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Kuosmanen, Cine, Finlandia

Extraños en un tren

El segundo largometraje del finlandés Juho Kuosmanen es una road movie ferroviaria, en la que sus protagonistas emprenden un viaje que es tanto físico como al interior de sí mismos

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Es probable que los trágicos hechos que hoy nos ha tocado vivir no favorezcan la buena acogida entre los espectadores que merecería tener Compartimento no. 6 (Hytti nro 6, Finlandia-Rusia-Estonia-Alemania, 2021, 107 minutos). No dudo que habrá más de uno o una que muestre muy poco interés en ir a ver una película que tiene como uno de sus dos protagonistas a un joven ruso, que en su mayor parte está hablada en ese idioma y cuya trama transcurre íntegramente en el país que ha desatado una guerra sin sentido, al invadir a una pequeña nación vecina.

Afortunadamente, su estreno mundial el año pasado tuvo lugar en otras circunstancias, lo cual permitió que el filme se valorara con más objetividad. Tuvo un marco ideal, el Festival de Cannes, donde recibió ex aequo el Gran Premio del Jurado. Aquella excelente recepción continuó y Compartimento no. 6 estuvo nominada como mejor largometraje extranjero en los Globos de Oro, Premios César, British Independent Film Awards, Independent Spirit, Satellite Awards y Premios del Cine Europeo (en estos últimos compitió además en las categorías de mejor actor y mejor actriz).

Su director, el finlandés Juho Kuosmanen (Kokkolo, 1979), ya antes había llamado la atención con su primer largometraje, El día más feliz de la vida de Olli Mäki (2016). Con él compitió en Un Certain Regard, una de las secciones paralelas del Festival de Cannes, que se creó para reconocer el talento joven y fomentar obras innovadoras y atrevidas. Allí el cineasta ganó el premio a la mejor película. La cinta estuvo nominada también en los Premios del Cine Europeo, donde obtuvo el Premio FIPRESCI, que concede la crítica internacional.

Para realizar su segundo largometraje, Kuosmanen se inspiró en la novela homónima de su compatriota Rosa Liksom. Por su obra, esta recibió los premios Finlandia y Nórdico de la Academia Sueca. Desde que se publicó en 2010, ha sido traducida a diecinueve idiomas, y este año apareció la versión española, bajo el sello de Alianza Editorial. Al redactar el guion junto con Andris Feldmanis y Livia Ulman , Kuosmanen introdujo modificaciones de peso. Cambió de los 80 a los 90 la época en la cual se desarrolla la novela. Con eso, la historia pasó de ambientarse en la URSS a hacerlo en la Rusia postsoviética. El desconocido acompañante es mayor en edad que la joven finlandesa. Y, por último, el destino a donde esta se dirige no es Múrmansk, sino Mongolia. Por eso, más que basarse en la novela, el filme se inspira en ella.

La sinopsis de Compartimento no. 6 se puede sintetizar como sigue. Una joven finlandesa llamada Laura deja atrás una tediosa y enigmática historia de amor en Moscú y toma un tren para ir al yacimiento arqueológico de Múrmansk, en el Ártico. Durante el trayecto se ve obligada a compartir el diminuto coche cama con Ljoha, un joven ruso que va a trabajar en una mina. La convivencia y unos encuentros improbables unirán poco a poco a estos dos seres que, en apariencia, son completamente opuestos. Aquel inesperado encuentro los lleva a enfrentarse a la verdad sobre su propio anhelo de contacto humano. Y pone a prueba su necesidad y su anhelo de amor y afecto.

La película de Kuosmanen es una road movie ferroviaria, en la que sus protagonistas emprenden un viaje que es tanto físico como emocional, al interior de sí mismos. Lo hacen en un viejo tren ruso, en un recorrido que los lleva por la Rusia más profunda. El periplo demora varias jornadas que son agotadoras y duras, debido al intenso invierno. Esos dos extraños que se ven forzados a aceptar la compañía del otro son, aparentemente, seres antagónicos, que en la vida real nunca se hubieran cruzado una palabra. Pero progresivamente terminan estableciendo una relación que les permite comprender que tienen en común más de lo que ellos piensan.

El guion juega inteligentemente con las falsas apariencias. Laura es seria, cultivada, de carácter dulce y de corazón abierto. Estudia arqueología en Moscú y se ha enamorado de Irina, su casera. Asiste a reuniones que esta organiza, pero en las que no acaba de sentirse aceptada y comprendida. Irina y ella tienen además prioridades distintas, y Laura ha comenzado el viaje sin saber si la relación entre ambas ha terminado. En todo caso, a través de las llamadas telefónicas que ella le hace en las paradas del tren es evidente que Irina no la echa de menos y siempre tiene un pretexto para no seguir hablando. Para Laura, aquel viaje es, pues, un modo de huir de su amante, de sus amistades intelectuales y de sí misma.

