Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Bola de Nieve, Música, Música cubana

Homenaje a cuatro manos

Martirio y Chano Domínguez han revivido el repertorio de Bola de Nieve, en un álbum en el cual que afloran, una vez más, las conexiones entre los estilos caribeños y los andaluces

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Hace un par de semanas, cuando comenté el disco en el cual Angélique Kidjo rinde homenaje a Celia Cruz, apunté que en el año que acaba de despedirse salieron al mercado dos álbumes que los admiradores de la música cubana deben escuchar. Hoy toca que me ocupe del otro.

Se trata de A Bola de Nieve (Universal Music Spain, 2019) y lo grabaron dos artistas españoles: Martirio, la original cantante de las eternas gafas oscuras y las alucinantes peinetas, y Chano Domínguez, pianista de raíz flamenca que después incorporó el jazz. El disco objeto de estas líneas es el tercer trabajo que hacen juntos. Antes habían colaborado musicalmente en Coplas de madrugá (1997) y Acoplados (2004), que supusieron una lectura nueva de la copla y de su maridaje con el género jazzístico.

Entre otras admiraciones, Chano Domínguez y Martirio comparten la que sienten por la música cubana. En el caso de la cantante de Huelva, eso se ha materializado en su contribución al disco en homenaje al centenario del nacimiento de María Teresa Vera, así como en la grabación de dúos con Compay Segundo y Gema Corredera. Realizó además un álbum con José María Vitier, El aire que te ronda (2011), que incluye musicalizaciones de textos de poemas iberoamericanos como Federico García Lorca, Calderón de la Barca, José Martí, Ernesto Cardenal, San Juan de la Cruz, Gabriela Mistral, Rubén Darío y Fina García Marruz.

Un día, cuando conversaban, Martirio y Chano Domínguez se dieron cuenta de que ambos admiran a ese artista excepcional e irrepetible que fue Bola de Nieve (Guanabacoa, 1911-Ciudad de México, 1971). Ella lo conoció en 1988, cuando un amigo le regaló el primer disco suyo editado en España. “Escúchalo porque tiene mucho que ver contigo”, le dijo. El trato de la cantante con Compay Segundo y la compositora Marta Valdés le dio la oportunidad de profundizar en el conocimiento del músico cubano a quien Rafael Alberti definió como “un García Lorca negro”. El creador de Si me pudieras querer se convirtió así en uno de los músicos de referencia de la cantante.

Martirio, se lee en un texto que aparece en el folleto que acompaña al disco compacto, “se rinde ante la manera de cantar desde la verdad absoluta de Bola, de llegar al fondo sin alardes, profundamente, sin exageraciones para la platea, solo sus exigencias teatrales, pero todo sin purpurina. En línea directa al corazón. ¡Qué manera de ser capaz de trasmitir la alegría y el dolor, de tocar, de adoptar distintos personajes…! ¡Cómo son sus canciones y sus versiones de estremecedoras, impecables y personales!”. Y en una entrevista, la cantante declaró: “Bola me ha enseñado a buscar la verdad absoluta en mi voz, sin hacer concesiones a la platea. Este disco es una desnudez absoluta. Bola me ha quitado las máscaras como hace muchas veces el flamenco. Muy poca gente ha tenido ese poder de comunicación a través de la canción”.

Por su parte, Chano Domínguez escuchó por primera vez a Bola de Nieve en Colombia, a fines de los años 80. Cuenta que se quedó muy impresionado con su estilo interpretativo y pensó que cantaba acompañado por un pianista. Su admiración fue mayor cuando le comentaron que era él mismo quien lo tocaba. “Me dejó perplejo porque hay una disociación entre piano y voz, parece que son dos personas. Es muy curioso ver cómo creaba toda esa música, todas esas capas, todos esos universos. Como pianista era impresionante, porque tenía una grandísima técnica del piano clásico. Podía volar con la voz como lo hacía porque él se había estudiado tanto ese piano que lo tocaba durmiendo”.

