Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Artes Plásticas

El conceptualismo se lleva la mejor parte

Rubén Torres Llorca, figura de la plástica de los ochenta en la Isla, cuestiona el mercado del arte desde el kitsch y los íconos de la cultura de masas.

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Aquí no es el devoto, sino el santo consumidor quien paga. Son las reglas del arte, diría Bourdieu; reglas que Rubén Torres Llorca conoce mejor desde la práctica y con las que descuenta a la capital paulista —a su bien abastecido mercado de arte— el porcentaje que le corresponde: entre artista, coleccionador, crítico, curador y dealer, el conceptualismo cubano, por mucho que reparte, al menos simbólicamente se lleva la mejor parte.

En su exposición El pagador de promesas, que desde el 27 de mayo y hasta el 30 de junio permaneció en la galería Thomas Cohn, el título funciona como estrategia para conectar la tradición de los ritos populares cubanos (peregrinación al santuario de San Lázaro) a una referencia mediática de la religiosidad popular brasileña (el Cristo-pueblo que carga la cruz). ¿Quién no conoce por acá la famosa obra teatral de Dias Gomes o sus versiones para cine y televisión?

Todo esto, ejecutado de manera artesanal con materiales "pobres", como el saco que recrea el clásico vestuario masculino/femenino estilo años cincuenta, de exquisita factura fashion week; el papel periódico impreso en inglés que recubre figuras de yeso (los antiguos biscuits para decoración doméstica) imitando la técnica del papier mâché, la madera con que construye conejitos de fábulas y hombrecitos de brujería; o la soga, tan cercana al saco, con la que venda ojos, crea telas de araña, estructuras que "atrapan", y que como vasos comunicantes metaforizan la relación del artista con la sociedad, con el poder y las instituciones. En esta misma línea, Torres Llorca ha realizado otras exposiciones en Miami y Buenos Aires, como If they pay you for it y Easy to build (2005).

De la morfología del cuento a la morfología del arte

Poco divulgado por los medios de prensa, ha sido el público lector de The Miami Herald el mejor informado sobre esta exposición. Figura importante de la plástica cubana de los años ochenta en la Isla, que influyó sobre sucesivas oleadas de artistas, en São Paulo solamente aparecieron las tradicionales menciones en las guías culturales de fin de semana; no obstante presentarse la muestra, dentro del circuito privado, en una de las principales y más codiciadas galerías brasileñas. La obra de menor valor presentada en este evento es de 2.500 dólares, siendo que, del arte cubano, el récord queda en manos de José Bedia, cuyas obras en Brasil, a través de la propia galería Thomas Cohn, se cotizan en 20.000 dólares como promedio.

La gran paradoja entre la arbitrariedad de los precios y el costo de las piezas radica no sólo en el valor simbólico de artistas y galeristas, sino también en la estrategia estética que Torres Llorca utiliza para introducir el kitsch y los íconos tanto de la cultura popular como de la cultura de masas, en espacios altamente elitizados; con un imaginario que explora las clases medias de Estados Unidos en las décadas de los años cincuenta y sesenta; país, además, en el que reside desde hace algunos años.

Es a través del kitsch, estética con la que trabaja desde los años ochenta en Cuba, que el artista consigue lidiar entre elementos de la vida cotidiana ( objets trouvés), movimientos de arte de vanguardia y su propia concepción, visión ésta personal que ha continuado desarrollando a lo largo de dos décadas de trabajo.

La sagacidad de algunas de las piezas expuestas consiste en homologar la estructura de los cuentos y fábulas infantiles —en los que el bien y el mal son representados a través de estereotipos que nos dan una lección de moral (liebres, perros de caza, Hanzel y Grettel, Ricitos de Oro y los tres ositos)— a la relación intrínseca y también estereotipada entre los diferentes agentes que intervienen en la producción, mediación y consumo del arte. Para Rubén, los cuentos de hadas, por lo menos en el mercado del arte, son inexistentes. De ahí el aire de provocación y lucidez con que se posiciona la obra.

Una de las más observadas y comentadas instalaciones de la exposición es justamente la que individualiza tales vínculos: New Acquisitions from the Collection of the Artist, resuelta al estilo-escuela de las raíces del conceptualismo cubano (Elso Padilla, José Bedia, y más recientemente Luis Gómez y Carlos Estévez), es la segunda serie en que da continuidad al equilibrio entre la ponderación y el sarcasmo, al utilizar la disposición geométrica de una serie de muñecos identificados tanto por el nombre propio de sujetos que se relacionan con su trabajo de artista, como por la función que realizan dentro del mercado del arte.

Lejos de incomodar, no han sido pocos los críticos y galeristas que han reivindicado su lugar dentro de esta obra, o, para ir más lejos, que han querido sacar del espacio de exhibición estas relaciones "biográficas" llevándoselas a casa, a sus respectivas colecciones privadas, como si fueran un triunfo.