Cuando José Martí era Pepe
Los hechos más sobresalientes de la infancia y la adolescencia de Martí son recreados en un libro para niños que lleva unas hermosas ilustraciones.
Lectorum Publications Inc, una de las ramas de Scholastics, la editora de libros para niños más grande y antigua de Estados Unidos, ha incorporado a su catálogo una nueva colección. Se llama Cuando los grandes eran pequeños, y su perfil queda definido en estas palabras que a continuación reproduzco: "Las grandes personalidades que hoy queremos y admiramos tienen algo en común con todos nosotros: también, alguna vez, fueron niños y niñas. La colección Cuando los grandes eran pequeños nos cuenta de forma poética y amena cómo fue la infancia de aquellas personas que al crecer dejaron huella en nuestro mundo. Estas historias, a veces alegres, a veces tristes, pero siempre inspiradoras, nos recuerdan que los logros del mañana dependen de los niños de hoy".
Han salido ya los volúmenes correspondientes a las poetas Julia de Burgos (Puerto Rico) y Sor Juana Inés de la Cruz (México), y se preparan otros dedicados al chileno Pablo Neruda y el argentino Jorge Luis Borges. Por otro lado, acaba de salir de la imprenta el tercer título de la serie: José, escrito por la puertorriqueña Georgina Lázaro e ilustrado por María Sánchez, una pintora cubana que reside en la Florida. La infancia que se cuenta en el libro es la de nuestro José Martí, se inicia, como es de rigor, con la anécdota de cómo se conocieron sus padres: "Desde Valencia y Canarias / dos españoles valientes / se alejaron de su patria / hacia un nuevo continente. // Después de un viaje muy duro / vieron tierra americana. / Buscando un mejor futuro / llegaron hasta La Habana. // En Cuba se conocieron / y luego se enamoraron. / Un lugar establecieron / juntos Leonor y Mariano".
De forma muy sucinta, Georgina Lázaro narra los principales momentos de esta primera etapa de su adolescencia: su venida al mundo en una modesta casa habanera, el aumento de la familia con el nacimiento de sus siete hermanas, el inicio de su periodo escolar, la educación austera que recibió del padre, quien, no obstante, sostenía la idea de que estudiar no era importante: "Su papá no comprendía / que leyera a toda hora, / su afición a la poesía, / su mirada soñadora". La autora se refiere también a la alegría que para el pequeño José significaba aprender y a cómo la lectura lo conquistó: "Pensaba que el libro es / el mejor de los amigos, / dos alas, brazos y pies, / una verdad, un abrigo". Y recuerda su temprana fascinación por el teatro: como sus padres no podían pagarle la entrada, el potero le daba permiso para que entrase con el barbero, "y oculto tras el telón / o arriba en el gallinero / gozaba de la función".
Nueve años tenía José cuando a su padre se le presentó la oportunidad de irse a trabajar en Hanábana, al sur de la provincia de Matanzas. Con él se fue su hijo, quien allí entró en contacto con las bellezas de nuestros campos: "El niño con don Mariano / al campo se fue a vivir / y allí el paisaje cubano / pronto empezó a descubrir. // Las verdes sierras, las lomas, / el álamo y el bambú, / y el vuelo de las palomas / en el claro cielo azul. // yerbas, helechos y palmas / mariposas, aves, flores, / fueron llenando su alma / de palabras y colores. // Tenía un caballo blanco / que atendía con esmero. / Con sus cuidos cariñosos / lo hizo su compañero. // (…) También tenía un gallo fino / de larga cola encarnada, / claro canto matutino / y una cresta colorada. // Era un gallo muy valioso, / nacido para pelear, / pero José, tan juicioso, / prefería oírlo cantar". Mas en Hanábana José además conoció la injusta realidad social de su patria: "Allí, en el sur de Matanzas, / conoció a los campesinos / y vio la desesperanza / del esclavo y su destino".
Cuando ingresa, a los trece años, en el Colegio San Pablo, José conoce a Rafael María de Mendive, director de la escuela, y halló en él un ejemplo a imitar: "Mendive era un patriota / y delicado poeta; / manantial que gota a gota / lo ayudó a alcanzar sus metas". Nuevas lecturas contribuyeron a que las ansias de libertad y el deseo de independencia para Cuba comenzaran a ser "la esencia de su vida y su verdad". En 1868 los cubanos iniciaron la lucha contra el colonialismo español. José era muy joven para unirse a los insurrectos, pero decidió apoyar su causa con la pluma: "Dieciséis años tenía: / publicó el primer poema; / un canto, una profecía. / El amor patrio era el tema".
Hacer que los niños aprendan sin aburrirse
Eso le valió ser procesado y condenado a seis años de trabajo forzado, picando piedra en una cantera. "La vida de presidiario / le causó heridas y penas: / hambre y castigos a diario / siempre atado a unas cadenas". Al cabo de seis meses fue trasladado a Isla de Pinos, y más tarde lo enviaron desterrado a España. "En Madrid siguió estudiando. / Cambió sólo el domicilio; / José continuó estudiando. // Con sus esfuerzos logró / el título de abogado, / y escribiendo defendió / sus sueños más anhelados".
