Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Teatro

La intrahistoria reciente

Puesta en escena de obras de Nilo Cruz y Eduardo Machado en Chicago. Preocupaciones y vivencias de cubanos.

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Escena de 'A Park in Our House', de Nilo CruzFoto

Escena de 'A Park in Our House', de Nilo Cruz. (CHICAGOCRITIC)

Durante todos estos años, 38 en total, Gladys se ha mantenido con la ilusión de que un día Adria volverá y ella podrá entregarle su casa en el mismo estado en que la dejó. Mientras tanto, tiene que enfrentarse a la infidelidad de su marido, Carlos, el antiguo chofer de la casa y ardiente revolucionario, quien tiene una hija con otra mujer y llega a pedirle que la permita traerla a vivir con ellos.

El machismo de Carlos y su intolerancia hacia todos los que piensan diferente contrasta con la fortaleza interior de Gladys, quien con los años no pierde el amor a su trabajo y hasta pone un "paladar" que se hace famoso entre los turistas.

Cuando Lourdes, la hija de Adria nacida fuera de Cuba, se aparece con su marido bostoniano para ver la casa de sus padres por primera vez, la antigua cocinera la recibe con gran alegría y, para su sorpresa, descubre que la joven nunca ha oído hablar de ella. Contrario a lo que Gladys pensaba, Adria la acusa de haber usurpado su propiedad aprovechándose de la situación política.

En unos minutos, Gladys abandona su ilusión, al verse por primera vez a través de los ojos de Adria, ahora amargada y desplazada a un mundo muy distinto, pero con el cual su hija se identifica plenamente. Este desengaño hace que la cocinera asuma conscientemente su papel de dueña de la casa y del negocio. La propiedad privada se convierte entonces en señal de que Gladys ha asumido una legítima autonomía. Acepta que sólo su presencia ha hecho posible la continuidad de un espacio disputado por muchos.

Una nueva visión de lo posible

El drama de Nilo Cruz, A Park in Our House (Un parque en nuestra casa), también incluye la mezcla de generaciones: una pareja de adultos, un joven fotógrafo, una muchacha que sueña con la Unión Soviética y se la imagina a través de sus lecturas, un niño que no puede hablar, y un científico de Alma-Atá a quien han dado permiso para que vaya a la Isla a investigar plantas autóctonas, aunque habría preferido Brasil, un sitio que sus superiores no consideraban "apropiado" para él.

Todos son personajes atormentados por deseos que no pueden satisfacer. La más inocente es Pilar, una jovencita que quiere visitar el lejano país de los bolcheviques, pero termina como amante de Vladimir, un huésped temporal que finalmente pide asilo en la Embajada de Brasil para largarse a cumplir sus anhelos. A pesar de su corta estancia en el hogar cubano, el soviético provoca una crisis, en parte porque su actitud lleva a los otros personajes a enfrentarse a sus deseos, hasta entonces alejados del espejo de sus conciencias.

Hilario, el esposo de Ofelina, se da cuenta de que no importa cuánto trabaje en el modelo para el proyecto del parque ideal que planean hacer en el municipio, nunca logrará una proporción perfecta. Al comprender que está condenado a ser un subalterno bajo los antojos de jefes ignorantes o caprichosos, una situación a la que Vladimir se resignó mucho antes, descubre que acercándose a la naturaleza en toda su sensualidad —como la aprecia Ofelina—, puede abrirse a un modo de existir mucho más genuino, porque se basa en esa esencia tropical que caracteriza lo cubano.

Las noches asfixiantes y el ruido del mar recrean un fondo tórrido donde se lleva a cabo la escena ritual en que Ofelina, amante de los perfumes, invoca a los orishas para que permitan que Camilo vuelva a hablar. En la escena siguiente, se oyen los gritos del niño, que descubre aterrorizado a su primo Fifo con una soga para ahorcarse, porque no quiere que lo fuercen a cortar caña en la Zafra de los Diez Millones y teme que le cancelen una exposición de fotografías por razones políticas.

La incomprensión entre los miembros de la familia, las discusiones acaloradas y la incertidumbre de los jóvenes se atenúa con el ambiente tropical evocado en el estrecho espacio de la casa en que viven. El calor exacerba la imaginación y los sentidos, haciendo que Pilar crea descubrir en la piel de su amante Vladimir los aromas y sabores que describían los novelistas rusos.

Ella representa una Cuba casi inocente, enamorada del exótico país gigantesco del que ha leído, mientras que Ofelina es la Cuba de la tierra y del mar, una mujer que encierra los misterios del placer disfrutado en la unión con la naturaleza abundante que la rodea. Este efecto también se nota en la curiosidad de Camilo, que quiere saber qué son el sexo y el amor, y vigila a Pilar y Vladimir cuando se abrazan en la oscuridad.

Un ideal utópico

Ambas obras nos plantean la realidad de una Cuba que sueña con seguir siendo ella, pero también vive innumerables desencuentros con nuevos espacios que la abordan —pensamos en el mapa de su país que traza Vladimir en el suelo— lugares de donde provienen seres que provocan sorpresa, dolor y sentimientos de abandono, en parte porque no conocen nuestra propia identidad.

En esta especie de alegoría vemos un país que persigue un ideal utópico en su perfección, o reclama un momento privilegiado, parte de un pasado que, por un instante, cree recuperar y se desvanece como una ilusión. La misma angustia que sufren los personajes en su laberinto cuando chocan con sus sueños, les obliga a apoyarse en una fuerza interior para volver a lo que son y alcanzar una nueva visión de lo posible.


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