes llevaban la droga en vuelos comerciales o como marinos en los barcos de la Grace Line.

Balarezo fue condenado a cinco años de cárcel en una prisión federal norteamericana. Seis de sus socios fueron también llevados a juicio. Una quincena de traficantes fueron arrestados en 1949. Entre 1950 y 1951 se arrestaron decenas de procesadores de cocaína en Perú, incluyendo aquellos que venían operando como empresarios legales durante años.

Un artículo de la revista Bohemia de septiembre de 1950 mencionaba los lugares de consumo en Nueva York y cómo cubanos y puertorriqueños distribuyan la cocaína en una "complicada madeja (en) que se interconectaban Lima-La Habana-Nueva York". La organización de Abelardo Martínez, El Teniente, y Octavio Jordán, El Cubano Loco, importaba las drogas a Cuba desde Perú, vía Panamá, y España, y las distribuía para el mercado de la Isla y para Norteamérica, a través de Nueva York y Miami. Meses después, El Teniente fue arrestado en Perú en compañía de otro traficante, después de haber adquirido dos kilos de cocaína.

Tras la disminución del tráfico desde Perú, el contrabando de cocaína desde Bolivia aumentó considerablemente. Irónicamente, a comienzos del siglo XX, la cocaína consumida en Bolivia con fines medicinales era importada desde Alemania, Bélgica y Francia. Durante la primera mitad del siglo XX, Bolivia era un país productor de hoja de coca, mas no de cocaína procesada, y tanto los terratenientes bolivianos —productores legales de hoja de coca— como el gobierno enfatizaban esa diferencia y se resistían a atender las campañas para erradicar el cultivo de la Sociedad de las Naciones primero y de las Naciones Unidas después de la Segunda Guerra Mundial.

Desde que se empezó a reprimir el tráfico de cocaína desde Perú, Bolivia pasó a suplir parte de la oferta. Así, por ejemplo, enviaban cocaína boliviana hacia Argentina. En octubre de 1951 se descubrió una banda que tenía un laboratorio en las afueras de La Paz. Varios de sus integrantes eran de origen sirio-libanés. A pesar de que semanas después se descubrió otro laboratorio relacionado con la misma banda en Cochabamba, los acusados en el primer allanamiento fueron liberados, ya que la ley boliviana no contemplaba los procedimientos punitivos para condenar el procesamiento de cocaína.

El Teniente envió a La Paz, en abril de 1955, a otro cubano, Manuel Méndez Marfa, para pagar a Rames Harb la suma de 10.000 dólares por un cargamento de drogas. Harb tenía un laboratorio en La Paz y otro en Rurrenbaque, una población al norte de la capital, y contaba con la protección de Freddy Henrich, un alto oficial de la policía boliviana, quien a su vez hacía frecuentes viajes con cocaína a Arica, un puerto en el norte de Chile. Otro cubano, un tal Jorge Juan Lemes García, por ejemplo, fue arrestado ese año en Bolivia en posesión de cocaína lista para ser enviada a La Habana. Lemes enviaba la cocaína a Cuba a su asociado en La Habana Antonio Ledesma.

Aparentemente, la droga era reenviada a Estados Unidos. Mario Spechar, otro traficante boliviano, le vendía droga a los cubanos. Según el Ministerio de Gobierno boliviano, los envíos de cocaína de Bolivia a Cuba llegaban a 30 kilos mensuales en 1958. Buena parte de esa cocaína era reexportada hacia Estados Unidos.

Ecuador también tenía nexos con el tráfico orientado a Cuba y Estados Unidos. El cubano Jesús Moms, alias Orejitas, estaba asociado con El Teniente y viajaba entre Ecuador y Cuba llevando cocaína. Había campos cultivados con amapola en las provincias de Riobamba e Imbabura. En Guayaquil, Joffre Torbay, un químico de origen libanés, era uno de los principales narcotraficantes. Torbay estaba asociado a Méndez Marfa.

Quito también se convirtió en un importante centro de procesamiento y tráfico de drogas. Un médico, Enrique Alarcón, era el principal traficante en Quito. Alarcón además le vendía armas a los políticos liberales colombianos que se encontraban enfrascados en los conflictos con el Partido Conservador durante los años cincuenta. A su vez, dos colombianos, Carlos Rodríguez Téllez y Guillermo Cadena, el primero de ellos bogotano y ex militar, compraban grandes cantidades de pasta de opio en Ecuador para procesarla en Colombia.

Rodríguez Téllez y Cadena trabajaban para Guillermo Mesías, jefe de depósitos de la subsidiaria de los Laboratorios JGB en Pasto, una capital de provincia al sur de Colombia. Mesías tenía un asociado en Ipiales (población fronteriza entre Colombia y Ecuador), Alejandro Montenegro, un médico que también tenía una droguería. Guillermo Lozano, otro colombiano, quien sostenía ser abogado y exiliado político, era otro contrabandista de drogas entre Ecuador y Colombia. Otro ex capitán del ejército colombiano, un tal Quinteros (sic), era otro traficante entre los dos países, mientras que Luis Cortez, un ecuatoriano radicado en Quito, traficaba con Colombia y Perú.

En 1953 el agente del Buró Federal de Narcóticos, George White, se hizo pasar por un comprador de drogas y ayudó a la policía ecuatoriana a capturar seis hombres y una mujer y a decomisar drogas evaluadas en medio millón de dólares en Quito.

Contacto en Francia

Durante buena parte del siglo XX, Marsella fue un centro de procesamiento y contrabando de derivados del opio. Además, era un puerto cosmopolita, visitado por buques y marinos de todo el mundo, y un centro de contrabando de todo tipo de artículos. Sus organizaciones criminales estaban dominadas por personas de origen corso.

A su vez, buena parte de los opiáceos llegaban a Marsella provenientes de Beirut, otra ciudad cosmopolita y rica como La Habana. Los traficantes libaneses le vendían la base de morfina a los corsos de París y Marsella. La base era procesada del opio por parte de traficantes en Aleppo, Siria. A su vez, traficantes cubanos, algunos de origen cubano-libanés, también traficaban con opio y base de morfina provenientes de Turquía y Siria y que enviaban desde Beirut.

Los corsos Paul Mondolini, Jean Batiste Croce y Josef A. Bistoni, y el francocanadiense Lucien Rivard, habían usado Nueva York, Montreal y Ciudad de México para el tráfico de heroína. Sin embargo, dada la presión de las autoridades de esas ciudades, empezaron a utilizar Cuba desde 1955.

En la Isla tenían como centro de operaciones La Habana y Camagüey. Gracias a la presión de la Interpol, Croce y Bistoni fueron arrestados en la capital cubana en octubre de 1956 y deportados a Francia. Mondolini también estaba perseguido por la policía francesa por robo de joyas. A pesar de que sobornó a varias autoridades en Cuba y logró que un miembro del gabinete intercediera por él, Fulgencio Batista lo hizo deportar a Francia. Meses después, al dejar la prisión en Francia en julio de 1957, continuó realizando viajes a Cuba.