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La vuelta a la patria chica

Un concierto de música cubana rinde homenaje a Lino Novás Calvo en Grañas do Sor, la parroquia de Galicia en donde vino al mundo

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Hace poco más de un siglo, un adolescente de una parroquia del municipio de Mañón, al norte de Galicia, siguió el camino de muchos lugareños y se fue a América en busca de la una vida mejor. Era de una familia de procedencia humilde. Su madre era costurera y tuvo que criarlo sola, pues el padre abandonó el hogar y solo vino a reconocer al hijo algunos años después.

Décadas más tarde, cuando aquel chico era un adulto y se convirtió en escritor, recreó su infancia en cuentos como el titulado “La primera lección”. Como él, su protagonista es hijo ilegítimo y su madre se gana la vida como costurera. Anda descalzo, con los pantalones enrollados por encima de las rodillas, y está siempre hambriento. Tiene ocho años y desde los cinco se dedica a las mismas labores que los otros niños del lugar: pastorear las vacas, arar, cultivar la tierra. Se ve obligado a hacerlo para ayudar a su familia, que es tan pobre como el resto de las que viven en aquel sitio de la Galicia profunda.

Es este una aldea triste, que “tenía siete casas, todas en línea, de piedras en bruto, sin pintura y sin cristales”. Son viviendas con piso de tierra, en las que por las noches había que alumbrarse con un candil de luz brillante (la electricidad llegó a Grañas do Sor varias décadas después de que el adolescente emigrara). Las filas de vaquitas flacas y ateridas son la viva y patética imagen de las penurias económicas y el hambre padecidas en aquel sitio, en donde los vecinos anhelaban que hubiese un fallecimiento en la casa de alguna de las otras familias “para llenarse y calentarse con lo ajeno”.

El chico tenía un tío materno que fue uno de los muchos gallegos de extracción humilde que marcharon “a las Américas” en busca de mejores horizontes. Fue a dar Cuba, uno los destinos más escogidos, y en 1918 ha vuelto para llevarse a su vuelta al sobrino. En su aldea natal, este solo había podido cursar la enseñanza primaria. Debido a la escasa instrucción con la cual llegó a la isla caribeña y a no conocer ningún oficio, al llegar tuvo que desempeñar los más diversos oficios y a educarse en la dura realidad de las calles habaneras. Hacia 1927, había acumulado experiencias como mensajero, empleado de la limpieza, dependiente, estibador de carbón en los cayos, cortador de caña, abridor de ostras, pinche de cocina, lavaplatos, jornalero agrícola, obrero en una fábrica de sombreros y gorras y hasta boxeador. De todos los trabajos que tuvo que realizar, sintió un especial cariño por el de chofer de alquiler. O “botero”, como él consideraba más correcto llamarlo, pues designa a un tipo característico que “no hay en ningún país del mundo a no ser en La Habana”.

Aquel inmigrante que se describió a sí mismo como endeble, cauteloso y humilde, demostró poseer una entereza, una energía y una fuerza de voluntad a prueba de desánimos. Valiéndose de sus propios y escasos medios aprendió inglés, y luego lo mejoró y enriqueció cuando pasó ocho meses de forma ilegal en Estados Unidos. Llegó a dominarlo tan bien, que después tradujo obras de varios escritores norteamericanos, entre ellos la primera novela que se publicó en castellano del futuro Premio Nobel de Literatura William Faulkner. Inició también de modo autodidacta su formación como escritor. Eso le permitió volver en 1931 a España, como corresponsal de una revista recién creada. El buque en el cual viajó arribó a La Coruña, y él aprovechó para ir a visitar a su madre y pasar con ella varios días.

En Madrid, se dedicó a la traducción y el periodismo. Entró además en contacto e incluso se integró en los medios intelectuales y literarios. Su nombre aparece en publicaciones tan prestigiosos como la Revista de Occidente, lo cual contribuye a que se le empiece a conocer. Cuando estalla la guerra civil, no asumió la postura acomodaticia del testigo imparcial, sino que tomó partido y se comprometió sin reservas con la causa republicana. Tras un breve paso como soldado por el Quinto Regimiento, fue designado reportero en el frente del diario Mundo Obrero, órgano central del Partido Comunista español. Pasó a escribir después en Frente Rojo, hasta que ese diario dejó de circular.

Entre los maestros de la narrativa breve

Tras el fin de la guerra, pudo volver a Cuba. Fueron años difíciles, en los que su situación económica siguió siendo apretada. A pesar de eso, la primera mitad de la década de los 40 significó su etapa creativa más brillante y productiva. Publicó sus dos mejores libros de cuentos, La luna nona y Cayo Canas. Con ellos, la narrativa cubana se aproximó a la producción de los grandes maestros del género. Con esas obras, a las cuales se sumó posteriormente El otro cayo, su autor logró unir corrientes y tendencias que hasta entonces se consideraban antagónicas: tradición y modernidad, influencia y originalidad, regionalismo y cosmopolitismo, realidad y fantasía.

