Actualizado: 28/03/2024 20:04
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CON OJOS DE LECTOR

Los libros negados y malqueridos (II)

En otras ocasiones, los escritores se distancian de algunos de sus libros debido a la evolución de sus ideas políticas.

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Una ideología con la cual ya no se identifican

Están, por otro lado, quienes no explican ni justifican, sino que sencillamente pasan a eliminar de su bibliografía aquellos libros con los que ideológicamente ya no se identifican. Ése es el caso de César Leante (1928), quien tras su salida al exilio ha dejado de ser el autor de Con las milicias, el título con el cual las Ediciones Unión iniciaron su andadura en 1962. Esa operación de limpieza Leante la aplicó también a Los guerrilleros negros, novela galardonada en 1975 con el Premio UNEAC. Al reeditarla en España en 1982 le cambió el título por el de Capitán de cimarrones.

Entonces, Roberto Madrigal dedicó a Leante un artículo, "De funcionario a disidente", que apareció en la revista Término. Allí comenta la salida de la segunda edición de la citada novela en estos términos: "Ahora, para su reedición española (…) Leante realizó cambios sustanciales de contenido a la obra (quizás sobre un ejemplar de los que tiró la UNEAC) y ajustó su título al gusto de su nuevo público y lo cambió por Capitán de cimarrones (las palabras 'guerrillero' y 'negro' no son del buen gusto burgués y menos salidas de la pluma de un cubano). Hubiera elegido mejor si lo cambiara por Capitán de camajanes o Capitán de camaleones".

También Francisco Garzón Céspedes (1947) prefiere no citar en su bibliografía Cantos a la revolución, al pueblo y al amor, un poemario que publicó en Cuba en 1985. El título es ya suficientemente expresivo de su contenido, y en el libro se pueden encontrar textos como éste: "revolución/ me siento crecer/ porque me reconozco/ en ti y dentro de ti,/ soy mejor porque existes,/ por tenerte como relámpago que no se agota,/ que conforma la primavera/ y ese fuego que no cesa,/ yo te amo/ como sólo puedo amar a quien me ama". Evidentemente el autor dejó de reconocerse "en" y "dentro" de la revolución, pues unos años después de que el libro viera la luz pasó a residir "fuera" de la misma, esto es, en el extranjero. Se explica pues que ahora ya no se identifique con lo que expresaba en aquellos cantos.

Y aunque no tengo noticias de que haya incluido en su testamento una cláusula que lo especifique, estoy seguro de que Magaly Muguercia (1945) no aceptaría bajo ninguna circunstancia que se reedite su primer libro, Teatro: en busca de una expresión socialista. Posiblemente hasta siga el ejemplo de mi admirado Borges, y niegue con vehemencia que tal texto exista y mucho menos que sea de su autoría. Mas la obra de marras existe, vaya si existe, y puedo dar fe de ello porque poseo un ejemplar. En sus ciento cuarenta y ocho páginas, la autora se dedica esforzadamente a convencernos de que el camino de nuestro movimiento teatral no era el que los artistas habían seguido entre 1965 y 1970, "lustro en el que se produce en nuestra escena el alarmante predominio del irrealismo, la neurosis, el individualismo morboso, las contorsiones histéricas, la remisión permanente al clima pequeño burgués, con su sofocante atmósfera de vacilación, despolitización e inercia". De acuerdo a su criterio, todo ello era consecuencia, entre otros factores, de la ausencia casi absoluta del repertorio de los grupos del "renglón de la dramaturgia de los países socialistas, y muy marcadamente de la soviética". Vaya por Dios.

Hace apenitas unos días leí este verso de un poema hasta entonces inédito del argentino Mario Merlino: "los libros desaparecen en patios de no sé quién son presa de fogatas que prendemos al emprender la fuga". Afortunados los poetas, que siempre saben decir con palabras hermosas lo que nosotros, humildes mortales, expresamos con tanta torpeza.


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