Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Aves, Gorrión, Literatura

Los niños del aire

De todas las aves, el gorrión es la que posiblemente ha logrado extenderse con más éxito por casi todo el planeta. Sin embargo, los actuales son malos tiempos para esta especie, y su capacidad de adaptarse a los seres humanos está provocando su desaparición

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Si alguna vez ha sido cierta la afirmación de que el presentado no necesita que se le presente, esta es sin duda la ocasión por excelencia. De tan conocido y familiar que es, el presentado sobre el cual voy a hablar resulta casi notorio. Podemos pararnos en el Paseo del Prado de La Habana, en el zoco de El Cairo, en la madrileña Plaza Mayor o en el neoyorquino Central Park, que allí sin falta lo encontraremos. Señoras y señores, mozos y señoritas, chiquillos y niñas, sin más preámbulo ni dilación les presento al Passer domesticus, o para llamarlo por su nombre de pila, al gorrión común.

En efecto, el ave a la cual están dedicadas estas líneas es, de todas, la que posiblemente ha logrado extenderse con más éxito por casi todo el planeta. Ello se debe a que, en cuanto a hábitat y alimentación, es poco exigente y se adapta con facilidad. Vive en ciudades, pueblos, caseríos y granjas, en perfecta convivencia con los seres humanos. Es su comensal y depende en buena medida de ellos. Esa es la explicación de que cuando un sitio es abandonado por sus moradores, los gorriones no tardan en seguir su ejemplo.

El gorrión es una de las primeras especies que se adaptaron a vivir cerca de las personas y a sacar provecho de sus actividades. Se supone que esa asociación data desde el Neolítico. Se sienten como en casa cerca de sus vecinos humanos, y allí donde haya comida el pequeño y terco pajarito no ha de andar lejos. Se les puede hallar en casi todos los países, a excepción de Islandia, la Antártida y las montañas septentrionales de Escandinavia.

Sin embargo, aunque se han extendido por medio mundo, los gorriones son originarios del Medio Oriente, Australia y la región del Mediterráneo. En el resto de los países fueron introducidos. A Cuba, por ejemplo, llegaron en 1850. En Nueva York puede parecer que han vivido toda la vida, pero en realidad son inmigrantes ilegales: fueron soltados allí por primera vez en 1855. Como especie nativa, vive en desiertos y bosques mediterráneos. Como especie exótica, en ambientes urbanos, ciudades, pueblos, granjas y cualquier sitio donde habiten las personas, pues ya apunté que son nuestros comensales.

El gorrión —aclaro que cuando emplee ese término me voy a referir al gorrión común— pertenece a las paseriformes, una gran orden que abarca más de las aves del planeta. Aparte del común, existen otras 29 variedades más. Cuatro de ellas se pueden encontrar en España: el molinero, el chillón, el moruno y el alpino, que de acuerdo a los ornitólogos es el que se verá más afectado por el cambio climático. El común es el que más se ve, aunque su número es inferior al de otras aves. En todo caso, su población es abundante.

El hecho de ser tan conocido, hace que muchas de sus principales características pasen desapercibidas. En primer lugar, es gregario y residente, y a diferencia de otras aves no emigra en determinada época del año. En libertad vive siete años; en cautiverio, catorce. Es social y construye su nido próximo al de otras parejas. Se le suele ver en bandadas. Estas pueden llegar a ser numerosas y en las áreas rurales suponen un azote para la agricultura. Al anochecer, se reúnen para dormir, lo cual por lo general hacen en algún árbol o matorral espeso. Hasta que todos se han asentado en su sitio, arman bastante alboroto.

Pesan alrededor de 30 gramos y miden de 14 a 16 centímetros de longitud total (el macho suele ser más grande que la hembra). Son de aspecto rechoncho y conformación robusta, y sus patas son cortas. Poseen un pico grueso, fuerte y cónico, característico de las aves granívoras. Son malos voladores y rara vez ascienden más allá de 8 metros. Acostumbran desplazarse en grupos y su vuelo es rápido, con fuertes aleteos que van seguidos de planeos bajos.

Su canto es muy ruidoso, especialmente a primeras y últimas horas del día, cuando se unen en bandadas para iniciar la jornada o prepararse para dormir. Su voz más habitual es un “chip” sencillo, y también pueden realizar otros sonidos diferentes que constituyen su canto primaveral. Asimismo, cuando andan por la tierra en busca de comida, caminan a saltos.

