Actualizado: 17/04/2024 23:20
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El poeta muda de armas

En su estreno como cuentista, Alex Fleites no ha escrito, como es usual, narraciones poéticas, sino textos esencialmente narrativos en los que se acerca a la compleja realidad de la Cuba de hoy

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Veintisiete años después de haberse dado a conocer como poeta y cuando cuenta con una trayectoria literaria que, de momento, se ha materializado en nueve libros, Alex Fleites (Caracas, 1954) ha sorprendido a propios y extraños al debutar como narrador. En mayo viajó a Xalapa, México, para asistir a la Feria del Libro Universitario, donde presentó el volumen de cuentos Canta lo sentimental, publicado por la prestigiosa Universidad Veracruzana. La edición, por cierto, es muy cuidada, y el único detalle incongruente es la foto de la cubierta, que nada tiene que ver con el contenido de los textos.

El estreno como novelista o cuentista de un autor que, hasta entonces, había acumulado una abundante producción poética, suele despertar cierta desconfianza. Ese recelo se funda en el temor de que la mudanza de un género literario a otro sea más aparente que real. Que quien la hizo no haya sido capaz de “despoetizarse”, de desprenderse de las herramientas y el lenguaje poéticos. En muchos casos, eso da lugar a novelas y cuentos poéticos, en las que lo segundo acaba por imponerse sobre lo primero. Afortunadamente, no es ese el caso de Canta lo sentimental. Lo destaca Leonardo Padura en las palabras que redactó para la contraportada del libro al cual está dedicada esta reseña: “A diferencia de lo que resulta más usual, Alex Fleites no concibe narraciones ‘poéticas’, sino verdaderos cuentos, esencialmente narrativos, a través de los cuales siempre nos entrega la certeza de la trama”.

“De esto exactamente cuatro meses, porque la fecha hay que decirla con toda precisión: 31 de diciembre. Chavela me había enseñado la primera edición de Paradiso. La tenía desde la Escuela de Letras, de lo más conservadita. Bueno, la cosa es que se lo comenté a Manolo. Mi sangre, dijo, hay un yuma que me tiene loco con ese libro; dile a ella que lo suelte; ya verás que sacamos unos dólares para despedir el año como Dios manda; que todo no puede ser trabajo y responsabilidad; la familia, varón, necesita su esparcimiento; tállale el book y se va a acordar de mí; esa mujer se está matando con las clases y las guardias docentes; pero díselo como cosa tuya, tú sabes que ella no me puede ver desde el negocio del puré de tomate”.

Así comienza “De Sargadelos”, uno de los once cuentos que conforman la colección. Lo he reproducido para ilustrar lo apuntado antes. Sin embargo, hubiese podido seleccionar cualquiera de los otros. En todos, Fleites pone de manifiesto que en esta su primera incursión en la prosa de ficción se desenvuelve con paso seguro y firme. Revela ser un buen contador de historias, a lo cual hay que sumar su capacidad para urdir unas tramas imaginativas e ingeniosas. Asimismo posee la intuición de la medida justa, lo cual le permite dar a cada narración el espacio adecuado. Así, hay piezas como “Uno de invierno”, que solo tiene media página. En cambio, otras como “Dos veces Karen”, “Orquídeas o bromelias”, “De Sargadelos” y “Canta lo sentimental”, van de las quince a las treinta y pico.

El fragmento que reproduje más arriba da cuenta de otro aspecto a resaltar. Me refiero al discurso narrativo que se sirve de la oralidad, y que Fleites emplea en algunos cuentos. Esos registros aparecen captados y recreados con acierto, aunque resulta fácil advertir que tras esa escritura hay algo más que buen oído e imitación del lenguaje coloquial de los cubanos. Por otro lado, conviene decir que en Canta lo sentimental su autor transita por un variado espectro de registros. Eso se extiende a las estructuras y también al punto de vista de los cuentos (esto último permite a Fleites dar voz a una variopinta galería de personajes). Todo ello da al libro otro de sus logros, que es la diversidad.