No escribió mucho en los años siguientes. Hasta 1954, cuando fue nombrado secretario de información de la revista Bohemia, su vida fue una lucha angustiosa por conseguir un empleo estable. En 1940 había contraído matrimonio y poco después nació su hija. El periodismo, las traducciones, las clases de francés que impartía y las que tomaba en un instituto de idiomas para obtener el diploma le consumían todo su tiempo y todas sus energías. El escepticismo, las crisis existenciales, la soledad interior, las depresiones fueron las notas dominantes en su existencia en aquellos años. Eso explica, en parte, que la apatía por la escritura lo dominase y que solo retomara la creación ocasionalmente. Pero la calidad de lo que alcanzó a escribir ha sido suficiente para que hoy se le considere entre los maestros de la narrativa breve de Hispanoamérica.

En las líneas anteriores, he tratado de resumir a grandes rasgos algunos hechos esenciales de la vida y la ejecutoria de Lino Novás Calvo (1903-1983). Aunque en las últimas décadas su obra ha conocido en España una suerte de renacimiento, en su patria chica es prácticamente un desconocido. A excepción de unos pocos, que lo han leído y se enorgullecen de que naciese y pasara en Grañas do Sor su infancia y parte de su adolescencia, para la inmensa mayoría de los que allí viven el nombre del autor de El negrero no les dice nada.

Al menos así era hasta el pasado domingo, cuando ha empezado a adquirir carta de ciudadanía. Desde unos días antes, el anuncio de que se iba a ofrecer un concierto en “tributo ao escritor galego-cubano Lino Novás Calvo” hizo que la muy bonita y conservada iglesia de la parroquia congregara a varias decenas de personas. Fue realmente muy gratificante ver que a las ocho de la noche estaban ocupados todos los bancos, incluidos los del coro, por lugareños que, además de ir a disfrutar de una velada de música cubana, sentían curiosidad por saber quién era el recipiendario del homenaje.

A la habanera Jamila Castillo Carballea se debe la idea de homenajear a Lino Novás Calvo en el lugar donde vino al mundo. Licenciada en periodismo en Cuba, ejerció esa profesión durante varios años, hasta que en 1997, cuando residía ya en Madrid, su pasión por la música la llevó a cambiar el ordenador por el micrófono. Desde entonces, acumula numerosos conciertos y presentaciones, así como la participación en festivales en Granada, Gijón, La Rioja, Ezcaray y Barcelona. En 2008 fue invitada a cantar en Santiago de Compostela, y decidió asentarse en Galicia. Allí dirige el conjunto Purofilin, del cual es la cantante principal, y que está integrado además por Juan Eugenio Pérez Villavicencio (contrabajo), Yoanny Fonseca Llanes (piano y dirección musical), Marjorie Díaz (saxofón y maracas) y José Ángel Pérez (percusión cubana).

Catorce composiciones conformaron el concierto del pasado domingo, que se ofreció bajo el título de En La Habana de noche. Algunas debieron resultar familiares para los asistentes, pues se popularizaron por medio mundo: El manisero, Lágrimas negras. Otras, aunque pertenecen a etapas posteriores, también se han difundido mucho: Tú me acostúmbrate, Noche cubana, Yolanda. Fue un repertorio escogido con buen gusto, que alcanzó a dar una muestra representativa de algunas de las mejores manifestaciones de nuestro acervo musical. Jamila las interpretó con un fraseo claro y una voz cálida, bien timbrada, que encaja muy bien con el repertorio seleccionado. El cuarteto de instrumentistas aportó el acompañamiento adecuado, con un sonido muy profesional y armonizado que, no obstante, les permitió a sus miembros algunos momentos de lucimiento individual.

El público disfrutó a plenitud ese conjunto de boleros, sones y canciones melódicas. Fue generoso en aplausos y en más de una ocasión se sumó a la cantante, entonando a coro los estribillos. Al final, el concierto debió saberles a poco, pues con amable reclamo obligaron a Jamilla y sus músicos acompañantes a ejecutar una canción más. Un hecho a destacar es que, puesto que se trataba de un concierto en homenaje a Lino Novás Calvo, los organizadores del mismo tuvieron la atinada iniciativa de disponer para la venta de ejemplares de tres ediciones españolas de sus obras: Otras maneras de contar, El negrero y Un escritor en el frente republicano. Todos se agotaron, lo cual significa que, a partir de ahora, su autor contará con lectores entre esos lugareños que hasta hace poco no sabían quién es.

En La Habana de noche se realizó con el apoyo y el auspicio del Consello de Mañón y de la Diputación de La Coruña. Varios representantes de uno y otra viajaron además a Grañas do Sor para estar presentes y participar del homenaje. Es muy de felicitar esta recuperación por parte de las instituciones de Galicia de aquel adolescente a quien, como expresó Guillermo Cabrera Infante, su madre sin saberlo mandó a que se convirtiera en un gran escritor cubano.