Actualizado: 18/04/2024 23:36
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A la búsqueda del paisaje perdido

El flaquísimo de la telenovela 'Doña Bárbara', Juan Primito, publica en Miami su primera novela.

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Hay quien nace en zurrón, quien nace para yunta, y a quien le toca repartido: mitad y mitad. Ese es Daniel García Rangel, el matancero que debió ser albañil o cura, que pretendió ser actor serio, y terminó haciendo reír, el que los cubanos de más de 50 conocen por "Juan Primito", el flaquísimo de la telenovela Doña Bárbara (1977).

Tanto fue el éxito de aquel personaje en el culebrón de cartón (en blanco y negro) del Canal 6 de la televisión cubana, que 30 años después, Daniel escribe su primera novela, y la titula: Me lo contó Juan Primito.

"¡Qué me digan feo! —cantaba el sonero Pacho Alonso—, que la suerte del que no es bonito todos la desean…". Que lo diga Daniel, vocal del cuarteto Los Dimos, contratado por Teatro Estudio para cantar en sus puestas, el que un día Raquel Revuelta descubrió, tras la cortina, imitando la voz de una cotorra. Hubo química entre los dos. Y constancia rayana en la obsesión. Nacería el actor. El flaco eléctrico bordaba cada personaje. Y Raquel, "diva de la actuación revolucionaria", lo premió arrastrándolo a la televisión para un papelito secundario. Pero el legendario director de telenovelas Roberto Garriga sabía cómo agarrar al público…

Cuando en los hogares cubanos vieron a Juan Primito (Daniel pesaba 110 libras) alimentando lagartijas y haciendo conjuros ante la cazuela de los rebullones, fue una carcajada de San Antonio a Maisí. El personaje dramático que Rómulo Gallegos creó para recadero de Doña Bárbara, se convirtió, para suerte de Daniel (ya lo dijo Pacho Alonso), en personaje humorístico.

Cuba rió con las brujerías de Juan Primito y Garriga amplió el personaje hasta eclipsar a la propia Doña Bárbara. Y la Revuelta, que era comunista pero no envidiosa, convirtió a Daniel en el imprescindible actor de Teatro Estudio, que el público reclamaba: Algo muy serio, Las Leandras, La Verbena de la Paloma, Galileo Galilei. ¿Su último personaje en La Habana? Antonio Vivaldi, en Concierto Barroco, basado en la novela de Alejo Carpentier…

La realidad excede la ficción

Contrasta cuando el actor llegó a Miami, con La novia del balsero se fue con un techero, muestra del peor ripio teatral. Y si al menos le alcanzara para comer. Ni eso. Daniel limpió casas, empapeló paredes para pagar la renta, hasta que le avisaron de "actuar" en Disney World, donde le propusieron una careta de Mickey Mouse bajo el achicharrador sol de la Florida (para retratarse con los niños). Terminó colocando mesas en los banquetes de un hotel Disney para turistas (frente a un lago), recitando a Lorca para estudiantes, supliendo el Manolo de La Gringa, en el repertorio Español de Nueva York, y escribiendo Me lo contó Juan Primito, al menos, para saber quién es…

Me lo contó Juan Primito es la historia de Valerio Valdés, un trovador que pretende sobrevivir en las tinieblas del teatro revolucionario (1968), de sus camaleonadas ideológicas y de su sexo descomunal que asusta a las mujeres. ¡Cuidado! No es una novela pornográfica, nada de eso. Daniel García cuida sus escenas como el actor serio que se avergüenza de hacer reír, como el castizo que huye de la picaresca (sin conseguirlo), como el paciente que toma la pastilla a su hora.

Por las 170 páginas del libro, desfilan las persecuciones a los disidentes, a los hombres de pelos largos, a los homosexuales, los aterradores telegramas del Consejo Nacional de Cultura (la tristemente célebre parametración), que dejaban a los actores sin empleo y sueldo, pero también anécdotas chispeantes, aunque reveladoras a medias. Porque no es una novela chismosa. Juan Primito cuenta el milagro sin nombrar al santo. Tan recatado es Daniel a la hora de contar, que su prosa, por momentos brillante, defrauda cuando uno quiere enterarse de quiénes está hablando, y se queda con las ganas.

Pero Me lo contó Juan Primito es más que eso, es la respuesta de un actor ante la necesidad de recobrar su escenario. Es el afán de Daniel por encontrar a Juan Primito en la memoria, es su afán por recobrar La Habana. No nos extrañe. Cada cubano de la Isla o del exilio vaga a la búsqueda del paisaje perdido. Quizá los personajes de la novela: Valerio Valdés, Martha La Negra, Madame Scala (que nacida en el barrio marginal de El Fanguito, rueda una limosina con chofer en París), se mueven en un escenario desnudo, sin aforo. ¿Pero acaso a ti, lector, que vives en La Habana que fue, o en el Madrid o el Miami que te son ajenos, no se te atropellan el paisaje y los recuerdos?

La realidad del cubano (el de la Isla y los regados por el mundo) excede la ficción. El mar que nos separa es una cicatriz, las ruinas de La Habana un monumento al absurdo. Cuando pase la pesadilla, para mirarnos al espejo, y saber quiénes somos, habrá que juntar los pedazos, agrupar cada anécdota por escribir, cada cuento por contar, cada novela (revolucionaria o contrarrevolucionaria), cada película, cada éxito, cada fracaso, cada sueño. Sólo entonces, Valerio Valdés y Juan Primito recobrarán su escenario.