El impulso de poseer lo que se ama
François Ozon ha hecho una versión muy libre, a la vez audaz y fiel, de uno de los clásicos indiscutibles del cineasta y dramaturgo alemán Rainer Werner Fassbinder
En la pasada edición de la Berlinale, François Ozon (París, 1967) abrió la competición oficial con el que, de momento, es su último film: Peter von Kant (Francia, 2022, 84 minutos). Se trata, como él lo ha definido, de una versión muy libre de Las amargas lágrimas de Petra von Kant, uno de los clásicos indiscutibles del cineasta y dramaturgo germano Rainer Werner Fassbinder (1945-1982). Sea una simple coincidencia o algo planificado, conviene hacer notar que aquella película se estrenó hace justamente cincuenta años en ese mismo festival.
No es la primera vez que Ozon se acerca a la obra del famoso realizador. Su segundo largometraje, Gotas de lluvia sobre piedras calientes (2000), estaba basado en una pieza teatral que Fassbinder nunca adaptó a la pantalla (fue algo que hizo en varias ocasiones). A propósito de esto, el crítico español Juan Sardá ha comentado que “ya en su primer filme, Los amantes criminales (1998), Ozon se postulaba como el heredero francés del turbulento cineasta alemán al crear imaginarios turbios y marcados por el exceso de las pasiones y los sentimientos”. Aparte de que reconoce que con Fassbinder aprendió a amar el rodar películas, Ozon admira la cultura alemana y en su etapa escolar estudió ese idioma. Esa admiración se puso de manifiesto en Frantz (2016), una de las obras mayores de su filmografía, que se ambienta en Alemania tras finalizar la Primera Guerra Mundial.
Peter von Kant es un proyecto que tiene mucho de tour de force, de salto mortal. Significaba rehacer una película de culto, que hasta hoy es admirada y que influyó en directores que se dieron a conocer posteriormente. Ozon ha declarado que no se propuso filmar un remake, sino que le interesó “darle otra perspectiva a un texto que ya es un clásico”. Y añade: “Quería rodar una versión de aquella película con la que pudiera identificarme de forma más directa (…) Y hacer las lágrimas más reales para los espectadores de hoy. Que las lágrimas fueran compartidas y no solo admiradas”.
En esa relectura, Peter von Kant es un exitoso director de cine que se halla en la cima de su carrera. Vive con su asistente Karl, a quien le gusta humillar y tratar como a un esclavo. Su amiga Sidonie, una gran actriz que fue su musa durante muchos años, le presenta a Amir, un apuesto joven de origen magrebí de escasos recursos. Peter se enamora perdidamente de él. Le ofrece alojarse en su apartamento y le brinda ayuda para entrar en la industria del cine. El plan funciona, pero en cuanto adquiere fama Amir rompe con Peter y lo deja desolado y solo para enfrentarse a sus demonios.
Fassbinder escribió la obra teatral en 1971. Originalmente era una pieza breve, pero al trasladarla a la pantalla la expandió: de poco más de una hora, pasó a durar dos. La concibió en clave femenina y lésbica, y la protagonista, Petra von Kant, era una diseñadora de moda de gran fama y prestigio. En su relectura, audaz y fiel a la vez, Ozon volvió a la pieza original (de ahí la duración del film), aunque cambió el final. Asimismo, reemplazó el mundo de la moda por el del cine y convirtió en masculinos los tres personajes centrales.
Volver al impulso original
Ese cambio del género sexual hace que Fassbinder pase a ser el protagonista no acreditado de la película. Ozon se guio por su intuición de que aquel texto era en realidad una transposición de una de las historias de amor apasionado vividas por el cineasta. Este se enamoró de Günter Kaufman, quien era heterosexual, estaba casado y actuó en varias de sus cintas (El mercader de las trece lunas, El matrimonio de Maria Braun, La tercera generación, Lola, Veronika Voss, entre otras).
Eso ha sido confirmado por la editora y última compañera del cineasta, Juliane Lorenz, quien hoy dirige la Fundación Fassbinder. De acuerdo a ella, aquel episodio inspiró Las amargas lágrimas de Petra von Kant. “Fassbinder había transpuesto su infeliz historia de amor con uno de sus actores favoritos a una historia de amor lésbico entre una diseñadora de moda y su modelo”, comentó.
Ozon expresó que lo que ha hecho es “volver al impulso original”, restituir las identidades ocultas y sacar a la luz lo que la obra teatral tenía de autobiográfico. Petra von Kant era un trasunto de del propio autor, era este travestido. Peter von Kant deviene así un juego de espejos, en el cual se subvierte la pasión tóxica que en la vida real Fassbinder sintió por Kaufman. En su atractiva relectura, el realizador francés envuelve el eje central del texto original con la propia vida del director alemán, quien murió de treinta y seis años a causa de una sobredosis de somníferos. Se ha especulado que fue un suicidio, y uno de sus compañeros, el director Hans-Jüurgen Syberberg, comentó que “casi se esperaba que explotara así una vida que se abrió en tan poco tiempo”.
