Félix Beltrán, Diseño, Exposición
El diseño austero, racional y preciso
Una exposición antológica y la publicación de dos libros aportan un cabal conocimiento de la labor de Félix Beltrán, una de las figuras más importantes e influyentes del diseño gráfico de Iberoamérica y también la más universal
Desde el pasado mes de enero, el C arte C (Centro Arte Complutense) acoge la primera exposición antológica que se dedica a Félix Beltrán (La Habana, 1938-México, 2022). Se titula Félix Beltrán. Inteligencia visual. El diseño en sentido social y fue comisariada por Sonia Díaz y Gabriel Martínez. Su fallecimiento, tres semanas antes, le impidió haber estado presente en la inauguración de ese abarcador balance de su sobresaliente trayectoria profesional.
Aunque en vida Beltrán realizó numerosas muestras individuales, ninguna de ellas había sido tan monumental y completa como la que ahora se puede ver. Como declaró Isabel García, vicerrectora de Cultura, Deporte y Extensión Universitaria de la Complutense, sorprende que hasta ahora no se hubiera hecho una exposición que realmente estuviera a la altura de la obra de Beltrán. Su comentario es atinado, pues se trata de una de las figuras más importantes e influyentes del diseño gráfico de Iberoamérica y también la más universal.
Este tributo que la Universidad Complutense le rinde a “un gran diseñador, artista, escritor y docente”, constituye el fruto de los cerca de quince años que Díaz y Martínez han consagrado a recopilar el voluminoso material que conforma la exposición. Tuvo que ser una tarea ardua y difícil, pues los dos investigadores tuvieron que bucear en archivos, bibliotecas, galerías y otras fuentes. Hay que tomar en cuenta que al crear su obra Beltrán empleó varios soportes. Los más visibles y por ello más conocidos fueron el cartel, las cubiertas de libros, las vallas. Pero a estos hay que agregar las marcas, logotipos, señales, símbolos.
Una paciente y laboriosa pesquisa que ha cristalizado en la recuperación de prácticamente toda la faena profesional de Beltrán. La exposición, que abarca más de 600 piezas, va desde sus primeros diseños, aparecidos sin firma, hasta los trabajos hechos por él en los últimos años. Ese impresionante conjunto corresponde, en palabras del diseñador español Enric Satué, “a una trayectoria precisa, sintética, poética, onomatopéyica y encima sinestésica y diplomática, al servicio de la comunicación más noble, analgésica y afectuosa que imaginarse pueda”.
Cuando volvió a Cuba en 1962, Beltrán llevaba la sólida formación que había adquirido en Estados Unidos. A ese país se fue con la experiencia adquirida en la agencia McCann Erickson Co., que tenía se sede en La Habana. Su padre era asiduo a una tertulia y buscó la oportunidad para mostrar a un importante ejecutivo los dibujos de su hijo. Con apenas quince años, pasó así a laborar como pasante para una de las grandes agencias publicitarias de la época. Como él ha reconocido, aquella experiencia le sirvió para aprender el sentido práctico de la publicidad para aplicarlo al diseño.
En Estados Unidos, Beltrán estudió principalmente en la School of Visual Arts y en la American Art School, ambas de Nueva York. A la primera pudo ingresar gracias a una beca a la que aspiró y obtuvo. Mientras cursaba estudios, tuvo la oportunidad de trabajar como freelance para profesionales tan famosos como Paul Rand y Herber Matter, pionero del fotomontaje. También diseñó cubiertas de libros y folletos para las editoriales Cypress Books y Las Américas Publishing Company. Algunas de esas piezas se pueden apreciar por primera vez en la exposición de la Complutense.
Diseño gráfico con un profundo sentido social
Como expresó en una entrevista, para él el regreso a su país natal “fue una de las más importantes oportunidades para, a pesar del bloqueo a Cuba, poder aportar a la Revolución”. El contexto político en el cual empezó a trabajar marcó definitivamente la orientación que mantuvo hasta el final de su actividad profesional: el diseño gráfico comprometido con un profundo sentido social y una preocupación primordial por la eficacia comunicativa.
