Actualizado: 15/04/2024 23:17
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¿El que calla otorga?: Lecciones del pospavonato

A raíz de los ataques publicados en La Jiribilla contra Jorge Luis Arcos, miembro del Consejo de Redacción de Encuentro.

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Creo que vale la pena, porque viene muy al caso, incluir aquí un párrafo de entonces: "Si de algo sirve este anti-diálogo es para analizar las dificultades que aun presenta la edificación de una crítica del socialismo desde la izquierda. No solamente falta un aparato teórico sólido para emprenderla, un trabajo intenso desde la indagación comprometida pero ardua, que haga visible esa metodología imprescindible, sino también alejar los persistentes fantasmas que corroen entre los intelectuales revolucionarios la capacidad de destinar parte de su trabajo intelectual a temas tan álgidos como comprometidos con su contexto inmediato. Pues, para su mal, están siempre los vigilantes celosos, el verbo engrasado para descalificar a quien no cumpla con los requisitos de prestigio (que por ahora van siendo los de sostener la crítica desde las posturas de lo políticamente correcto, o el balance didáctico entre logros y deficiencias, de manera que las segundas queden empequeñecidas con las primeras o, como es el caso, que citar mal descalifica y, sobre todo, hace sospechoso todo el planteo) pues siempre está presente el fantasma aquel de que criticarnos le da armas al enemigo. Varias décadas de enfrentamiento nos enseñan que no hacer la crítica les da más armas todavía. Y hasta razones para descalificarnos".

Se confirma lo que escribiera Francis Sánchez: la crisis de la baja cultura nos concierne. Pero, en este caso, la crisis de una cultura de la ética. Nuestra respuesta debería ser desconocer esa autoridad, denunciar donde haga falta su bajeza intelectual y moral. Al cabo, no vale temer darle armas al enemigo, porque bajezas de tal calaña se las dan de sobra. Más allá de las políticas, alianzas y presuntos presupuestos o principios que no ven en los métodos con tal de obtener sus fines, hay una dimensión que se llama ética.

Quiero decir que ya está bueno de aguantar las estupideces de quienes acusan a todo lo que les huele raro de anexionista, francotirador o de coquetear con el enemigo. Su discurso es el mismo de quienes, a nombre de la Revolución, han expulsado del país a los que no comparten su visión del mundo. ¿Qué pasa en sus cabezas que no tienen el valor de convivir con aquellos que no piensan igual? De gente de esa calaña se nutrieron los tiempos en que Virgilio Piñera o Lezama fueron mandados al más oscuro de los olvidos, eso que ahora denominan "errores en la política cultural". Para su desgracia, no tuvieron correo electrónico. De lo contrario, la historia de la literatura cubana fuera distinta. Tuvieron, eso sí, expertos en silenciar y muchos supuestos amigos incapaces de jugarse el arroz de los hijos por alzar la voz en su defensa. En su caso, quizás el silencio sea siempre más digno que cualquier discurso, cuando te sabes viviendo una plenitud solamente tuya, la de la creación y el brillo propio, asediada por los mediocres de siempre.

Si algo hemos aprendido del último mes es a no sostener el silencio ante semejantes bajezas. Si para algo debe valernos cuanto ha sucedido es para mantenernos despiertos ante los arranques inquisitoriales de las facciones que siempre se han sentido impunes para decidir quién es revolucionario y quién no, para las publicaciones con editores inconsecuentes, para auditorios presas de la más terrible de las indolencias, para tolerar lo bajo como norma. Mírese en ellas las huellas tangibles, materiales, de todos los períodos grises que se quiera, para saber que siguen latentes aquellos que desean una sociedad que no desobedezca la autoridad (autoridad que no tiene el valor de someterse a escrutinio pública y abiertamente, razón suficiente para perder cualquier autoridad posible). Son los nuevos pavones, que levantan la voz para atacar pero no se juegan el pellejo defendiendo ninguna causa en la que no halla antes tres o cuatro tipos poderosos apuntados. Si una publicación insignia de la imagen que de su cultura brinda Cuba al mundo requiere de semejantes métodos, la cultura que pretende representar está en serios problemas. En el caso de quienes no los compartimos, callar no es opción válida después de enero de 2007. Ahora mismo, callar no es otorgar, pero sí dejar hacer.


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