El homenaje que se rinde al creador de La ley del más fuerte se anuncia ya desde el inicio de la película. Antes de que comience la acción, en la pantalla se ve la parte superior de su cara, una imagen que pertenece a una famosa foto que le tomó Itsvan Bajzat. También es revelador de ese deseo de Ozon el hecho de que Peter esté interpretado por Denis Ménochet, quien tiene un cierto parecido con el realizador de Todos nos llamamos Alí. Esa similitud física es acentuada de modo claro en la secuencia final, cuando el protagonista está solo y a oscuras en su apartamento. Ozon reforzó su tributo con la presencia de Hanna Shygulla, quien en Las amargas lágrimas de Petra von Kant daba vida a esta y que aquí aparece haciendo un papel menor.
En cuanto a los temas y a lo que se narra, la cinta de Ozon guarda fidelidad al texto teatral y a la versión cinematográfica. Estamos, en primer lugar, ante la historia de una pasión autodestructiva, así como del impulso de poseer a quien se ama. Tras enamorarse de Amir, Peter pasa a abusar de su inocencia y de su afán de triunfar. Sabe que por su celebridad y su posición social puede seducirlo. Resulta lógico que, a su vez, el joven se sienta deslumbrado por él. Pero cuando Amir logra triunfar por sí mismo, los roles se invierten. Él pasa entonces a chulear a Peter y a atormentarlo tanto como él degrada a Karl. Los tres personajes son pisoteados o se pisotean uno al otro, en un círculo viciosos de relaciones tortuosas, deseo, degradación, perfidia, sumisión y corazones rotos.
Denis Ménochet realiza un trabajo descomunal
Al transformar al protagonista en director, Ozon incorpora las relaciones de dominación y sumisión que también se dan en el mundo del cine. Del mismo modo degradante e inhumano con que trata a quienes se hallan a su alrededor, Peter se comporta despóticamente con sus actores, algo que estos le consienten por su fama de genio. Eso es lo que él trata de hacer con Amir, pero no consigue hacer que este se someta a su voluntad. En la secuencia del día de su cumpleaños, uno de los personajes da de él esta gráfica descripción: “Gran cineasta, mierda humana”.
En la dirección de Ozon se pueden reconocer huellas del universo narrativo y visual de Fassbinder. Un ejemplo es su capacidad para pasar de un registro a otro, algo que, sin embargo, el realizador francés no siempre domina tan bien como su “hermano mayor”, como ha llamado al radical artista. En las primeras secuencias la puesta en escena es algo plana y los diálogos tienen un peso excesivo. Pero después el tono farsesco, con el cual Ozon busca desmarcarse de la frialdad y la distancia del original, da paso a las escenas de mayor intensidad y fuerza dramática. Eso hace que a partir de entonces la película remonte hasta alcanzar su clímax en la magnífica escena del cumpleaños de Peter.
Denis Ménochet realiza un trabajo tan descomunal como impecable. Despliega una gama de registros, que comienza con el arquetipo del homosexual amanerado para después exteriorizar toda la energía que acumula en las últimas escenas. En ellas concentra admirablemente la rabia, la soledad y el dolor que la partida de Amir le ha causado. A pesar de que no es un personaje con quien se puede simpatizar, Ozon demuestra sentirle compasión. Y hace que logre conmovernos, cuando finalmente comprende que amar no significa poseer.
A Ménochet lo acompaña un corto elenco que desempeña una notable labor. Además de Hanna Shygulla, en la película interviene Isabelle Adjani, quien se autoparodia al encarnar a una diva hoy marchitada, que siempre viste elegantemente y nunca bebe alcohol por la mañana. Asimismo, se desempeñan muy bien en sus respectivos papeles el debutante Khalil Gharbia (Amir) y Stefan Ducol (Karl). Este interpreta un personaje silente, que se limita a mirar, obedecer y amar al mismo hombre que disfruta degradándolo. No tiene una sola línea, pero desde la primera vez que sale atrapa nuestra mirada y su actuación es de las que es difícil olvidar.
Aparte de sus indudables valores y aciertos, Peter von Kant se anota el mérito adicional de venir a recordarnos la vigencia del carácter subversivo e irreverente de la obra de Fassbinder. Como escribió Daniel Marín, “no ha existido ni existe ni volverá a existir nadie como él. Demasiado talento, demasiado furor, demasiado deseo de cine, amor y muerte”.
Trailer de Peter von Kant (HD)
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