En las décadas de los 60 y 70, en las cuales el diseño gráfico alcanzó en Cuba su etapa de mayor innovación, creatividad y riqueza, Beltrán consiguió singularizarse al crear una estética propia. Desde sus primeros trabajos, optó por un diseño austero, racional, preciso. Sostenía que “el diseñador gráfico tiene como función comunicar. Es una especie de telegrafista. Tiene un mensaje y debe transmitirlo claramente”. Consciente de esa utilidad pública, prescindió de cualquier elemento ornamental, retórico, efectista o superfluo que interfiriera en la comunicación visual o le mermase su eficacia.
De regreso en Cuba, Beltrán se incorporó a la recién creada Editorial Nacional, cuyo director era Alejo Carpentier. Realizó después trabajos para instituciones como la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, Casa de las Américas, Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales, Ministerio del Trabajo, Universidad de La Habana, Ministerio de la Construcción. De 1969 a 1977 dirigió un equipo en la Comisión de Orientación Revolucionaria. Lo integraban varios diseñadores y realizadores y respondía directamente al Comité Central del Partido Comunista.
Como se puede ver en la exposición, realizó muchos afiches. Fue un soporte por el cual demostró un gran interés, pues consideraba que es “un papel sobre la pared que debe influir”. Sus carteles marcaron una época y unos cuantos tuvieron una gran difusión internacional. Muchos de los diseñados por él en Cuba eran de contenido político y varios se hicieron icónicos. Entre ellos está uno perteneciente a la serie de la campaña por la liberación de la activista afroamericana Angela Davis. En la exposición de la Complutense está reproducido en grandes dimensiones en la entrada y en el interior. Apareció en revistas y se utilizó en postales y cartas que llevaban al dorso la firma de Davis. Y fue utilizado para encabezar las manifestaciones multitudinarias que tuvieron lugar en 1971 en Estados Unidos para protestar por su encarcelamiento.
A las numerosas obras representativas de esa etapa pertenece la veintena de piezas con la imagen del Che Guevara, que Beltrán creó entre 1967 y 1977. En la mayoría de los casos se trata de carteles alusivos a su muerte en Bolivia, pero se incluyen también ilustraciones para cubiertas de revistas. Asimismo, en 1971 realizó una serigrafía, de la cual se imprimieron 200 ejemplares. A diferencia de los afiches que entonces diseñaron Alfredo Rotsgaard, Olivio Martínez y Elena Serrano, que se caracterizan por la riqueza cromática, en los suyos Beltrán opta por una escueta gama de colores fuertes, con un marcado predominio del rojo.
Un aspecto a destacar en ese conjunto y que se aprecia igualmente en otros trabajos suyos, es el uso del documento fotográfico en bruto, con luz y sombra y sin medios tonos. Prescindió, asimismo, del empleo del fotomontaje, algo que Beltrán rechazaba, lo mismo que la adición de elementos dispares, la manipulación del negativo y el collage. En la serigrafía a la cual antes aludí, utilizó la famosa foto que Alberto Korda le tomó al Che en 1960, y la recreó a partir de líneas horizontales rojas y negras contrastadas. Eso le daba cierto efecto que recordaba el estilo visual del Op-art. Volvió a usar esa misma técnica en 2011, en un afiche que hizo para apoyar una campaña contra la injusticia social.
Aportó soluciones eficaces e innovadoras
En afiches como los dedicados a la solidaridad con el pueblo vietnamita y a efemérides como el 26 de Julio y la victoria de Playa Girón, Beltrán demostró que el cartelismo de tema político no tenía por qué limitar artísticamente al diseñador. Fue capaz de sortear las restricciones ideológicas, la ortodoxia comunista y una determinada retórica revolucionaria. En un país donde los recursos eran escasos, le sacó el máximo partido técnico a aquellos con los cuales trabajaba. Convirtió en racional y creativa su obra informacional y propagandística, que era expresión de un concepto moderno. Eso le permitió aportar soluciones eficaces e innovadoras, que significaron una clara ruptura con la gráfica realizada en Cuba hasta ese momento.
Su precisión, su capacidad de síntesis y su eficacia comunicativa se materializaron admirablemente en los afiches que creó para apoyar campañas destinadas a concientizar y cambiar actitudes de la vida cotidiana y el mundo laboral. A una de esas campañas, la del ahorro de electricidad, pertenece la obra que más ha identificado su trabajo y que ha tenido una enorme difusión internacional. Es de 1966 y en ella Beltrán se mantiene fiel a su laconismo en el uso del color y a su sencillez formal. En el centro de una gran superficie azul aparece en amarillo y con tipología de letra de palo la palabra Clik, que se asocia al efecto de apagar la luz. En la parte inferior, en letras blancas y más pequeñas se lee: Ahorro de electricidad es ahorro de petróleo.
