Actualizado: 29/04/2024 20:56
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El estado de malestar

La tradición de considerar el choteo como un defecto, cuando se transforma en permanente válvula de escape, ha adquirido categoría emblemática.

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Algo absoluto y habitual

¿Por qué este escritor ha hecho del choteo algo "absoluto y habitual" en su menesterosa vida cotidiana? ¿Por qué se le ha convertido en un "hábito" más pernicioso que su vicio de fumar? ¿Por qué necesita chotear y chotearse constantemente?

Antes de sugerir una hipótesis, quizás sea útil y ácido considerar algunas implicaciones del choteo, bajo la obvia premisa de que el fenómeno no sólo pertenece a nuestro "siempre tan alegre e ingenioso" archipiélago caribeño, "guarachero y chistoso".

Los fines de la historia del choteo en Cuba —Perry Anderson podría ayudarnos— parecen necesitar una paralela relación con los entusiasmos y los desalientos políticos que hemos padecido hasta hoy, no sólo de los consiguientes períodos dictatoriales y sus perversas represiones, que culminan en las atrocidades de hoy. Es decir, si el efecto ha sido chotear, abordarlo desde sus dos caras: contra qué y a favor de qué, hasta llegar a un solitario, trágico contra. Dialéctica del abatimiento, homenaje a Lovecraft en Las montañas de la locura

También que se le vincule íntimamente a lo que Elías Canetti apunta en Masa y poder, cuando trata La orden, y habla de los mecanismos para librarse del aguijón: "Del lado que se la contemple, la orden, en la compacta forma acabada que después de su larga historia adquiere hoy día, es el elemento singular más peligroso en la convivencia de los hombres. Hay que tener el coraje de oponérsele y conmover su señoría. Deben hallarse medios y caminos de mantener libre de ella la parte mayor del hombre. No debe permitírsele rasguñar más que la piel. Sus aguijones deben convertirse en espinas que se puedan desprender con leve ademán".

El escritor del "estado de malestar" en la asamblea del viernes 7 —cuyo nombre omito para que no invente otro chiste contra sí mismo—, padece la ilusión de que el humor es capaz de extraerle el letal aguijón de una dictadura a la que honradamente entregó su juventud. Cree que el choteo le protege, y lo peor, se hace la ilusión de que se trata de un acto de valentía, mientras el Poder ríe, se ríe de la frase, del autor y de los oyentes.

La subversión del choteo no explica el acto sadomasoquista de haber asistido a la asamblea, y no se trata de uno de los escasos escritores que tiene auto funcionando o puede pagarse un turistaxi en chavitos —dólares disfrazados para cobrar el disfraz—. Lo patético es que a lo mejor fue para lanzar el chiste, demostrarle a los amigos que su lengua se mantenía bífida, aguda, sin miedo porque él siempre ha sido un duro…

La historia —narrativa erudita— alguna vez reseñará los papeles de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba desde la fundación ilusionada hasta su ineludible desaparición. Las últimas asambleas tendrán un sitio más amargo: entre los que fueron porque planean irse del país una temporada, lo más larga posible, y los que fueron para solicitar la entrada al país de una computadora o un DVD; entre los traductores que piden se les paguen adeudos miserables, y contestatarios oficiales que denuncian el fin de los boletos para almorzar, alimentan la ilusión de un espacio no enajenado; entre el que desea que las autoridades lo vean aún fiel, para que le acaben de dar un apartamento en la Siberia de Alamar, y la que exige que Ediciones Unión le publique su libro de cuentos…

Cuando aparezca nuestro Carlo Ginzburg — El queso y los gusanos—, que escriba a partir de la microhistoria y sus axiomas El choteo y los cubanos, en el portón de hierro de la destripada UNEAC, en 17 esquina a H, a lo mejor este amigo le repite el chiste, con variante: "Ahora sí estamos construyendo el estado de malestar". Mientras —antes y ahora— el Poder se le ríe en su cara, y ni se da cuenta.


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