Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Gatos, Museos, Literatura

Fascinantes, cariñosos, traviesos e impredecibles

A pesar de que desde hace tiempo son las mascotas preferidas en todo el mundo, las nuevas tecnologías y las redes sociales han dado lugar y potenciado una verdadera fiebre felina

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Desde hace tiempo era una realidad innegable, de modo que hechos recientes solo han servido para confirmarlo. Los gatos son las mascotas preferidas en todo el mundo. En los hogares de países como Inglaterra y Estados Unidos, su número aventaja al de los perros, sus competidores más claros. Entre estos, por ejemplo, no existe hoy ninguno que pueda competir en celebridad con Grumpy, una gata estadounidense valorada en un millón de dólares. Para lograr su enorme popularidad, le ha bastado su peculiar cara, que le da una expresión de permanente enfado (en inglés, su nombre quiere decir gruñona).

En cambio, Grumpy tiene sobradas razones para estar siempre contenta. En la red, es toda una estrella. En YouTube, sus videos cuentan con más de 24 millones de visitas. Puede presumir además de tener ya un libro, Grumpy Cat: A Grumpy Book, que llegó a las librerías en julio y pasó a figurar en la lista de los más vendidos del diario The New York Times. Asimismo ha aparecido en las portadas de The Wall Street Journal y New York Magazine, así como en los programas de televisión Good Morning, America, CBS News y Anderson Live. Pero eso no es todo. Se han vendido más de 100 mil camisetas con su imagen, que va acompañada de frases como Este es mi cara feliz y Una vez me divertí, pero fue espantoso. Y en Amazon se puede comprar un calendario del 2014 con fotos de esta gata que es una auténtica máquina de producir dinero.

Grumpy, sin embargo, es solo un ejemplo de la fiebre felina potenciada por las nuevas tecnologías y las redes sociales. El pasado 11 de octubre, el centro cultural La Casa Encendida, de Madrid, acogió la primera edición del Cat Film Festival. La organizó la Asociación de Amigos de los Gatos del Retiro, que se dedica a proteger, alimentar y dar atención veterinaria a las colonias felinas que viven en ese parque. El evento toma como referencia uno similar que se realizó en Minneapolis en agosto del año pasado, y que convocó a más de 10 mil personas.

Madrid también es el sitio donde se acaba de poner en marcha otra singular iniciativa relacionada con los felinos. Se trata de La Gatoteca, sede de la ONG Abriga (Asociación Benéfica por el Rescate e Inserción de Gatos en Adopción). Está en la calle Argumosa, a pocos pasos del Museo Reina Sofía, y adopta una idea que originalmente surgió en Japón. Mediante un módico precio (6 euros los adultos, 4 euros los niños hasta 14 años), quienes allí acuden pueden tomar algo mientras comparten con los gatos que descansan y pasean libremente por el local. Son animales recogidos en la calle que buscan quien los adopte, y La Gatoteca brinda la oportunidad de irlos conociendo. Asimismo se planea ofrecer cursos sobre el comportamiento básico de los mininos, además de terapias asistidas. Esto último se hace al tomar en cuenta que son animales que esos vienen con traumas emocionales que pueden afectar su comportamiento.

De acuerdo a una búsqueda simple que hice, en YouTube existen más de 8 millones de videos sobre gatos. ¿Por qué esta fascinación por esas imágenes? Pienso que, en primer lugar, porque los felinos pueden ser graciosos, tiernos, misteriosos, juguetones, fascinantes, cariñosos, huraños, traviesos, impredecibles, un compendio de características que no muchos animales reúnen. En segundo lugar, porque como comentó el responsable del Cat Film Festival de Madrid, “a diferencia de los dueños de perros, los gatos no podemos sacarlos, así que la red se ha convertido en una especie de parque donde presumimos de ellos y mostramos sus travesuras y habilidades”. Como comentó alguien, “los videos de gatos son como videos porno para gente que no ve porno”. Por otro lado, existen ya felinos que cuentan con su propio blog. El pionero fue Maru, que, es un decir, lo abrió en 2008. Nació un año antes, vive en Japón y sus videos acumulan más de ¡200 millones de visitas! Eso ha dado lugar a que en la prensa se hable de Maru como una celebridad de internet.

