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Historia

El papel de Cuba en el narcotráfico

Contrabando, juego y consumo de drogas en la Isla entre los años veinte del pasado siglo y comienzos de la revolución.

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Las presiones norteamericanas sobre el gobierno cubano para que expulsara a Luciano de la Isla se dieron casi de inmediato. Harry J. Anslinger, entonces director del Buró Federal de Narcóticos, ordenó un embargo sobre la exportación de narcóticos legales con fines médicos a Cuba, argumentando que la organización de Luciano podría apoderarse de estos e introducirlos en el mercado ilegal. Anslinger condicionó el fin del embargo a que Cuba expulsase a Luciano.

Luciano se daba la gran vida en La Habana en compañía de una joven heredera neoyorquina con quien frecuentaba el Hipódromo y el Casino Nacional. Además, se codeaba con políticos cubanos y con celebridades de la farándula norteamericana que visitaban Cuba, como Frank Sinatra.

Luciano había conseguido el estatus de residente en Cuba gracias a las influencias del diputado Indalecio Pertierra, gerente del Jockey Club. También socializaba con los senadores Francisco Prío Socarrás (hermano del presidente Carlos Prío Socarrás) y Eduardo Suárez Rivas (quien había sido presidente del Senado en 1944 y 1945), y con Paulina Alsina, viuda de Grau, cuñada del presidente Ramón Grau San Martín y quien oficiaba como Primera Dama.

Como lugar de residencia, Luciano tomó en alquiler una casa en el lujoso distrito de Miramar. Según un agente antinarcóticos norteamericano, la casa pertenecía al general Genovevo Pérez Damera, jefe del Estado Mayor. Luciano se asoció a Pertierra, Suárez Rivas, Manuel Quevedo (un antiguo coronel del ejército cubano, ex gerente de Cubana de Aviación) y Antonio Arias, para organizar Aerovías Q.

La compañía empezó a volar entre La Habana y Key West, en la Florida, y el general Pérez Damera se aseguró de que sus aviones aterrizasen en el aeropuerto militar de Columbia, en las afueras de La Habana, para así evadir los controles de inmigración y aduanas. Además, la compañía gozaba de exenciones tributarias concedidas por el gobierno.

Después de un fallido intento de asesinato de Luciano a finales de diciembre de 1946, Pertierra consiguió que la policía del Palacio Presidencial le asignara dos guardaespaldas. Tantas conexiones permitieron a Luciano traer una decena de gángsteres norteamericanos para ayudarle a manejar sus intereses en el Casino Nacional, igualmente mantenía frecuentes relaciones con Meyer Lansky, su amigo y socio de vieja data.

Un par de días antes de la Navidad de 1946, Luciano presidió una reunión del "Quién es Quién" en la mafia norteamericana, en el lujoso Hotel Nacional de La Habana. En esta singular cumbre se discutieron temas relacionados con las inversiones y repartición de las ganancias en los casinos de Estados Unidos y Cuba.

Después del embargo de drogas para uso medicinal impuesto por Anslinger, Guillermo Bell, embajador de Cuba en Washington, le manifestó al secretario de Estado, general George Marshall, la molestia del gobierno cubano, especialmente por las declaraciones de Anslinger a la prensa. De todas formas, se comprometió a deportar a Luciano en cuestión de días, así dicho proceso tomase normalmente mes y medio. El presidente Grau y su ministro Prío Socarrás firmaron un decreto que señalaba que, dados los antecedentes de Luciano, lo declaraban "indeseable" y ordenaban su deportación a Italia.

Declarado "extranjero indeseable", Luciano permaneció detenido hasta que abandonó Cuba en marzo de 1947. Irónicamente, unas semanas antes, en el Bakir, carguero de bandera turca que transportó a Luciano hacia el exilio, habían encontrado seis kilos de opio cuando la embarcación llegó a Jersey City proveniente de Estambul.

Una vez en Italia, Luciano se radicó en Nápoles, donde era una celebridad especialmente con los turistas y los marineros norteamericanos, hasta que falleció de un infarto cardiaco en enero de 1962. Sus restos fueron finalmente enterrados en la cripta familiar de los Luciano en Nueva York, el país que siempre añoró y que consideraba su verdadero hogar.

Durante años, el Buró Federal de Narcóticos trató infructuosamente de construir un caso contra Luciano sobre tráfico de drogas desde Europa. Frustrado, Anslinger se lamentó por no haber logrado una condena por las supuestas actividades delictivas de Luciano, y concluyó: "Él no (dejaba) rastro porque no (había) rastro. Pero sabemos que él (era) el hombre".

La pasión por el juego

En su segundo gobierno, entre 1952 y 1958, Fulgencio Batista promovió el turismo y el juego en los casinos para no tener que depender exclusivamente del mercado del azúcar. El juego, a propósito, no fue llevado por los mafiosos norteamericanos a Cuba. Era una tradición española que se remontaba a la épocas de la Colonia. El juego era parte de la vida cubana. Un artículo publicado en El Papel Periódico de la Habana en diciembre de 1790 rezaba así:

"No nos ha colocado en el mundo la Naturaleza para que juguemos, sino para vivir con seriedad y emplearnos en acciones graves e importantes (…) Debiera fijarse en todos los pueblos de la Isla, y hasta en todos los árboles de ella, para infundir terror a tanto aldeano que olvidado de la honrosa tarea de la agricultura, emplea los días y las noches en tan torpes ocupaciones como son las cartas y otros instrumentos de este vicio detestable".

En 1832 José Antonio Saco escribió sobre el juego: "No hay ciudad, pueblo ni rincón de la Isla de Cuba hasta donde no se haya difundido este cáncer devorador (…) Las casas de juego son la guarida de nuestros hombres ociosos, la escuela de corrupción para la juventud, el sepulcro de la fortuna de las familias, y el origen funesto de la mayor parte de los delitos que infectan la sociedad en que vivimos".