Son aves muy limpias y aparte de hacerlo en el agua, se dan baños de arena para limpiarse el plumaje y librarse de parásitos como ácaros y garrapatas. Asimismo, tienen la curiosa costumbre de limpiarse el pico con los canalones en los cuales se posan, o bien con cualquier sitio metálico que encuentren. Son listos, versátiles y curiosos, y tienen una gran resistencia que les permite aguantar climas extremos.

Cambios en la época de cortejo

El macho tiene plumaje gris en las partes inferiores y algo más oscuro en el píleo y las mejillas. Parte de su pecho está cubierto por una mancha negra, que es ocultada parcialmente por las plumas después de otoño y que en primavera reaparece en forma de babero. Su cola es de color pardo y sus alas color chocolate, con una banda blanca y algunas plumas negras. Entre el pico y los ojos posee una banda negra que se asemeja a un antifaz. Durante la época de cortejo, su pico se vuelve de color negro, lo cual indica a la hembra que está listo para el apareamiento. Recupera su color marrón en el otoño.

En las partes inferiores y el pecho, la hembra es gris y carece de las zonas negras en la garganta y el pecho. Las alas y la cola son de color pardo oscuro, más claro en la cola y en la parte superior del cuello. El plumaje de las alas es, básicamente, como en el macho, pero presenta tonos más apagados que se resuelven en un color canela sucio. El plumaje de ambos sexos presenta un marcado contraste, en especial en la época reproductora, durante la cual los machos muestran un plumaje de tonos mucho más vivos. Las crías, que se conocen como gurratos, hasta su primera muda tienen un plumaje similar al de la hembra, aunque algo desteñido.

En lo que se refiere a su comportamiento alimentario, el gorrión es granívoro. Se nutre casi por completo de granos, aunque en la temporada veraniega come insectos, principalmente langostas y saltamontes, en cuya captura está especializado. Ese es además el alimento con el cual ceba a sus crías. Aquellos que viven en las áreas urbanas han aprendido a nutrirse de las migajas y restos de comida que dejan las personas. Se han vuelto más atrevidos y han aprendido a luchar por el sustento. Son capaces de correr el riesgo de moverse en las aceras y entre las ruedas de los coches, para sacar adelante a sus crías. Algo a anotar es que las luces de las ciudades han trastocado su reloj biológico y comen a altas horas. En invierno, tienen que comer tres veces más de lo normal.

Y a propósito de la estación invernal, en ella los gorriones dan la impresión de haber engordado de un día para otro. En realidad, no se trata de que estén más rollizos. El aspecto esférico que adoptan se debe a cómo disponen el plumaje. Lo hacen para aislarse del exterior y evitar de ese modo perder demasiado calor. Expanden plumas y plumones y generan así una amplia capa alrededor de su cuerpo. Es una capa de aire, en la que este queda retenido entre los filamentos más finos de las plumas.

Como antes anoté, en la época de reproducción el macho presenta el pico negro, y también el dorso adquiere una tonalidad rojiza. El apareamiento comienza en abril, lo mismo que la construcción del nido. Durante el cortejo, el macho se exhibe saltando cerca, con la cola levantada, las alas caídas y el pecho inflado, mientras pía y hace reverencias. Cuando va a elegir pareja, la hembra pone un cuidado exquisito en arreglarse el plumaje. Es ella además las que toma la iniciativa en el apareamiento. El macho la persigue y ella responde con el típico castañeteo de enfado y lo evita. Progresivamente, consiente su presencia, se encoge, empieza a agitarse, para hacerle saber que está preparada, y por fin le permite que la fecunde. La cópula es breve y se sucede tres o cuatro veces.

Ambos padres participan en la construcción del nido. Este es una bola voluminosa e irregular, con entradas a los lados. Está hecho con briznas de hierba, malezas, ramas y desechos, con un relleno de plumas, lana o pelos que lo hace confortable. Lo construyen aprovechando huecos en las viviendas y edificios, así como en las ramas de los árboles, agujeros en troncos viejos e incluso expulsan de su nido a otras aves. Ponen de tres a siete huevos en cada puesta. La hembra los incuba entre diez y trece días. Ambos padres se encargan de criar a los gurratos, que a los pocos días de romper el cascarón ya tienen plumas. Al principio, estas no se distinguen de las de las hembras. No es hasta que realizan la mudada de finales del verano, cuando su plumaje adquiere los colores del adulto. Los padres protegen con agresividad el área alrededor del nido. Los machos atacan a otros machos y las hembras hacen lo propios con otras hembras.