Beltrán diseñó un cartel que transmitía el mensaje de manera diáfana y con la máxima economía de elementos: ahorrar petróleo no cuesta trabajo, solo basta con apagar las luces innecesarias. Representa un ejemplo modélico de comunicación visual, pues como hizo notar el propio artista, “transcribe la palabra tal como suena y transfiere de forma clara lo oral a visual, utilizando el color para enfatizar cómo se pronuncia la palabra”. Conviene destacar, asimismo, la elección de los colores: amarilla era entonces la luz que emitían las bombillas, mientras que el azul sugiere la oscuridad. Eso contribuye a que lo que se quiere comunicar sea más claro y fácilmente legible.
Del mismo modo que era consciente del poder de las imágenes, Beltrán sabía que hay palabras que pueden expresar más que una imagen. Ese es el caso de clik, que en el cartel adquiere el valor de un emblema visual. Esa es una de las claves de su increíble fuerza. Su eficacia se sustenta además en su declaración directa, sin retórica ni ornamentos. Y como ha comentado Mario Piazza, significa una invitación a actuar y a ser protagonista.
En otros afiches pertenecientes a esa campaña, Beltrán pasa a dar prioridad a la imagen. En uno de ellos, de una bombilla cae una gota que es recogida en una figura cóncava. Los colores son los mismos que usó en Clik: gris para la bombilla y la gota y amarillo para el que viene a ser el símbolo del ahorro. El mensaje es evidente y simple, lo cual responde a su finalidad comunicativa, que es informar y disuadir a unos receptores no necesariamente alfabetizados en el aspecto visual.
El carácter integral y abarcador que tiene la exposición da visibilidad a otros trabajos de Beltrán. Debe tomarse en cuenta que eran carteles de circunstancia y concebidos con una función utilitaria, y por eso mismo son mucho menos conocidos. Me voy a referir a un par de ellos que, igualmente, son una muestra de imaginación aplicada, rigor técnico y concisión. El primero forma parte de una serie destinada a prevenir sobre los accidentes. En un espacio negro aparece una figura humana en color amarillo y hecha a partir de elementos geométricos. Falta una de sus piernas y en su lugar unas letras rojas dispuestas verticalmente dicen: Evítelo.
El difícil reto de crear marcas
El segundo afiche advierte sobre el ausentismo laboral. Es una foto en la que se ve el vagón de un tren, del cual se están bajando sacos. En su interior hay dos carretillas cuyo contenido permanece sin descargar. Donde deberían estar los obreros responsables de hacerlo se ven dos signos de interrogación. En la parte superior, en letras blancas se lee: No abandones tu puesto.
La actividad profesional de Beltrán también se extendió al campo editorial. Suyas son las cubiertas de los Premios Casa de las Américas correspondientes a las ediciones de 1962 y 1963, así como otras que hizo para Ediciones Unión y Arte y Literatura. Su preferencia por las formas geométricas está presente en Notas críticas, de Manuel Pedro González, La tierra de Saúd, de Manuel Díaz Martínez y Crítica sucesiva, de Cintio Vitier. En cambio, en Cuentos norteamericanos y Mariana, de David Buzzi, empleó el juego con la tipografía. Esta solución también la aplicó en Desde el diseño (1970), Letragrafía (1973) y Acerca del diseño (1975), los libros publicados por él en Cuba.
Por otro lado, entre 1979 y 1984 se encargó del diseño de la Revista de la Biblioteca Nacional. Esa publicación conservó hasta 1993 el concepto de la portada creado por él, aunque tras s de Cuba su crédito fue eliminado. En ella, Beltrán sigue fiel a su característica economía de elementos, así como al uso de muy pocos colores. Solo añadió una sobria ilustración que variaba en cada número y que siempre aparecía dentro de un cuadrado en blanco que ocupaba la mitad del espacio.
