Actualizado: 22/04/2024 20:20
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Literatura, Literatura cubana, Poesía

Envejecer es duro oficio

Con su último poemario, Gustavo Pérez Firmat entrega un libro suavemente escéptico, sutilmente melancólico, en el que hay abundantes dosis de inteligencia, sensibilidad y buen hacer

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Tras una primera y no meditada lectura, The Last Exile (Finishing Line Press, Georgetown, Kentucky, 2016, 30 páginas) puede dar la impresión de marcar un punto de inflexión en la poesía del cubano-americano Gustavo Pérez Firmat (La Habana, 1949). Sin embargo, su escritura no presenta cambios realmente significativos a nivel estético, ni tampoco temático. Lo que puede parecer nuevo, en realidad es una manera más esencializada y reflexiva de hablar de temas que constituyen parte medular de su producción poética —también de su ensayística—, y que vine dada por la cordura y la severidad que dan los años.

Conviene apuntar que Pérez Firmat es el escritor cubano-americano que mejor y con más inteligencia ha sabido reflejar en su obra el conflicto de vivir con la conciencia de dualidad que resulta de haber perdido el espacio original sin haber conquistado otro; esa sensación de vivir en dos tierras muy distintas o de no vivir en ninguna. En su poesía, como ha apuntado Elías Miguel Muñoz, se presenta la problemática del que funciona, por obligación, entre dos culturas y dos lenguas que se excluyen y se niegan mutuamente. Algo que Pérez Firmat ha definido como la vida en vilo del exiliado.

En The Last Exile, Pérez Firmat, quien ha crecido en el exilio (llegó a Estados Unidos cuando tenía once años), reflexiona sobre lo que significa envejecer en él. Se refirió a ello en una entrevista, en la cual comentó con el humor y el ingenio que lo distinguen: “Lo duro que es durar (y más duro aún, durar duro)”. En tono más serio, aunque no más agudo, ha escrito que a medida que envejece, al exiliado el paso de los años se le vuelve hostil. En vez de vivir a tiempo, vive a destiempo. Envejecer en el exilio deviene así el envejecer del exilio. “Lo que pasa es que el tiempo pasa y llega un momento cuando te das cuenta de que no tienes regreso porque el lugar al que hubieras querido regresar ya no existe. Entonces el exilio deja de ser trauma pasajero y se convierte en malestar crónico —una espinita que llevas clavada en todos tus órganos vitales menos tu corazón, claro, porque tu corazón, según la famosa canción de Luis Aguilé, quedó enterrado en Cuba. Este malestar crónico agobia a los integrantes del llamado ‘exilio histórico’, entre quienes me cuento, con orgullo y desolación”. De la realidad del destierro crónico y de sus achaques, habla en su más reciente poemario.

Al igual que en Scar Tissue (2005), su anterior libro, en este Pérez Firmat sigue siendo protagonista, tema y objeto, pues en buena medida él escribe para entenderse. Pero, aunque parecen surgir de una meditación sincera basada en las vivencias propias, estos poemas destilan, a partes iguales, intimidad y distancia. Raramente emplea la primera persona (“Chivas” es el único escrito desde un yo confidencial; en los pocos restantes, el yo es un mero testigo). Prefiere emplear la tercera, un punto de vista desde el cual está concebida en su totalidad la segunda sección de The Last Exile, integrada por los catorce poemas sobre “Dirty Old Man”.

Conflictiva identidad

En uno de los primeros textos, el titulado “Legacies”, se refleja la conflictiva identidad de quien se desenvuelve entre dos mundos culturales y lingüísticos: “Look back and you see an island,/ sand and stucco and a Spaniard named/ José, just off the boat and already balding,/ pedaling a bike, peddling potatoes in Old Havana./ Look back again and you see an island,/ a clump of hibiscus and a park bench/ where another Spaniard, his name was Pedro,/ railed against sugar, praised the potato (…)// Yet another are days, weekday afternoons/ late in summer, when the longer you look,/ the less you feel for José’s island,/ and Pedro’s too, the less it touched you./ Then you put on the Tony Bennett CD/ and says: this is the tongue I use for feeling”. El exilio, en cambio, está presente de modo implícito. Solo aparece nombrado directamente en el único poema que tiene versión bilingüe, “After Exile”. Es además el más breve del libro: “Cincuenta y cinco años más tarde, concluido el Diluvio,/ todos han abandonado el Arca —menos Noé”. En esos dos escuetos versos, Pérez Firmat resume el destino trágico de ese Noé que se niega a desembarcar, pero que no tiene posibilidad de regreso porque su tierra ya no existe.

La preocupación por evitar que su escritura adquiera un tono abiertamente notarial, se hace más patente en la serie sobre el “Dirty Old Man”. Enhebrando informaciones disgregadas en esos poemas, se puede construir una tenue biografía de él. Es un hombre de setenta años, divorciado de su primera mujer, que llegó de otro país y se ha nacionalizado norteamericano. Desde hace cuarenta años se gana la vida impartiendo clases a estudiantes que no ve más al finalizar el semestre: “The don’t know it, but he needs them more/ tan they need him. Clases interrupt/ their lives. For hom, yeaching thm is his life./ Today he repeated the same line he always uses:/ This class, he said, is a marriage with an expiration date./ It worked. He wants them to feel abandoned too”. Le gusta la música de otra época —“the Great American Songbook”— y cree firmemente que los artistas que se atreven a versionar las canciones que popularizó Johnny Carson deberían ser borrados de la faz del planeta con un disparo.

Respecto a sus libros anteriores, en The Last Exile hay escasas referencias cubanas. También es notoria la intromisión de palabras en español, recurso con el cual Pérez Firmat sintetiza una poética del bilingüismo y de la experiencia bicultural, y que convirtió en una fuente de creación lúdica. Eso probablemente tiene que ver con lo que el también poeta Virgil Suárez señala en el breve texto que redactó para la contraportada. En esas líneas, apunta que sería un error leer esos textos solo como hermosos poemas acerca de un hombre que medita sobre su país, su familia y su historia, pues se trata de poemas que poseen una escala mucho mayor. Y expresa: “La rica y sonora voz de estos poemas se lamenta no solo de la desaparición de su lugar de nacimiento, sino del fin de un modo de vida. Nada permanece igual, cierto, y estos poemas expresan la verdad de lo que significa mantener tu vida dividida en dos mundos”.

Con The Last Exil, Pérez Firmat suma a su más bien parca bibliografía como poeta el que hasta la fecha es su mejor libro. Es un poemario suavemente escéptico, sutilmente melancólico, en el que hay abundantes dosis de inteligencia, sensibilidad y buen hacer. Esos textos lo muestran como un autor elegante, que escribe con contención y pulcritud. En ellos además adopta un tono narrativo en el cual conviven un sesgo reflexivo y una fina tesitura emocional. Y como hubiese dicho Borges, posee el carácter sereno y duradero de una obra clásica.