Una colección variada

En las palabras de la contraportada, Leonardo Padura señala que la mudanza de armas de Fleites se produce en “un momento complejo de la historia de Cuba, a la cual trata de acercarse y entender a través de las peripecias y personajes (singulares pero comunes) de esta docena de relatos”. En efecto, varios de los cuentos de Canta lo sentimental proyectan una imagen de la realidad social de la Isla, de los problemas cotidianos y dificultades que para el cubano de a pie significa el día a día. Fleites, no obstante, no pone énfasis en los aspectos que sobresaturan buena parte de la narrativa que aborda esa realidad (las jineteras, la destrucción de La Habana). Opta por un acercamiento menos testimonial y sociológico, menos atento al cuadro general. Prefiere concentrarse en situaciones mínimas o aparentemente menores, varias de las cuales aparecen recreadas a través del prisma del humor.

Escojo un ejemplo para ilustrar. Se trata de “Lo cogieron por los huevos”, que forma parte, junto con otros dos textos breves, de “En el parque de Calzada”. Está construido a partir del diálogo que sostienen dos hombres, uno de los cuales se dedica al mercado negro, o bolsa negra, como la llaman los cubanos. Acaba de salir de la cárcel y le cuenta al otro que, para sus negocios, usaba un overol de mecánico y una caja de herramientas, en donde ocultaba los huevos que vendía. “Tenía mis puntos fijos. Iba al directo. Y en media mañana mataba la jugada. Limpio: cien cañas diarios. Los otros cien, para el que los saca de la granja. Eso sí, ni sábado ni domingo trabajaba, que esos días son para la familia”. Una mañana tuvo la mala suerte de que al salir de su edificio, se encontró un carro de la policía estacionado al frente y con el capó levantado. Uno de los policías trataba de echar a andar el motor y, al verlo, le pidió ayuda. Él trató de eludirlos; que lo suyo era la refrigeración, que en la automotriz estaba frito. Se fue poniendo nervioso y… “Tres meses en el tanque. Receptación y actividad ilícita”. El amigo le comenta entonces que tras esa experiencia, ya no se dedicará más a la especulación. Su respuesta es: “¿Qué tú crees? ¿Y quién le va a conseguir la jama a los muchachos?”.

Pero como ya dije, Canta lo sentimental posee, entre otros logros, el de ser una colección variada. Un aspecto que incluye tanto el plano estético como el temático. Así, aparte de los cuentos a los que hasta aquí me he referido, hay otros que tratan temas de otra índole. “Blame it on my youth” cuenta una iniciación sexual que finalmente se ve frustrada. En “La dama de Hong Kong”, un ingeniero de La Habana está varado en el aeropuerto de esa ciudad, a causa de una avería en el avión donde regresaba a la Isla. Esa noche le toca compartir el espacio en un salón de espera con una paraguaya, quien tampoco está autorizada a trasladarse a un hotel. Como él, aunque en circunstancias muy diferentes, ella viene de perder a su pareja. “Nada por acá” narra una historia triste que elude cualquier asomo de patetismo o nota sentimental. Sus protagonistas son un enano, un mago y una trapecista de un circo al borde de la quiebra.

Muchas otras cosas, en fin, pueden ser dichas sobre este libro tan pulcra y estupendamente escrito. Ya otros seguramente se ocuparán de hacerlo con rigor y autoridad. Yo solo he querido dar noticia de su publicación y recomendarlo a los lectores. Mientras se hacen de un ejemplar y para que vayan haciendo boca, aquí les copio uno de los cuentos que forma parte de Canta lo sentimental, el titulado “Uno de invierno”. Que lo disfruten.

“Iba por la esquina que forman las calles 10 de Octubre y Tamarindo, cuando sentí que desde enfrente el hombre me hacía señas. Estaba, desconcertado, en plena vía. Toreé una guagua y una rastra que remontaban la loma con asmática dificultad. El viento frío de la tarde jugaba con las hojas caídas de los árboles sobrevivientes en la avenida. Tendría unos setenta años y no se veía precisamente abrigado, a pesar de la humedad. Lo ayudé a subir a la acera su silla de inválido. Luego me pidió que lo izara en brazos hasta el portal, junto a las puertas de La Diana, un sitio con poca luz, de paredes renegridas, abarrotado de seres atrabiliarios y torvos. Volvió a acomodarse en la silla y me sonrió como disculpándose. ‘Voy a tomar un poco de sol’, dijo. Y entró al bar”.