En 1967 presentó en La Habana la primera exposición individual de marcas hecha en América Latina. A aquella muestra Beltrán sumó otras similares, entre ellas 100 marcas (1997), en el Museo Franz Mayer, de la capital mexicana, Félix Beltrán: El logo como tipo (2008), en la Sala Manuel Santiago Ludeña de Artediez, en Madrid, y Supersignos (2016), en la Casa de América, también en la capital española. En esta última compartió el espacio con el español Cruz Novillo, pues sus organizadores quisieron reunir a dos de los máximos exponentes del diseño iberoamericano de logos. A su iniciativa se deben además Expomarca(Bogotá, 1980), primera exposición colectiva de marcas hecha en América Latina, y Logo World (1994), muestra exhibida en Ostende.
Consideraba que crear marcas es uno de los principales retos del diseño, porque exige ser lo mínimo para diferenciar lo máximo. Fue un desafío que él asumió con un alto grado de intuición y, sobre todo, con un conocimiento cabal de las reglas esenciales de su gramática: conceptualización nítida, reconocimiento inmediato, rigurosa unidad de forma e idea, valor permanente, capacidad de universalizar el significante.
Una de sus primeras obras en ese campo data de 1960, cuando aún se hallaba en Estados Unidos. Se trata del logotipo para Electric Harvest Stores. Está hecho con las dos iniciales del nombre de esa cadena de tiendas. La E está invertida y ensamblada a la H, de modo que esta sugiere un enchufe conectado a una toma de electricidad. Tras volver a Cuba, Beltrán creó marcas, logotipos y símbolos para instituciones y organismos estatales como el Ministerio de Trabajo, Museo de la Música, Instituto del Libro, Cruz Roja Cubana, Museo Nacional, Ministerio de Salud Pública, así como para el Pabellón Cubano en la Exposición Internacional de Montreal.
El prestigio internacional que pronto adquirió con su labor hizo que también recibiera encargos de firmas del extranjero. Así, en 1965 realizó la marca para la rama de transporte de mercancía de la aerolínea española Iberia. Está diseñada con elementos geométricos de extrema sencillez, y como ha comentado Servando González, al primer golpe de vista da una idea de movimiento, de velocidad. Pero al observarla con más detenimiento, advertimos la forma de un envase.
Se fue de Cuba por la falta de socialismo
En 1982, Beltrán salió definitivamente de Cuba. Pero a diferencia de muchos compatriotas suyos, no se fue a Estados Unidos, sino a México. Renunció a la ciudanía cubana y adoptó la de ese país, a la cual tenía derecho por ser la de su madre. Acerca de esa decisión, aclaró que la tomó como protesta y que no era un exiliado. En una entrevista en el diario español El País expresó que nunca había renunciado a los principios originales de la revolución cubana, “un proceso social que pretendía trascender el capitalismo y que resultó un capitalismo de Estado despiadado con una cultura de poder despiadada y sectaria. Me gusta decir que no me fui de Cuba por el socialismo, sino por la falta de socialismo”. Se alejó así de la revolución que él había contribuido a proyectar internacionalmente, a través de sus carteles.
En México desarrolló una intensa actividad en varios frentes. Organizó exposiciones, fundó archivos y galerías, creó e impartió clases. Esta última labor la realizó en la Universidad Autónoma Metropolitana (1982-2021), y a su magisterio se debe la formación de decenas de diseñadores. Les inculcó además sus principios éticos. En sus clases insistía a los alumnos que debían aprender a decir no y a no olvidarse de “las apremiantes carencias sociales no resueltas por la indiferencia, porque estas no resultan lucrativas”.
En una entrevista que le hizo el diseñador cubano Pepe Menéndez, le comentó: “En México he trabajado para clientes poderosos como Apple, pero he ido poco a poco separándome de los clientes tradicionales. Y prefiero centrarme en cuestiones menos lucrativas, pero de más interés. He hecho carteles contra los abusos a la mujer, contra las adicciones, cuestiones todas muy apremiantes”. Apoyaba con el ejemplo lo que enseñaba en sus clases y nunca aceptó trabajar para empresas que representaban valores contrarios a los suyos. Y demostró que incluso en una sociedad capitalista, un diseñador puede dedicarse a su profesión sin claudicar ni traicionar sus convicciones.
