Actualizado: 15/04/2024 23:17
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Con ojos de lector

Las memorias del subdesarrollo son inconsolables

Se puede ver en Nueva York la instalación que el canadiense Stan Douglas creó a partir de elementos que proceden del famoso largometraje de Tomás Gutiérrez Alea.

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Una peculiar tipología de La Habana

El punto de vista se va modificando así constantemente, y esas variaciones producen, a su vez, otras interpretaciones. Un ejemplo para ilustrar: cuando Sergio se halla en la cárcel, de fondo se escucha Llegue, llegue, de Los Van Van. En otra escena, Sergio echa a andar una grabadora y es ese disco el que se oye. En ambos casos, el sonido es el mismo, mas no lo es la lectura que el espectador hace en cada uno. El vídeo incluye además flashbacks que remiten a hechos ocurridos en 1975, pero al no estar presentados a la manera convencional como retrospectivas conforman con las escenas correspondientes a 1980 un complejo entramado temporal.

La proyección de Inconsolable Memories va acompañada de una muestra de fotos tomadas por Stan Douglas, durante los viajes que realizó a la Isla en los años 2004 y 2005. A primera vista y tras una visión superficial, estamos ante un conjunto de imágenes que asombran por su elegancia, y en las cuales se ha prestado especial atención a aspectos como la precisión, el encuadre y la verosimilitud. Detalles estos que aquí se aprecian mucho mejor, pues se trata de copias impresas en grandes dimensiones. Los sitios además fueron cuidadosamente escogidos, y a excepción de una de las fotos, en todas las fotos la presencia humana está ausente. Pero al igual que en el vídeo de la instalación, a través de ellas Stan Douglas no busca narrar una historia, sino hablar sobre "un país lleno de las evidencias de una revolución inconclusa, de esas cosas que no son lo que aparentan ser", de acuerdo a sus propias palabras.

"Actualmente existe lo que puede considerarse ya un género de fotos tomadas en Cuba, algo que espero haber evitado. Ya sabes, una mujer vestida toda de blanco, fumando un tabaco, frente a un edificio y al lado de un viejo Cadillac. Hay muchos lugares en el país donde la gente está preparada para que uno las fotografíe. En la Habana Vieja, las personas se prestan para ello, a cambio de un dólar". Ese comentario del artista canadiense explica por qué los habaneros son los grandes ausentes en esas fotografías. La Habana que en las mismas se ve es así una ciudad fantasma, o bien el enorme decorado donde se va a rodar una película. Edificios, techos, fachadas de viejas mansiones y espacios interiores configuran, en conjunto, la peculiar tipología de la ciudad.

Impecables desde el punto de vista técnico, las fotografías de Stan Douglas parecieran ofrecer una mirada turística, si atendemos a la claridad y la visualidad que en ellas domina. Pero en realidad enfatizan detalles en los cuales los extranjeros que viajan a la Isla no suelen reparar. Está, por un lado, el acentuado contraste entre la ruina y los vestigios de la riqueza de otras épocas que captan. Es lo que descubren imágenes como las de la escuela de circo de Cubanacán o la fachada de Villa Geraldina, en el Cerro. En ellas, el impacto del tiempo y la falta de mantenimiento resultan muy evidentes, algo que además se acentúa con la connotación arqueológica que les da la ya citada ausencia de los seres humanos.

En otras piezas, la estudiada concentración aplicada por Douglas describe el reciclaje al que los cubanos se ven obligados a recurrir, a causa de la calamitosa situación económica por la que atraviesa el país. Eso se ilustra muy bien en el vestíbulo del antiguo Royal Bank of Canada, hoy convertido en un parqueo de motocicletas; y en el interior del Cine Majestic, que tras ser cerrado en la década de los noventa, pasó a utilizarse como carpintería. Muy expresiva es la fotografía del enorme edificio de la embajada de la Unión Soviética, concluido poco antes de que ésta se disolviera. Aquella etapa también queda reflejada en la foto de una de las habitaciones del Centro Cultural de Tarará. Los nombres y frases en ruso que cubren las paredes son recuerdos de los niños ucranianos que se alojaron allí. Viajaron a Cuba para que les trataran las afecciones que les dejó como secuela el accidente ocurrido en 1986 en la planta nuclear de Chernobyl.

Pasado y presente dialogan así en unas fotografías que, junto con Inconsolable Memories, buscan promover la reflexión acerca de cuestiones como las oportunidades perdidas, la circularidad de los hechos históricos y los proyectos de transformación que luego se truncan. En ellas, Stan Douglas logra resumir además en magníficas imágenes la gran incógnita que constituye el futuro de la Isla. También en ellas el artista canadiense reclama una participación activa de quien las contemple, pues a éste corresponde una parte de la labor para descubrir su capacidad narrativa. La historia que tan admirablemente resumen se revela en la misma medida en que el espectador sea capaz de interpretarla. En tal sentido, se puede afirmar que estamos ante obras que retribuyen con generosidad a quienes se acerquen a ellas.


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