Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Psiquiatría, Enfermedad, Poder

De Cayo Puto a las UMAP

Pedro Marqués de Armas ha dedicado un documentado y serio estudio a trazar un mapa de las relaciones entre ciencia y poder en Cuba, desde finales del siglo XVIII hasta 1970

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Pedro Marqués de Armas (La Habana, 1965) perteneció al grupo de escritores que se nuclearon en torno a la revista Diáspora(s) (1997 - 2002). Es autor de los poemarios Los altos manicomios (1993), Cabezas (2003), Cabeças e outros poemas (2008) y Óbitos (2015). Pero además se graduó de medicina en la Universidad de La Habana y en la actualidad trabaja en Barcelona como psiquiatra.

Este último dato, el de su profesión y su especialidad, es importante para comprender que haya escrito un libro como Ciencia y poder en Cuba. Racismo, homofobia, nación (1790 - 1970) (Editorial Verbum, Madrid, 2014, 348 páginas). Acerca del mismo, Marqués de Armas apunta que “pretende ser un mapa de las relaciones entre ciencia y poder en Cuba, con indicaciones que van desde finales del siglo XVIII hasta 1970”. Estructurado en tres bloques —I- El dispositivo sexual: hombre/ mujer, II- De la esclavitud a la nación: otros cuerpos anómalos, III- El nudo de la higiene: colonia república revolución—, a eso su autor añade que los ensayos que lo integran indagan en las diferentes relaciones de la figura del “anormal”, “así como en aquellos contextos en que tendrían lugar ciertas transformaciones discursivas que afectaron, a veces de manera decisiva, a dicha figura”.

Autor de un ensayo anterior, Fascículos sobre Lezama (1994), Marqués de Armas hace ahora lo que él llama una “fuga no literaria”. En Ciencia y poder… aborda un tema que, por razones obvias, reclamaba otro tratamiento, otro lenguaje, otra aproximación. No deja de acudir a algunas fuentes literarias (en la extensa bibliografía consultada por él se pueden encontrar textos, entre otros, de José Lezama Lima, Julián del Casal, Antonio Bachiller y Morales, Francisco Morán, Cirilo Villaverde, Pablo de la Torriente Brau, Alfonso Hernández Catá). Pero para escribir su documentado y serio estudio, se apoyó fundamentalmente en disciplinas como la psiquiatría, la antropología, la historia, la criminología.

Marqués de Armas dedica los tres ensayos agrupados en el primer bloque a lo que llama el “nacimiento de la sexualidad” y al acomodo de esta a funciones y roles propios de cada género. Para desarrollar ese asunto, toma como punto de partida la figura de lo que Michel Foucault denominó el “monstruo sexual”. En esas páginas se detiene en personajes reales como el marinero hermafrodita Antonio Martínez, quien llegó a La Habana en abril de 1813 y declaró su excepcional estado. Lo hizo porque temía ser enviado a la “armada nacional”.

El autor de Ciencia y poder… se remonta a la época de la colonia para rastrear las primeras manifestaciones de homofobia. Muy interesante es su referencia a Cayo Puto, un islote de la bahía habanera a donde, a fines del siglo XVII, eran enviados homosexuales y prostitutas. Asimismo se ocupa de otras formas de reclusión —la Casa de Recogidas, para mujeres incorregibles; la Cárcel, para hombres—, que se fueron instrumentando para reprimir y aislar cualquier forma de “desvío” que pusiera en peligro la Patria y el lugar de los cuerpos.

Respecto al proceso judicial que se siguió en 1822 contra Enriqueta Faber, por hacerse pasar por hombre y casarse con una persona de su mismo sexo, Marqués de Armas resalta el apoyo del saber médico: los galenos “devienen peritos que trazan con rigor una norma —no una ley— teñida de cientificidad, a partir de la cual se legitima el derecho, al tiempo que se hace circular entre el conjunto ciudadano una política de género mucho más estricta”. El conocimiento pasa así a colaborar con el poder en la articulación de los discursos nacionalistas y normativos de las “buenas costumbres”.