Aunque se concentró en la faena docente, Beltrán no abandonó la labor creativa. Eso se pone de manifiesto en los carteles, marcas y logos que se exhiben en Madrid. Hay un aspecto a hacer notar en varias de las piezas, y es que amplió el abanico cromático y utilizó colores que no aparecían en los trabajos que hizo en Cuba. Eso se ilustra, para citar unos pocos ejemplos, en la invitación para el trigésimo aniversario de la Universidad Autónoma Metropolitana, en el mural para Arquimex (1989) y en la serie de afiches para el ciclo de exposiciones Maestros del diseño gráfico. En cuanto a los símbolos y marcas, mantuvieron el sello distintivo de ser concisos y sugerentes. Dos ejemplos especialmente logrados son los creados por él para la fábrica de cartón Allien y para T Shirts de México. En este último estudió las posibilidades gráficas de la letra T y de ella derivó la forma de la camiseta.
Dos libros imprescindibles
Al lado de las piezas que integran la exposición, aparecen reproducidos una buena cantidad de sus consejos. Consistían en frases en las cuales condensaba en unas pocas palabras ideas y consideraciones sobre su profesión, acumuladas por él durante sus más de cinco décadas de ejecutoria. Estaban dirigidas principalmente a los jóvenes que aspiraban a dedicarse al diseño gráfico, pero también a aquellas personas que simplemente estaban interesadas en conocer las motivaciones que dieron origen a sus trabajos. A modo de muestra, copio a continuación algunos de sus consejos:
“Busca el sentido práctico y social (no existe lo apolítico en el diseño)”; “Todo diseño cobra sentido si parte de la verdad”; “¡No te rindas! (El talento es una consecuencia de una práctica constante y de aspiraciones perfeccionistas)”; “Sé consciente de las contradicciones”; “Si no comprendes bien los problemas no puedes ayudar a resolverlos”; “Simplifica, simplifica, simplifica”; “Quien sueña con ser diseñador gráfico debería primeramente despertar y conservar los ojos abiertos”; “El diseñador es una especie de telegrafista (siempre tiene un mensaje que enviar)”; “Todo diseño cobra sentido si parte de la verdad”; “Una palabra dice más que mil imágenes”.
La muestra que puede verse en Madrid estuvo precedida por la salida en 2022 de dos libros dedicados a Beltrán: Félix Beltrán. Siempre el diseño y (353 páginas) Félix Beltrán. Inteligencia visual (391 páginas). Ambos aparecieron bajo el sello de Ediciones Complutense y fueron preparados por Sonia Díaz y Gabriel Martínez, quienes para el segundo contaron con la colaboración del diseñador y de su compañera Teresa Camacho. Aunque desde hace años existe una extensa bibliografía sobre él, hasta ahora se echaba en falta una investigación rigurosa sobre su trabajo. Una deuda que vienen a saldar estos dos títulos que desde ahora son imprescindibles.
Félix Beltrán. Siempre el diseño es un compendio de sus artículos, entrevistas y opiniones. Recoge, asimismo, los tres libros que publicó en los años 70. Félix Beltrán. Inteligencia visual es la primera monografía de su producción gráfica. Rescata cientos de sus carteles, logos y portadas, y fue a partir de ese material que se montó la exposición. Beltrán estuvo presente en la presentación de esos libros que se hizo en el mes de septiembre en la V Feria Internacional de las Universitarias y los Universitarios (FILUNI), celebrada en la capital mexicana en el mes de septiembre.
La exposición y los dos libros constituyen un inestimable aporte al conocimiento cabal de la labor de quien es un paradigma del mejor diseño conceptual hecho en Iberoamérica. Sus trabajos, creados por encima de modas e influencias, han sabido perdurar en la memoria y en el tiempo, y su divulgación resulta hoy tan oportuna como necesario. Así opina Joan Costas, quien comentó que “las nuevas generaciones de grafistas merecen que la obra de Félix Beltrán ilumine sus itinerarios en este mundo cotidiano donde hay tanta confusión, tanta devaluación de lo auténtico, tanta pérdida de lo esencial”.
Exposición Félix Beltrán. Inteligencia visual. El diseño en sentido social. Centro Arte Complutense (planta baja del Museo del Traje), Avenida Juan de Herrera, 2, Madrid 28040. Horario: de martes a sábados de 10 a 18:45. Domingos y festivos de 10 a 15. Lunes cerrado. Se podrá visitar libre y gratuitamente hasta el 16 de abril de 2023.
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