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II Guerra Mundial, Televisión, Cine

La visión de los vencidos

Una miniserie alemana sobre la II Guerra Mundial ha servido así para agitar la conciencia de un país que es muy sensible con las huellas de su pasado

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Tras su estreno en marzo de 2013 en Austria y Alemania, país este último donde mantuvo, durante tres noches consecutivas, a más de 7 millones de personas frente al televisor, la miniserie Unsere Mütter, Unsere Väter (Nuestras madres, nuestros padres) se ha proyectado con muy buena acogida en varios países. En España la pasó en septiembre del año pasado Canal+, bajo el título de Hijos del Tercer Reich. En Inglaterra la programó la BBC Two, convirtiéndose en la segunda serie que ese canal emite en los últimos años sin doblarla al inglés (allí se llamó Generation War: Our Mothers, Our Fathers). En Estados Unidos se estrenó primero en los cines en dos partes, con el nombre de Generation War. Ahora ya se puede ver en Netflix, además de que el dvd está en venta en sitios como Amazon. Aparte de que ha sido vista por espectadores de esos y otros países (Polonia, Suecia, Australia, Irlanda, Italia…), Unsere Mütter, Unsere Väter ha ganado varios galardones, entre ellos el International Emmy a la mejor miniserie.

Unsere Mütter, Unsere Väter fue comisionada por la cadena pública ZDF (Zweites Deutsches Fernsehen). Contó con un presupuesto de 14 millones de euros y el proyecto tomó diez años de trabajo. Se rodó en escenarios exteriores de Letonia y Lituania, combinándose con filmaciones en estudios alemanes para ambientar los 141 escenarios y las calles de los años 40. Asimismo unos 200 historiadores militares y veteranos de la guerra sirvieron de consultantes, para asegurar una mayor fidelidad a los hechos y a la época. El rodaje duró 86 días y en él tomaron parte 2 mil extras. El montaje de la miniserie tomó año y medio. Los tres episodios (Otra época, Otra guerra, Otro país, cada uno de hora y media) fueron escritos por Stefan Kolditz, quien nació y creció en la extinta República Democrática Alemana. Suyo es también el guión de Dresden (2006), otra miniserie cuya acción se desarrolla durante la II Guerra Mundial.

La idea de rodar la miniserie surgió precisamente durante la filmación de Dresden (por cierto, también figura en el catálogo de Netflix). Tanto Kolditz como Philipp Kadelbach, el director, han declarado que el propósito que los animó fue el de iniciar un diálogo moral con los alemanes que vivieron la terrible experiencia del conflicto bélico. Por su parte, Nico Hofmann, productor de ambos títulos, definió Unsere Mütter, Unsere Väter como un homenaje sensible y crítico a la generación de sus padres, que fueron profundamente marcados por la guerra. El efecto de haber participado en aquel conflicto perdura hasta hoy, como un sentimiento de culpa y vergüenza, en lugar de orgullo.

Se trata de un tema controvertido y delicado, del cual solo se pudo empezar a hablar en Alemania a partir de la década de los 70. Es además una guerra que, para los alemanes de hoy, no resulta tan lejana como pudiera parecer. Precisamente, a través de la miniserie sus realizadores han querido proponer a esa generación, a la cual ellos pertenecen, un debate sobre cómo sus padres y abuelos pudieron asumir, presenciar y participar en las atrocidades cometidas en aquella época, sobre cómo se pudo llegar a donde entonces se llegó.

Pero dado que hasta ahora esos hechos habían sido vistos, mayormente, desde la óptica de los vencedores (son estos los que, de acuerdo a una ley no escrita, escriben la historia), los realizadores de Unsere Mütter, Unsere Väter se propusieron hacerlo desde la óptica alemana. Esto es, desde la visión de los vencidos. En ese aspecto, la miniserie viene a llenar un vacío, al tratar de contar la historia desde dentro. Sus realizadores además han desmontado algunos tópicos y han querido demostrar que existen otras opciones para abordar aquella etapa.

La habitual y tranquilizadora separación entre asesinos y víctimas, entre culpables e inocentes, aquí no funciona. Los protagonistas no son ni nazis ni combatientes de la resistencia. A eso se ha referido Kolditz, al expresar que hasta ahora se había mostrado la II Guerra Mundial desde dos perspectivas: los crímenes cometidos por los nazis y la heroica lucha de los miembros de la resistencia. Y comenta: “Nosotros presentamos a cinco chicos normales y simpáticos. Gente con la que el espectador se puede identificar, y que, cuando empiece la guerra, harán cosas horribles”.