Volviendo a lo que apunté al principio, vale la pena interrogarse acerca de las razones por las cuales los gatos ocupan un sitio preferente como animales domésticos. Aquí van algunas conjeturas. Son menos exigentes que los perros. No comen mucho. No hay que sacarlos a pasear. Raramente molestan con ruido. Tenerlos alrededor nuestro es muy relajante. Su elegante figura les da un sentido estético. Y lo más importante, cada gato posee una personalidad individual. ¿Qué otro animal doméstico puede presumir de todos esos atributos?

Lo curioso es que muchas de las personas que tienen gatos en sus casas y que incluso los consideran un miembro más de la familia, ignoran muchas cosas sobre ellos. Por ejemplo, que se hallan entre los animales que fueron domesticados hace relativamente poco tiempo. Las evidencias más antiguas, unas terracotas encontradas en Turquía, datan de unos 7 mil años, cuando hacía ya bastante tiempo que los perros habían sido domesticados. En estos, los varios milenios de domesticación, entrenamiento y crianza selectiva han producido considerables variaciones en tamaño, tipo y carácter. No ocurre así en los felinos, que solo presentan pequeños cambios respecto a sus parientes salvajes. Estos últimos además no viven en manadas como los canes, de ahí que sus instintos e independencia han permanecido inalterables a pesar de su convivencia con los seres humanos.

Pueden dar mucho a los humanos

Cada gato, lo apunté antes, posee una personalidad propia, lo cual es una de las razones que hace que su compañía sea tan maravillosa. Comparten ciertas características, pero cada uno es único. Asimismo y al igual que sus dueños, tienen sus preferencias, antipatías y excentricidades. Conviene tener presente además que muchas veces expresan sus afectos de las maneras más extrañas e inesperadas. A propósito de esto, el poeta angloamericano W.H. Auden comentó: “Los gatos pueden ser graciosos y tienen las formas más inauditas para mostrar que se alegran de verte. Rumiface [nombre de su gato] siempre lo hacía orinándose en nuestros zapatos”.

Además de otros gatos, los seres humanos y los animales de otras especies y pueden ser objeto de sus besos y lamidos. Son menos efusivos y húmedos que los de los perros, aunque sí más delicados. En algunas ocasiones, pueden ir más allá y darnos un verdadero lavado en las orejas, la cara, las manos. Quienes han recibido esas muestras de cariño, saben que su lengua es un poco rasposa. Aunque es proverbial su independencia, rasgo que muchos dueños aprecian, ofrecen y también piden atención y afecto. Los lectores más cínicos pueden argumentar que en el primer caso solo lo hacen buscando su propia conveniencia, pero lo cierto es que pueden dar mucho a los humanos. Asimismo acariciar un felino puede ser muy relajante, tanto para el animal como para la persona, y al igual que otras mascotas está probado que ayudan en las convalecencias, así como a combatir depresiones y enfermedades mentales.

Pueden compartir además momentos de soledad, tristeza e inseguridad que ocultamos a otras personas, y reaccionan ante la pena de sus dueños con aparente comprensión. Incluso son capaces de brindar acompañamiento a extraños. El famoso pianista Ignace Jan Paderewski contó que durante su concierto de debut en el St. James Theatre, de Londres, al salir al escenario estaba sumamente nervioso. Nada más sentarse ante el piano, el gato del teatro vino, saltó y se acomodó en su regazo. El público estaba divertido y encantado. El gato permaneció ahí hasta que Paderewski ejecutó la primera pieza. Después, el pianista polaco comentó que sin la presencia del felino nunca hubiese podido tocar.