Maravillosa e improbable química

Al empezar el recorrido, Lhoja es para Laura una presencia amenazante, con la que puede ser arriesgado compartir el reducido y cerrado espacio del compartimento. Su desconocido acompañante irradia un frío glacial. Es grosero, misógino, sin modales, no entiende de conflictos existenciales y, como buen ruso, es adicto al vodka. Hay que decir, no obstante, que los guionistas fueron bastante parcos al suministrar la información sobre él. Esas diferencias tan notorias explican que, al principio, Laura y Lhoja se repelen, y ella incluso trata en vano de que la cambien a otro compartimento. Pero el guion y el notable desempeño de los dos actores logran que entre ellos se cree una maravillosa e improbable química.

Como el propio director ha comentado, uno de los temas principales de su film es el poder transformador del encuentro con el otro. Asimismo, propone una reflexión sobre las conexiones que establecemos con los demás, sobre los prejuicios que separan a unos y otros y sobre la necesidad de conocernos y aceptarnos como somos. Este último aspecto y el del encuentro con el otro no se excluyen mutuamente, agrega Kuosmanen: “Cuando se conoce a alguien nuevo, existe la oportunidad de volver a empezar, de pretender ser algo que te gustaría ser. O una oportunidad para abrirse, para aprender algo nuevo sobre uno mismo”.

Entre Laura y Lhoja se va creando una convivencia llena de matices. Empieza por el temor y el rechazo, y poco a poco va dando lugar a una cálida amistad que parecía inverosímil. A medida que pasan tiempo juntos, los dos llegan a conocerse y a aceptarse como realmente son. Pese a sus miedos, ella demuestra que es una mujer fuerte y su determinación la empuja a seguir adelante. El viaje la ayuda además a despojarse de los impostados aires de intelectual. Por su parte, él, a pesar de su rostro ceñudo y de la apariencia de tipo duro que le da la cabeza rapada, revela que tras esa máscara se oculta un hombre tierno, encantador, vulnerable, que no tiene todo el control que finge tener. Al final, los dos acaban por reconocer en el otro sus propias identidades. Y Laura se da cuenta de que con Lhoja ella tiene más en común que con Irina.

Es pertinente anotar que la que se cuenta en Compartimento no. 6 no es una historia de amor. Sin embargo, no ha de faltar quien la interprete así. En todo caso, acerca de la conexión que se establece entre los dos personajes su director comentó: “Es algo que va más allá del amor romántico. No se enamoran realmente el uno del otro, no creo que quieran pasar el resto de sus vidas juntos. Tiene más que ver con conocer a alguien que te ve de una manera diferente a cómo te ve el resto de la gente. Existen lazos secretos entre ambos personajes porque están tratando de ocultarse detrás de una máscara, no se gustan a ellos mismos”.

La película se rodó en un tren auténtico, lo cual desde el punto de vista cinematográfico la ha beneficiado. En primer lugar, todo lo que se ve en la pantalla es real, físico, y hace que uno experimente la sensación de estar viajando en el tren. Una característica que, conviene anotarlo, no despoja a la historia de su sentido metafórico. En buena medida, eso se debe al muy buen trabajo del director de fotografía, quien aprovecha para poner de relieve la naturaleza fotogénica de ese medio de transporte.

Asimismo, ha sabido captar la situación de claustrofobia que viven los personajes. Para lograrlo, emplea planos muy cerrados. Los toma además con una cámara que se suma a la acción y adquiere incluso el rol de un personaje adicional. Probablemente para hacer que el espectador se centre en lo que ocurre en el interior, nunca hay imágenes de la locomotora ni tampoco del tren completo. En cambio, sí se incluyen varias secuencias que muestran la insondable soledad del paisaje exterior, siempre cubierto por una gruesa capa de nieve.

Kuosmanen demuestra de nuevo que es un cineasta que busca la conexión con el público a través de historias pequeñas y construidas con detalles sutiles. Opta por una narrativa clásica y sosegada, que se materializa en una película encantadora, cargada de ternura, toques de humor y melancolía. Seidi Haarla y Yuri Borísov realizan unas magníficas e intensas interpretaciones, que constituyen piezas esenciales del alma y la piel de la historia. El segundo, en particular, posee un gran carisma y sabe construir un personaje que va ganando en matices. Unos méritos que no pasaron inadvertidos para el jurado de la pasada edición Semana Internacional de Cine de Valladolid, que le concedió a Borísov el premio al mejor actor.