A diferencia de series norteamericanas como Band of Brothers y The Pacific, con las cuales ha sido comparada, en Unsere Mütter, Unsere Väter no se da una visión épica de aquel conflicto bélico. Sus realizadores optaron por una exploración más íntima y cercana, y para ello se centraron en las historias de cinco amigos. Cinco jóvenes veinteañeros que se sentían ilusionados por la etapa de su vida que estaban por iniciar.

La miniserie comienza en junio de 1941, cuando Alemania acaba de invadir la Unión Soviética. Los cinco protagonistas se han reunido en un bar para despedirse, antes de marchar a sus respectivos destinos. Wilhelm y Friedhelm, quienes son hermanos, partirán a luchar en el frente del este. Charlote, enamorada del primero, desea servir a su patria como enfermera. Greta es camarera, pero sueña con convertirse en cantante. Está, por último, Viktor, su novio, quien trabaja como sastre con su padre y es de todos el único judío. Esa noche fuman, toman y bailan a los compases del jazz norteamericano, prohibido por los nazis. Creen, como ha prometido el régimen, que esa será una guerra rápida y con un final feliz para Alemania. Y prometen volver a encontrarse en cuanto acabe. Pero aquella guerra se extenderá por cuatro años, y al igual que transformó radicalmente a toda Europa, a ellos los cambiará para siempre y para mal.

Cinco personajes muy distintos y contrastados

Uno de los grandes aciertos de Unsere Mütter, Unsere Väter es justamente el haber tomado como núcleo central las historias de cinco personajes muy distintos y de temperamentos muy contrastados. De ese modo se ofrecen visiones muy variadas de lo que pudo suponer la guerra para los jóvenes alemanes de esa época, además de que eso da al guión un sentido de humana variedad. Así, Wilhelm, quien ejerce de narrador, posee sólidas convicciones patrióticas y se alista en el ejército confiado en que hace lo correcto por su país. Acaba dándose de bruces con la dura realidad y se da cuenta de que los ideales por los que creía luchar no son tales.

A diferencia de él, su hermano Friedhelm es sensible, tímido, mimado por su madre, amante de los libros. Va al frente sin una verdadera motivación y durante los primeros meses evita estar en primera línea. Pero progresivamente se va transformando en una eficaz, despiadada y fría máquina de matar. Antes de salir para el frente, su padre le comenta que la guerra hará de él un hombre. Friedhelm le contesta que no, que la guerra solo sirve para sacar lo peor de cada uno. Y así será: aquel conflicto bélico acaba sacando lo peor de él.

Charlotte, uno de los personajes mejor construidos, posee un idealismo humanitario y por eso se va como enfermera. Al igual que Wilhelm, es abiertamente patriótica y exuda un apacible orgullo por ser alemana. Pero es ingenua y no está consciente de lo que ocurre en torno suyo. Comete una indiscreción que perjudica a una persona inocente, algo por lo cual siente remordimiento.

De personalidad mucho más compleja y fascinante es Greta. Se ve obligada a adoptar un papel con el cual no contaba, y eso la conduce a un callejón sin salida. Se arrima a un jefe nazi para ayudar a escapar a su novio, y de paso para tener posibilidades de tener una carrera como cantante. A partir de entonces, nada en ella es completamente sincero, y resulta difícil delimitar cuándo actúa como Greta Müller y cuándo como Greta de Torres. Es curioso que, pese a que no hace daño a nadie, es quien recibe uno de los castigos más severos.

Viktor es cauteloso y tal vez por eso es el que puede ver la catástrofe que se avecina. Es él quien hace ver a su padre que para los demás, ellos han dejado de ser alemanes. El señor sirvió en el ejército alemán durante la I Guerra Mundial, e incluso después de que su sastrería es destruida durante la Kristallnacht, la Noche de los Cristales Rotos, sigue creyendo que sus compatriotas recobrarán el sentido cuando se den cuenta de cuánto necesitan a los judíos. En la miniserie, Viktor no hace otra cosa que huir y luchar por su sobrevivencia. Aunque es enviado a un campo de concentración, consigue escapar y se une a unos partisanos no menos antisemitas que los nazis. De todos los personajes, es el más limpio y el único que pertenece al bando de las víctimas, de aquellos a quienes tocó vivir la peor parte.