El gorrión compite por el alimento con otras especies de aves, y además puede desalojar a las nativas de sus nidos. A su vez, sirve de alimento a algunas aves rapaces de pequeño tamaño, como el cernícalo americano y el halcón esmerejón. Otro de sus enemigos son los gatos, sobre todo de los que viven en áreas urbanas. De todas las ciudades del Medio Oriente, El Cairo es aquella donde más se mima a los felinos, pues desde la antigüedad son considerados un animal sagrado. Quienes la visitan, se sorprenden del enorme número de ellos que pueblan las calles. Pero eso ha hecho que la capital egipcia posea uno de los índices de depredación de gorriones más altos del planeta.

Mao Zedong decretó su exterminio

Sin embargo, eso no es comparable con los 2 mil millones que desaparecieron durante la mayor masacre de pájaros de la historia. Se debió a una campaña política desarrollada en China bajo el gobierno de Mao Zedong. Formaba parte del Gran Salto Adelante (1958-1961), un experimento de dimensiones gigantescas que pretendía lograr la industrialización y el bienestar en pocos años y que concluyó en un tremendo fracaso. Dentro de la Campaña de las Cuatro Plagas, se decretó la eliminación de los gorriones, medida con la que supuestamente se obtendrían más toneladas de grano, al desaparecer el ave que se alimentaba del mismo. Los jóvenes se encargaban de eliminarlos mediante distintos métodos (envenenamiento, destrucción de nidos y huevos), mientras que los niños y ancianos hacían de centinelas o ayudaban como podían. Cuando las aves eran avistadas volando, los ciudadanos gritaban, daban palmas o agitaban banderas, para impedir que tocasen el suelo. Terminaban tan exhaustas, que caían fulminadas por paros cardíacos.

Al año siguiente, se produjo la aparición de una plaga de insectos, como la langosta, que asolaron los cultivos y fueron una de las causas de la Gran Hambruna que dejó unos 20 millones de muertos. El gobierno se vio obligado a rectificar su decisión e importó 200 mil gorriones de la Unión Soviética. En la actualidad, la mala fama de esta especie sigue persistiendo en China, y aún son numerosos los campesinos que siguen eliminándolos, pese a que hace muchas décadas que cesó la orden de perseguirlos. Los nuevos gobiernos chinos parecen ser conscientes de estas prácticas negativas derivadas de los tiempos de Mao, y en agosto de 2001 se le proporcionó al gorrión el estatus de ave protegida. Aun así, se han tenido que promulgar leyes posteriores para endurecer las penas. Desde diciembre de 2002, una ley la ley decretada en la provincia de Hunan, al sur del río Yangtsé, promulgó que aquel que mate, cace o venda gorriones será “severamente castigado”.

Pese a ser unos pajaritos sencillos, pequeños y humildes, los gorriones tienen motivos para presumir. En la Edad Media eran el símbolo de los campesinos y las clases pobres, mientras que en la antigua Inglaterra simbolizaban a los espíritus acogedores y hospitalarios del hogar. En la India de hoy son el ave estatal de Delhi y Bihar. Y un dato que muchos han de ignorar: Nature Forever Society y otras organizaciones conservacionistas declararon el 20 de marzo Día Mundial del Gorrión.

Eso por no hablar de las numerosas páginas que sobre ellos se han escrito. No voy a hacer el consabido listado de autores y obras. En lugar de ello, reproduciré un par de textos que tengo a mano. Uno es un fragmento de “El gorrión y el prisionero”, un cuento inconcluso del poeta español Miguel Hernández:

“Los gorriones son los niños del aire, la chiquillería de los arrabales, plazas y plazuelas del espacio. Son el pueblo pobre, la masa trabajadora que ha de resolver a diario de un modo heroico el problema de la existencia. Su lucha por existir en la luz, por llenar de píos y revuelos el silencio torvo del mundo, es una lucha alegre, decidida, irrenunciable. Ellos llegan, por conquistar la migaja de pan necesaria, a lugares donde ningún otro pájaro llega. Se les ve en los rincones más apartados. Se les oye en todas partes. Corren todos los riesgos y peligros con la gracia y la seguridad que su infancia perpetua les ha dado”.

El otro texto lo firma un Premio Nobel de Literatura, el también español Juan Ramón Jiménez. Pertenece a uno de los capítulos de su popular libro Platero y yo:

“La mañana de Santiago está nublada de blanco y gris, como guardada en algodón. Todos se han ido a misa. Nos hemos quedado en el jardín los gorriones, Platero y yo.