La psiquiatría al servicio de la homofobia estatal

Lejos de mi intención el pretender describir, aunque sea brevemente, el contenido de todos los ensayos. Esa es una tarea imposible, dada la amplitud y la complejidad de los temas que se examinan en el libro y el rigor con el que el autor desarrolla su discurso analítico y reflexivo. Quiero destacar, no obstante, algunos aspectos que particularmente me parecen de interés. Uno tiene que ver con cómo desde su fundación la fotografía fue aplicada en el campo de las ciencias. Marqués de Armas toma como ejemplo las imágenes hechas en Cuba por el médico francés Henri Dumont, entre 1864 y 1866. Un detallado análisis de las mismas, lo lleva a notar que los esclavos aparecen descontextualizados de su entorno productivo y familiar. Y comenta que “la imagen del africano no es aquí sino el espectro del estereotipo típico”.

Otro ensayo sobre el cual quiero llamar la atención es “Psiquiatría para el nuevo Estado. El poder enfermo”. En el mismo, Marqués de Armas realiza un lúcido y pormenorizado examen de cómo los servicios médicos de Cuba colaboraron a sentar las bases de la higiene socialista. En ese sentido, la psiquiatría desempeñó un papel significativo: se puso al servicio de la homofobia estatal, que incluyó a los homosexuales no solo en la categoría de degenerados sexuales, sino también de enemigos políticos.

Dedica amplio espacio al empeño por presentar al homosexual como un “individuo peligroso”. Apunta que aunque esa noción contaba en la Isla con una larga historia, fue a partir de 1959 cuando se amplió como nunca antes y condujo a que la homofobia se radicalizase. Para el Estado socialista, el homosexual remite a una genealogía que permite recurrir a dispositivos liberales como el prevencionismo. Y dado que lo considera un producto atávico que hay que erradicar, no duda en apelar “a la violencia, al secuestro, a una cirugía en profundidad. El poder del Estado deviene en poder criminal, y a la vez enfermo”. El higienismo revolucionario, comenta Marqués de Armas, que sin duda fue eficaz en otros campos, se empeñó “en forjar un Hombre Nuevo que es la negación ya no solo del homosexual, sino también, en virtud de su carácter genésico, del Hombre Mujer de que tanto se habla en este libro”.

Aunque en las líneas que hasta aquí llevo redactadas he utilizado ejemplos que remiten a la homosexualidad y a la evolución de los discursos sobre la misma, en su libro Marqués de Armas no se reduce a ese único aspecto. Examina también otros como el control de la sexualidad femenina, el racismo, la doctrina psiquiátrica del degeneracionismo que se aplicó a chinos, esclavos y sujetos formalmente libres, el modo cambiante e incluso contradictorio en que se ha visto el suicidio en Cuba. Esa variedad temática responde al hecho de que esos ensayos —“escritos a modo de presentación de informes clínicos, médico-legales y sociales”— en su forma embrionaria se publicaron en la revista electrónica La Habana Elegante.

A lo largo del libro, Marqués de Armas se apoya en citas de numerosos autores, de los cuales se vale para apoyar y sustentar su discurso. En el bloque de Anexos, reproduce completos 14 de esos textos y documentos, a los que el lector del libro difícilmente podría acceder y que dan más valor al libro. Entre otros, están “La pederastia en Cuba” (1890), de Luis Montané y Darde, el Informe de la comisión enviada para comprobar las condiciones de los culíes chinos en Cuba (1896), “Psicología de las multitudes cubanas” (1915), de Israel Castellanos, y la transcripción taquigráfica de la Conferencia nacional de instituciones psiquiátricas (1963).

Por su rigor, su detallado y lúcido análisis, su inteligente empleo de la documentación y su esmerada prosa, Ciencia y poder… constituye un valioso aporte para la comprensión de cómo el nacionalismo cubano, con el apoyo de los dispositivos del saber, implementó su discurso sobre los enfermos, los anormales y los individuos peligrosos.