El libro finaliza en esos años, pues como antes señalé el principio rector de la colección es contar la infancia de esas grandes figuras. Los últimos versos de Georgina Lázaro resumen cómo cristalizaron después los sueños e ideales de aquel niño: "Quería una América libre; / Cuba para los cubanos. / Que la unión fuera posible / en nuestros pueblos hermanos. // Una vida más dichosa / quería para los niños. / Les escribió en verso y prosa / con gran ternura y cariño. // Una América mejor / siempre quiso para ti. / fue un patriota, un escritor. / Se llamó José Martí".
En el plano literario, el trabajo hecho por Georgina Lázaro es muy satisfactorio y sobre todo cumple muy bien con las exigencias impuestas por la colección. Como todos los libros que la integran, posee un propósito didáctico, que consiste en acercar los niños hispanos de Estados Unidos a esas figuras. En Cuba, una obra como ésta no tendría mucho sentido, pues tanto la vida como la obra de José Martí son ampliamente conocidas por sus compatriotas. Otra es, en cambio, la situación de los hispanos que residen o que han nacido en Estados Unidos, en el cual la ignorancia respecto a todo lo que tiene que ver con la cultura, la historia y la realidad de los otros países del planeta alcanza niveles alarmantes. La autora de José ha logrado condensar los hechos más sobresalientes de la infancia y la adolescencia de nuestro Martí. Los narra además mediante un sencillo desarrollo argumental y con un lenguaje claro y asequible para los niños. Asimismo la información está expresada de manera muy sintética y en un estilo ameno, con lo cual llega a su destinatario sin resultar cargante o aburrida. Un texto, en resumen, que representa una útil herramienta para asumir ese reto permanente de padres y maestros que es cómo hacer que los niños aprendan cosas que resulta necesario que sepan.
Mas los libros de Cuando los grandes eran pequeños, que se publican en ediciones de gran formato, van profusamente ilustradas, como complemento visual a un texto que es más bien breve. Las de José, ya lo señalé, fueron encargadas a María Sánchez (en cada título se invita a colaborar a un artista de la misma nacionalidad del personaje a quien está dedicado ese libro). Y empiezo por afirmar que en este caso la elección no pudo ser más acertada. La originalidad y belleza de sus ilustraciones, el exquisito gusto con que las ha realizado, el cuidado y la sobriedad con que recrea los escenarios, el encanto que posee su representación pictórica de Martí, constituyen unos elogios que no alcanzan a hacer justicia a su admirable trabajo. Se cumple aquí eso de que una imagen vale más que cien palabras, y espero que la imagen que acompaña esta reseña logre argumentar con más elocuencia lo que trato de decir. De existir aquí, como en otros países, un premio nacional de ilustración de obras literarias para niños, José tendría poquísimos rivales.
En una breve charla telefónica, le pedí a María Sánchez que me hablase sobre sus ilustraciones para José. Me comentó que, como es natural, tras ellas hay un trabajo de investigación acerca de la época. Pero en su caso personal, la de José Martí es una figura que ella tiene muy interiorizada, por conocerla y amarla desde que vivía en Cuba, y que tiene además una presencia recurrente en su obra como pintora. Algo de lo cual en la Isla presumiblemente existe una prueba: se trata del mural en madera, con motivos martianos, que creó para el Palacio de Pioneros, ubicado en el habanero Parque Lenin.
Dado que el libro cubre sólo el primer periodo de la existencia de Martí, tomó como iconografía básica el conocida retrato de su niñez, primero suyo que se conserva. Cuenta que a partir de esa premisa, se dedicó a recrear escenarios y personajes, haciéndolo como si estuviese develando un álbum familiar de fotos. En eso también la ayudaron, agrega, los recuerdos que conserva en su memoria de aquella Cuba colonial, de la cual aún quedan huellas, sobre todo en los pueblos del interior de la Isla.
El entusiasmo que siento ante una edición tan hermosa como la de José, me hizo pensar que sería un acto de justicia —poética o de la que sea— el que los niños de la Isla pudiesen disfrutar este libro. Pero de inmediato volví a la realidad y me dije que es poco probable que eso pueda ocurrir. ¿Alcanzaré yo a ser testigo del día cuando ese muro invisible que separa a los cubanos de las dos orillas se vea por fin derribado? ¿Haremos cumplir alguna vez lo que José Martí le expresó, en una carta rimada, a Néstor Carbonell, acerca de considerar apátrida o traidor a quienes se marchen de Cuba: "Donde no nos puedan ver / Diré a mi hermano: / '¿Quieres en lecho extranjero / A tu patria, a tu mujer?'. // Pero en frente del tirano / Y del extranjero enfrente, / Al que lo injurie: '¡Detente!' / Le de gritar: '¡Es mi hermano!'"? En fin, no me hagan caso. Boberas mías. Cosas que le vienen a la mente a uno cuando empieza a acumular más almanaques de los que quisiera. Así que mejor me pongo pá las cosas y concluyo estas líneas como es de rigor: Y colorín colorado.
© cubaencuentro.com