Muchos desconocen la aptitud de los gatos para entablar amistar con otros animales. Las hembras a menudo crían recién nacidos de otras especies como conejos, ardillas, ratas, que son sus presas naturales, e incluso de patos y pollos. Esto es una expresión de su instinto maternal, aunque difícilmente se puede explicar la inusual amistad que estableció Timmie, uno de los gatos del presidente norteamericano Calvin Coolidge, con un canario. En uno de sus viajes a Europa, el escritor Mark Twain descubrió en el jardín zoológico de Marsella la extraña pareja que formaban un gato y un elefante. Eran muy buenos colegas, y ante el menor signo de peligro el gato se subía en el lomo del paquidermo para buscar protección.

Los felinos poseen además una sensibilidad y un sentido especiales. Por ejemplo, responden más que los perros a las películas y la televisión, y a menudo se excitan cuando en la pantalla aparecen animales. Su habilidad de concentrar la mirada por largos períodos de tiempo, hace que algunas personas se sientan incómodas en su presencia. Pero tal concentración es para ellos necesaria, debido al modo como cazan. Por otro lado, no solo reconocen los pasos de sus dueños, sino que además pueden interpretar su humor. En su libro The Natural History of Cats, Claire Necker apunta que cuando sus pisadas denotan que está irritada, no ve a ninguno de sus gatos en el sitio en donde poco antes estaban. Si les indica que está contenta, se le aproximan para recibir una cosquilla o pedir algo de comer. Y se denotan que su estado es el habitual, sencillamente la ignoran.

Su oído está muy desarrollado y pueden captar sonidos con exacta precisión. Ricki, la gata de un barco italiano, ayudó en el rescate de un avión pequeño que cayó en el océano. Tras varias horas de búsqueda y cuando se hizo de noche, se habían perdido las esperanzas de hallar a alguien más con vida. De pronto, Ricki corrió como una posesa hasta la proa del barco y comenzó a aullar muy alto. Eso atrajo a los marineros, que proyectaron las luces hacia el agua. A unas cien yardas vieron a una mujer superviviente. El agudo sentido de la gata la salvó.

Gran instinto para volver a su casa

Eso también permite a los gatos percibir la inminencia de desastres naturales como terremotos y erupciones volcánicas. Josie, un gato de San Fernando Valley, en California, dio la alarma de que un temblor de tierra estaba por producirse, antes de que comenzara. De igual modo, en 1976 el día antes del terremoto ocurrido en Friuli, Italia, todos los mininos del pueblo salieron de las casas antes de que ocurriera la primera sacudida y no regresaron hasta dos días después. Helmuth Tributsch, un científico alemán que se dedica a estudiar los fenómenos sísmicos, reportó que en tres ocasiones las gatas cargaron con sus crías antes del inicio del temblor y buscaron en la vegetación sitios seguros donde tenerlos.

Un caso muy curioso fue el de Toto, un gato que vivía en un pueblo al pie del Monte Vesubio. Una noche de 1944, se puso extremadamente inquieto y despertó a sus dueños, una pareja de ancianos llamados Gianni e Irma. Como no lograba hacerlos salir de la cama, Toto saltó persistentemente sobre ellos. Arañó en la cara a Gianni, quien se levantó muy furioso para darle caza. Su señora lo convenció de que debía existir alguna razón que justificase su inusual comportamiento. Concluyó que se trataba de un aviso divino e insistió en que recogieses algunas ropas y abandonaran la casa. No habían acabado de hacerlo, cuando el Vesubio entró en erupción. La lava sepultó al pueblo y muchos habitantes murieron. Gianni e Irma, en cambio, se salvaron gracias a Toto.

Pero no solo tienen ese sentido para los fenómenos naturales. Durante la Segunda Guerra Mundial, en Inglaterra fueron reportados muchos ejemplos de gatos que alertaban sobre los bombardeos, antes de que las alarmas oficiales lo hiciesen. Sally, una gata blanca y negra que vivía en Londres, avisaba yendo de la máscara antigás colgada en la pared a su dueña. Una vez afuera y cuando la señora estaba dentro del refugio, se dedicaba a arañar las puertas de los vecinos para igualmente advertirles.

