Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Las deudas del discurso oficial

Raza, literatura e investigación en Cuba: Roberto González Echevarría disertó en la Casa de América de Madrid sobre las influencias cervantinas en 'Cecilia Valdés'.

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El imperio de la ley

Quizás la comunión más interesante que avizora González Echevarría entre Don Quijote y Cecilia Valdés, sea el marco de ilegalidad en el que se desenvuelven ambas novelas, al estar plagadas de personajes y acciones que infringen las normas sociales y se convierten en paradigmas transgresores del ethos. Dentro de la tradición del derecho de la novela realista, que desemboca en el análisis criminológico, Echevarría trazó una interesante genealogía sobre la fundación de las ciencias sociales en el siglo XIX. En medio de ese desarrollo ubicó además la función testimonial del costumbrismo cubano, en tanto documento etnográfico incipiente que plantea la dirección de la mirada blanca sobre la conducta, tradiciones y costumbres de los negros.

Sin embargo, es harto sugerente la comprensión que del texto literario en cuestión realiza Echevarría, al verlo como el retrato de la ilegalidad generalizada en la sociedad cubana decimonónica. De ahí que el signo del resquebrajamiento de la norma se halle tanto en blancos como en negros. Al respecto se distinguen cuatro índices fundamentales de esa infracción permanente: la relación entre España y sus colonias, marcada por la arbitrariedad del Estado Absolutista; la persistencia de un régimen esclavista; el predominio del incesto; y la violación de la ley, magnificada entre esclavos, negros y mulatos libres. Obviamente, es este último elemento el que más tratamiento recibe en la novela, por el atractivo narrativo que reviste.

No obstante, el simple hecho de que Villaverde repare en la falsedad ética de la sacarocracia criolla y el asentamiento peninsular, encarnados por el propio Leonardo Gamboa y su padre Don Cándido, respectivamente, constituye un estímulo para la investigación histórica sobre la importancia del costumbrismo.

En ese sentido, Echevarría reiteró el valor de dicha corriente estética y señaló que si bien denota la visión del blanco sobre el negro, el estereotipo con que se construye la descripción del mundo negro resulta un remedo satírico de las propias estructuras sociales y las jerarquías de la sociedad blanca decimonónica. De ello dan fe las mismas escalas de reconocimiento social que se reproducen en el mundo de los negros y mulatos libertos, así como el sistema intrínseco de exclusiones que marcan sus distintos espacios de convivencia. La obra de Villaverde y la iconografía legada por Landaluze, son tal vez los textos más irónicos y críticos de la sociedad cubana del XIX.

Versiones raciales del poder insular

Un ensayo como el de Roberto González Echevarría, Cecilia Valdés: realismo y ciencias sociales, más allá del interés resultante de las sagaces interpretaciones del autor, conduce a la sospecha historicista sobre la precaria existencia de textos críticos e investigaciones publicadas en la Isla a propósito de la representación del negro, tanto en las artes visuales como en la literatura. Más inquietante resulta ese mínimo registro cuando, sin lugar a dudas, ha sido el cuestionamiento de las representaciones del sujeto negro a través de la historia artística y literaria, uno de los discursos más socorridos en los trayectos estéticos contemporáneos. Pocas voces críticas, entre las que se encuentran Roberto Zurbano, Víctor Fowler, Ariel Ribeaux y Yisel Arce, entre otros, han mostrado una conciencia investigativa consolidada en torno al tema.

Obviamente, el viaje examinador hacia la historia y desde ésta al presente, inocula la duda sobre esa carencia en el repertorio de las investigaciones publicadas en Cuba sobre el tema en cuestión. El imaginario oficial, que recopila su propia visión etnográfica sobre la sociedad que domina, recurrentemente se ha visto salpicado por un pensamiento tan retrógrado, discriminador y racista como el de Don Cándido de Gamboa.

Muchos de los conflictos generados en la novela de Villaverde tienen su origen en la actuación de este personaje, que simboliza el poder colonial. Así mismo se ciernen sobre las voces negras, sobre sus múltiples silencios e invisibilidad en la Cuba de hoy, las versiones raciales del poder insular.


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