Aunque en general ha tenido una favorable acogida, Unsere Mütter, Unsere Väter también ha suscitado polémicas y no faltan quienes le critican ciertos aspectos. Así, sobre todo en el extranjero se censura lo que llaman un intento de humanizar a los nazis. Tal señalamiento resulta inadecuado, pues ninguno de los protagonistas lo es propiamente. Sus acciones no son guiadas por la maldad o por la fidelidad a una ideología. Si tomamos, por ejemplo, las de los dos personajes más abiertamente patrióticos, Charlotte y Wilhelm, no responden tanto a un abrazo ferviente del nacionalsocialismo, como a una pasiva aceptación de la realidad en la que han crecido. Se muestran felices por tomar parte en el destino heroico de Alemania, pero gradualmente se dan cuenta de que eso implica el genocidio de miles de personas, la traición de amigos y camaradas, la destrucción de sus propios ideales.

Unsere Mütter, Unsere Väter habla, pues, de unos jóvenes que no participaron en actos racistas, pero que tampoco hicieron nada por desafiar y luchar contra el régimen que los estimulaba y realizaba. Unos jóvenes con sueños y aspiraciones, que amaban la literatura y la filosofía, que tenían esperanzas de que no serían traicionados. Pero a los que la violenta destrucción de sus ideales empujó a una crisis. Durante la guerra experimentaron una transformación e incluso cometieron actos deleznables. En este sentido, Kolditz ha hecho notar: “Eso es lo peor de las guerras: no que los asesinos maten, sino que la gente normal, como usted o como yo, acabemos convirtiéndonos en máquinas de aniquilar”. Como sucedía entonces en Alemania, los protagonistas de la miniserie vivieron engañados gracias a la eficacia de la maquinaria propagandística y de adoctrinamiento de los nazis, y les tocó sufrir después las consecuencias.

Afirmar que la miniserie busca la exculpación nacional es de todo punto erróneo, pues no da pie para que semejante lectura se pueda hacer. Se le pueden señalar, no obstante, algunos detalles que los realizadores descuidaron. Por ejemplo, Wilhelm había peleado antes en Polonia y Francia, pero aquellas experiencias no parecen haberle abierto los ojos sobre lo que hizo allí. Asimismo Viktor, antes lo mencioné, es enviado a un campo de concentración, pero no se incluye una sola escena de ello. Esa es una de las razones que han dado lugar a que a Unsere Mütter, Unsere Väter se le censure por eludir mostrar imágenes del Holocausto. En todo caso, es cierto que aunque no aparece explícitamente, se le sugiere y, como es natural, en modo alguno se le justifica.

Particularmente en Polonia, la miniserie irritó a los espectadores a causa de una de las escenas. Es aquella en la cual un tren cargado de judíos es atacado por un grupo de guerrilleros de la resistencia. Viktor se ha unido a ellos, aunque no se ha identificado como judío. Una vez tomadas las armas de los alemanes, único objetivo de la acción, los guerrilleros se niegan a liberar a los prisioneros, pues los consideran tan malos como los nazis. Es cierto que la escena en cuestión exigía un poco más de matización. Pero eso no impide reconocer que en países como Polonia y Ucrania existe una larga tradición de antisemitismo, que se extiende hasta nuestros días.

En Alemania, la miniserie abrió un debate social y dio lugar a que se publicaran cientos de artículos y comentarios en la prensa. Su proyección permitió que se discutiese acerca de lo que para las generaciones actuales supone que sus padres y abuelos tomasen parte, de una forma u otra, en aquel nefasto episodio de la historia de Europa. Tras décadas de silencio y represión, los sobrevivientes finalmente pudieron hablar a una teleaudiencia dispuesta a escucharlos. Unsere Mütter, Unsere Väter ha servido así para agitar la conciencia de un país que es muy sensible con las huellas de su pasado.

Esa capacidad de la miniserie para promover la autorreflexión nacional y la reconciliación se debe a que sus realizadores hallaron la fórmula artística idónea. Parte melodrama, parte película bélica, Unsere Mütter, Unsere Väter es incuestionablemente atractiva, brillante y eficaz como producto televisivo. Insisto una vez más en la calidad del guión, que se sustenta en las historias de unos personajes complejos y creíbles, que se debaten entre sus ideales, sus lealtades, sus ambivalencias morales, sus dilemas de conciencia. A eso contribuye además el magnífico trabajo de los cinco actores. Asimismo la miniserie suma una impecable factura técnica, un estupendo diseño de producción, unos decorados más que notables, una lograda fotografía y unas escenas de guerra rodadas con gran realismo. Todos esos valores hacen de Unsere Mütter, Unsere Väter una miniserie altamente recomendable, con la que el entretenimiento está garantizado.