Bomber, otro felino inglés, se ganó ese nombre porque era capaz de distinguir por su sonido los aviones británicos de los alemanes. Lo hacía igual que podría hacerlo un ser humano, pero con más precisión. Llegó a aprender además que los segundos eran peligrosos, y cada vez que los escuchaba prevenía de su proximidad. Aunque eventualmente las personas reaccionaban ante el sonido de los aviones germanos, Bomber con su agudo sentido los reconocía antes.

Asimismo es conocido que poseen un gran instinto para volver a su casa, capaz de operar a grandes distancias. Hay numerosos casos de felinos que, después de haber sido llevados a un nuevo hogar, decidieron volver al anterior. McCavity, cuyos dueños se mudaron a Cumberland, en Escocia, fue hallado tres semanas después a 800 kilómetros, en el sitio donde antes vivía. Murka, una gata rusa, demoró más tiempo en recorrer 640 kilómetros. Desapareció dos días después de haber sido llevada a vivir con la madre de su ama, pero no regresó a la de esta hasta un año más tarde, cuando apareció sucia, hambrienta, preñada y con la punta de la cola amputada.

Más difícil de explicar resulta cómo algunos felinos han sido capaces de hallar el rastro para llegar al nuevo hogar de la familia con la cual vivían. Beau Chat desapareció de Luisiana cuando sus dueños estaban de viaje. Aún se hallaba perdido cuando estos se mudaron a Texas. Cinco meses después, se apareció en el patio de la escuela donde el hombre era maestro y su hijo alumno. Para ello, Beau Chat hizo un recorrido de 473 kilómetros. Más increíble aún fue el hecho por Sugar, un semi persa cuyos amos se mudaron a California. Cabe imaginarse la sorpresa de estos cuando, catorce meses más tarde, Sugar saltó por la ventana de su casa en Oklahoma, a 2,400 kilómetros de la anterior.

No sé si ocurre igual con otros animales, pero respecto a los mininos existen falsas ideas que están muy extendidas. No es cierto, por ejemplo, que sean ciegos a los colores, aunque su percepción a ellos es relativamente pobre. Otro tanto ocurre con su supuesta aversión al agua. Según un proverbio medieval, al gato le gusta el pescado, pero odia mojarse las patas. Son varios los casos que desmienten esa afirmación: ha habido muchos felinos aventureros que vencieron el disgusto al agua y al frío por amor a una cena con pescado. En 1820, un gato perteneciente a un señor de Inglaterra fue visto cuando enseñaba al de un vecino a pescar con éxito. Asimismo el compositor ruso Alexander Borodin tenía uno llamado precisamente Rybolov (en ese idioma, significa pescador). Había desarrollado la habilidad de pescar a través de los huecos en el cielo. Y en París incluso hay una calle llamada rue du Chat qui Pêche, considerada la más estrecha de esa ciudad. Fue nombrada así por un gato negro del siglo XVI que se iba a las orillas del Sena a atrapar peces con las patas. Convencidos de que se trataba de un asunto diabólico (su dueño era alquimista), tres estudiantes lo arrojaron al río.

Trabajadores que figuran en la nómina

Pero por más insólitos que parezcan muchos de los hechos que hasta aquí he contado, han de ser contados los lectores que esperan que yo me refiera a gatos que “se ganan” su alimento. Sin embargo, por inverosímil que pueda resultar, muchos han sido trabajadores y algunos hasta figuraron en la nómina oficial. En los años 90 del siglo XIX, Nini, un gato blanco de gran tamaño, se convirtió en amigo de los clientes de un café de Venecia. Además de su trabajo en ese establecimiento, acudía al Archivo Estatal, donde se encargaba de mantener alejados de los documentos a los ratones. Nini también era reclamado en la basílica Frari, lo cual le sirvió para ganar reputación como devoto. En agradecimiento, la iglesia abrió un libro de visitantes que firmaron sus admiradores. En el mismo se pueden leer testimonios de un papa, un zar, un rey y una reina de Italia, así como del célebre compositor de óperas Giuseppe Verdi. A sus palabras, este último añadió unas pocas notas de La Traviata.