“¡Los gorriones! Bajo las redondas nubes, que, a veces, llueven unas gotas finas, ¡cómo entran y salen en la enredadera, cómo chillan, cómo se cogen de los picos! Este cae sobre una rama, se va y la deja temblando; el otro se bebe un poquito de cielo en un charquillo del brocal del pozo; aquel ha saltado al tejadillo del alpende, lleno de flores casi secas, que el día pardo aviva.

“¡Benditos pájaros, sin fiesta fija! Con la libre monotonía de lo nativo, de lo verdadero, nada, a no ser una dicha vaga, les dicen a ellos las campanas. Contentos, sin fatales obligaciones, sin esos olimpos ni esos avernos que extasían o que amedrentan a los pobres hombres esclavos, sin más moral que la suya ni más Dios que lo azul, son mis hermanos, mis dulces hermanos.

“Viajan sin dinero y sin maletas; mudan de casa cuando se les antoja; presumen un arroyo, presienten una fronda, y solo tienen que abrir sus alas para conseguir la felicidad; no saben de lunes ni de sábado; se bañan en todas partes, a cada momento; aman el amor sin nombre, la amada universal.

“Y cuando las gentes, ¡las pobres gentes!, se van a misa los domingos, cerrando las puertas, ellos, en un alegre ejemplo de amor sin rito, se vienen de pronto, con su algarabía fresca y jovial, al jardín de las casas cerradas, en las que algún poeta, que ya conocen bien, y algún burrillo tierno —¿te juntas conmigo?— los contemplan, fraternales”.

En Londres, Moscú y Dublín prácticamente se han extinguido

Sin embargo, los actuales son malos tiempos para el gorrión, y su capacidad de adaptarse a los seres humanos está provocando su desaparición. En el medio rural, las causas son la modernización de la agricultura, el empleo abusivo de pesticidas, el despoblamiento; en las zonas urbanas, el ruido, el exceso de contaminación, la falta de refugios, la competencia de las especies invasoras, la escasez de áreas verdes donde alimentarse equilibradamente y de lugares para nidificar, el aumento de los depredadores, el electromagnetismo de las torres de los teléfonos móviles. Todo eso hace que sufran anemia, malnutrición y un funcionamiento deficitario de sus sistemas de defensa.

En Europa es una especie en declive, algo que los ornitólogos comenzaron a notar hace treinta años. Se calcula que entre 1980 y 2013, un 63 por ciento ha desaparecido, cifra que da una idea de la magnitud del problema. En España, hay 8 millones menos de los gorriones que había hace dos décadas. Un estudio de la Sociedad para la Protección de las Aves, de Londres, dio a conocer un estudio muy elocuente. De acuerdo al mismo, en 1925 un recuento hecho en los jardines de Kensington cifró en 2,603 los gorriones. En la primavera del 2000, solo se contaron 8. En París, Praga y Berlín también han disminuido de forma drástica. Mucho más alarmantes son los casos de Moscú, Amberes, Dublín, Gante, San Petersburgo, en donde los gorriones son prácticamente un patrimonio natural extinguido. De seguir así, estos podrían ser incluidos en la lista de especies amenazadas de extinción.

En 2016, la ONG española Sociedad Española de Ornitología Bird Life nombró al gorrión Ave del Año, para concienciar sobre su conservación y alertar sobre la mala calidad ambiental de las zonas urbanas. Ese año, cien ejemplares procedentes de Inglaterra fueron soltados en Brooklyn, iniciativa que también se siguió en otras ciudades de Estados Unidos.

Lo que está afectando negativamente a los gorriones nos concierne también a los seres humanos, pues es algo que repercute en nuestra calidad de vida. Un mundo no apto para ellos, tampoco puede serlo para nosotros. Los gorriones son un poco como aquellos canarios que se utilizaban en las minas para detectar la presencia de un gas venenoso. Su presencia o su ausencia señala las condiciones buenas o malas de un espacio natural o biotopo. En ese sentido, actúan como bioindicadores de la salud de nuestras ciudades. Forman parte del patrimonio natural de los núcleos urbanos y por eso debemos cuidarlos. Sin ellos, nuestras vidas no serían las mismas, pues como expresó Miguel Hernández, con su algarabía fresca y jovial llenan de píos y revuelos el silencio torvo del mundo.