Una fascinación compartida

Martirio ha contado que llevaba algún tiempo pensando en grabar un disco con el repertorio de Bola de Nieve. Una tarde, Chano Domínguez fue a su casa y cuando ella le habló de la idea descubrió que él sentía por el cubano la misma fascinación. Así que determinaron grabar una selección de sus canciones. El mayor reto que tenían para llevar adelante el proyecto era hallar la fórmula adecuada para interpretar ese repertorio. Bola de Nieve hacía suyas las canciones, más allá de que fuesen suyas o ajenas (“Yo soy la canción que canto, sea cual fuere su compositor”, declaró). Por eso reinterpretarlas era una tarea muy difícil.

Para lograrlo, Martirio y Chano Domínguez se dedicaron a estudiar aquellos temas y a escoger aquellos que mejor pudieran encajar en el estilo de ambos. Para ello partieron de un criterio rector: buscar “sus connotaciones con nuestros ritmos y la sintonía con su vibración”. Martirio sostiene que solo canta canciones que ha vivido o que podría firmar, y eso la llevó a renunciar a composiciones afrocubanas como Ay, Mamá Inés o Chivo que rompe tambó, pues en su voz hubieran sonado payas. Seleccionó, en cambio, aquellas que pudiesen adaptarse con naturalidad al flamenco jazz de su cómplice. Y para eso, lo que más se prestaba era la vertiente bolerística del repertorio de Bola de Nieve.

Al final de esa criba, quedaron los 15 temas que recoge el disco. Pertenecen a Marta Valdés (Tú no sospechas), Carlos Guastavino/ Rafael Alberti (Se equivocó la paloma), María Grever (Ya no me quieres, Alma mía, Qué dirías de mí), Ernesto Lecuona (Drume negrita), Adolfo Guzmán (No puedo ser feliz), Virginia Expósito (Vete de mí), Eliseo Grenet/ Nicolás Guillén (Bito Manué), Moisés Simons (El manisero) y Edith G. Gassion/ Louis G. Gugliemi (La vie en rose). Las cuatro restantes, Si me pudieras querer, Ay, amor, No quiero que me olvides, Pero tú nunca comprenderás, las firma el propio Bola de Nieve. A propósito de esto, era una faceta que él no valoraba: “Yo no creo que soy un compositor ni me respeto como tal. Yo no creo en Bola de Nieve compositor. De las cosas que así me salieron, cancioncitas de esas baratas que yo hago, hay algunas que han gustado. Creo que lo mejor que me califica es mi personalidad de intérprete”.

En este homenaje a cuatro manos, Martirio y Chano Domínguez han revivido el repertorio de Bola de Nieve, pero lo han hecho acercándolo a su estilo. En sus versiones, esos temas adquieren nueva vida, al hacer que el bolero, el jazz, la copla y el feeling confluyan en ellas. Hacen que afloren, una vez más, las conexiones recónditas entre los estilos caribeños y los andaluces, en un álbum que es un verdadero derroche de sensibilidad, talento y gusto exquisito. No creo que sea posible hablar por separado del trabajo de la cantante y del pianista, pues la complicidad artística que existe entre ellos es tal que se resiste a las separaciones y los deslindes.

Quiero reproducir, como colofón a estas líneas, un fragmento del comentario sobre el disco que Juan Vergillos publicó en el Diario de Sevilla: “Martirio y Chano Domínguez han ido al tuétano de estas míticas composiciones, limando lo que el propio Villa puso en ella en sus interpretaciones y quedándose con los dramas que subyacen en las mismas, es decir, apelando a la universalidad de las emociones, con una franca acentuación de la melancolía (Ya no me quieres, No puedo ser feliz, Vete de mí), la alegría (Drume negrita, Vito Manué, La vie en rose trasmutada en descarga buleaera y El manisero como colombiana, gracias al buen hacer de Chano Domínguez) la ironía y la autoironía. Y, por supuesto, sin olvidar los melismas jondos”.