Tommy “trabajó” en la oficina de correos de Hartford, Connecticut. Amplió sus habilidades y aprendió algunos trucos, que hacía frente a una entusiasta audiencia en actos benéficos destinados a recaudar fondos para los carteros. Otro caso fue el de Fang, que servía como gato policía oficial en Grand Priarie, Texas. Contaba con su propia identificación, que incluía su foto. Smudge, una hermosa felina blanca y negra, era una residente muy querida en el People´s Palace Museum, de Glasgow. Fue contratado para resolver el problema con los roedores, y por el trabajo que realizó fue admitida en la National Association of Local Government Officers. En 1987 se hizo una edición limitada de 50 réplicas de Smudge que se vendían a los turistas. La aceptación fue tal, que fue necesario hacer 500 más. Aunque se retiró de la vida pública en 1991, la gata aceptó un contrato temporal para eliminar los ratones del Smith Art Gallery and Museum de Stirling. Murió en 2000, y aunque no se sabe con exactitud su edad, al parecer tenía veintiocho años.

Archivos y bibliotecas han sido los lugares que tradicionalmente más se han beneficiado de los servicios de los gatos. Existen datos de su participación como “empleados” en los primeros monasterios cristianos y en los templos del Lejano Oriente, donde valiosos documentos necesitaban ser protegidos de las ratas. Pero si hubiese que escoger al más conocido de los que han ejercido ese trabajo, pocos pueden disputar ese puesto a Mike, para algunos el gato británico más famoso del siglo pasado. Su historia es además digna de una novela o un filme. A continuación, la resumo en unas cuantas líneas.

Black Jack fue uno de los varios gatos que han vivido en el British Museum. Era el minino residente del salón de lectura, pero un día tuvo la mala suerte de quedarse encerrado en la sala de periódicos. Durante las horas que permaneció allí, se sintió aburrido y empezó a afilarse las uñas en algunos volúmenes, causando daños considerables. Eso provocó que lo echaran del museo. Un día de 1909, Sir Ernest Wallis Budge, entonces conservador de la sección de Antigüedades Egipcias del citado museo, estaba por salir de su hogar cuando Black Jack se apareció con un objeto en la boca. Entró a la casa, lo depositó a los pies del señor y después, solemne e inescrutablemente, se marchó. El objeto era un gatito diminuto. Se le dio el nombre de Mike y afortunadamente fue aceptado por los otros dos felinos que vivían allí.

Mike empezó a acompañar a su dueño al British Museum, y cuando creció se hizo buen amigo de los otros empleados. Sus visitas se volvieron regulares y pasó así a tener dos hogares. Además de ahuyentar a los ratones, su responsabilidad laboral consistía en mantener alejadas a las palomas, algo que él hacía como un perro, aunque sin causarles daño. En 1924, tras quince años de servicio fue declarado “pensionista”. Tras su retiro, Sir Ernest lo visitaba cada semana. En sus últimos años, era difícil alimentarlo, pues había perdido muchos dientes. Los tres guardianes que lo cuidaron se ocupaban de prepararle pescado y comidas blandas.

Llegó un momento en que no podía tragar y se tomó la decisión de ponerlo a dormir. Eso ocurrió el 15 de enero de 1929, cuando Mike tenía veinte años. Tras su muerte, fue muy extrañado por amigos y conocidos. En vida, se había convertido en una de las atracciones menores de Londres, y la noticia entristeció a los admiradores de todo el mundo, que lo habían conocido cuando visitaron la ciudad. En 1979, al cumplirse el medio siglo de su deceso, se hizo una edición limitada de un cómic sobre su vida.

Mike ganó notoriedad por su poca simpatía por los perros y por sus tendencias misóginas. En particular, le molestaban las damas con sombrillas que se le acercaban con la intención de acariciarlo. Tampoco le gustaban los extraños. Escogía muy bien a los amigos, y solo permitía que ciertas personas lo alimentasen. Eran aquellas que lo trataban “como un ser humano y un hermano”.