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Polio, Congo, Música

Mirar más allá de las apariencias

La historia del grupo congoleño Staff Benda Bilili es un cuento de hadas enteramente verdadero, que constituye una admirable historia de coraje, superación y optimismo, y una lección de tenacidad ante las adversidades

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La primera impresión que ha de dar la foto que aparece encima de estas líneas, es que se trata de un grupo de moteros que posan ante la cámara para presumir de los vehículos hechos por ellos, una suerte de Harley-Davidson para pobres. Pero, en realidad, tras esos señores maduros y de tez oscura hay una admirable historia de coraje, superación y optimismo. Un cuento de hadas enteramente verdadero, que constituye una lección de tenacidad ante las adversidades. Una historia, en fin, que merece ser contada.

Resulta increíble que haya ocurrido en Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo, un país que durante muchos años ha conocido guerras civiles, corrupción, miseria e inestabilidad. Antiguamente, a Kinshasa la llamaban Kin La Belle. Hoy, para los kinois, como se conoce a sus habitantes, es Kin Poubelle, basura en francés, por la enorme cantidad de productos de desecho y la incapacidad del gobierno para gestionar su eliminación.

Es la mayor ciudad del África subsahariana, y cuenta con una población de más de diez millones de habitantes. La mayor parte de ellos viven en una extrema pobreza. En las calles sin asfaltar de Kinshasa deambulan más de 40 mil niños abandonados. Se les conoce como shégués, una palabra que proviene de la deformación del nombre de Che Guevara. En 1965, este llegó al Congo con un grupo de soldados cubanos, para apoyar las guerrillas organizadas por Laurent Desiré Kabila. Se cuenta que, al conocerlo, Guevara se decepcionó porque era demasiado aficionado a la bebida y a las mujeres.

En el Congo hay una considerable cifra de personas afectadas por la polio. Esta es, como sabe, una enfermedad vírica altamente infecciosa, que afecta el sistema nervioso central y provoca parálisis total o parcial, atrofia muscular y, algunas veces, deformaciones. Desde 1954 existe una vacuna que la previene, y como resultado de una campaña de vacunación global a lo largo de los últimos veinticinco años, la polio prácticamente se ha eliminado. No obstante, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud continúa activa en algunos países de Asia y África, donde es una enfermedad endémica.

En los años 70, el gobierno del Congo aprobó una supresión de impuestos para las personas de movilidad reducida, muchas de las cuales lo eran tras haber sido afectadas por la polio en la niñez. Aquella exención estimuló un permanente trasiego de mercancías y personas entre Kinshasa y Brazzaville, las dos ciudades que separa el caudaloso río Congo. Pronto aquellos discapacitados que hacían de taxistas se agruparon y organizaron un sindicato llamado Plataforma. A través de él se promovió un sistema de ayuda social para vacunar a los niños contra la polio, y para armar un sistema educativo con escuelas adaptadas a las necesidades de los que ya la habían contraído.

Ricky Likabu fue atacado por la polio a los cuatro años y tuvo que comenzar a usar una silla de ruedas. Durante los años en los que floreció el tráfico entre Kinshasa y Brazzaville conoció a otro discapacitado, Coco Ngambali, que al igual que él quería dedicarse a la música. Para ganarse la vida, Likabu se situaba en su triciclo a la entrada de los clubs nocturnos y restaurantes más chics de la capital para vender cigarros y alcohol; Ngambali, por su parte, lo hacía como carpintero. En 2003, al primero se le ocurrió la idea de formar un grupo. Ambos habían tratado de entrar en otras bandas, pero siempre los rechazaban a causa de su discapacidad. No pueden bailar, les argumentaban, y siempre van a llegar tarde a las actuaciones. A Likabu y Ngambali se unieron otros dos parapléjicos, que también habían sufrido la misma marginación. Llamaron al grupo Staff Benda Bilili, que en lengua lingala, que se habla en gran parte del país, significa “mira más allá de las apariencias”.

No tenían a donde ir y el dueño del zoológico de Kinshasa les permitió que empezaran a ensayar allí. Durante los caóticos años del fin de la era Mobutu, el sitio se había quedado casi sin animales, pues estos fueron usados para alimentar a la población. Así fue como pasaron a prepararse entre leopardos y monos. En esa ciudad tan asfixiante y caótica, el único lugar de relativa tranquilidad era aquel santuario decadente que a los congoleños les evoca el Paraíso Perdido. Se halla cerca además del centro de discapacitados, donde algunos de ellos pasaron parte de su vida.

Pronto se les acercaron a curiosear varios niños que vivían en las calles aledañas. Los integrantes de Staff Benda Bilili entablaron relación con ellos y tomaron algunos bajo su tutela. “La gente los ve como mendigos y ladrones. Pero nosotros los tratamos como a unos de los nuestros”, comentó Likabu. Los niños, a su vez, los ayudaban a cargar los equipos y a empujar los triciclos cuando el motor se rendía o la gasolina se agotaba. Uno de aquellos niños fue Roger Landau, de doce años, quien después pasó a ser el miembro más joven del grupo. Se inventó un instrumento similar a un laúd, al que llamó santongé. Lo fabricó a partir de una lata de leche en polvo, un trozo de red para pescar, una cuerda de guitarra y un pequeño palo de madera insertado en el recipiente. Además, sorprendió a todos por su electrizante manera de tocarlo, similar a la de Jimi Hendrix. Los otros integrantes también usaban instrumentos artesanales, así como unos pequeños y vetustos amplificadores hechos con chatarra. Sin embargo, con recursos tan elementales lograban un sonido muy potente.

Potente y contagiosa mezcla de sonoridades

Para compensar la movilidad reducida, los cuatro integrantes parapléjicos se valieron del ingenio. Con partes de bicicletas y chatarra construyeron unos triciclos al estilo de los vehículos de Mad Max. Con ellos se trasladaban al zoológico, aunque a algunos les tomaba dos horas llegar debido al tráfico. Trabajaron y ensayaron hasta que estimaron que estaban listos para presentarse. Empezaron entonces a hacerlo y también rodaron comerciales de cerveza.

En el año 2005, se realizaron en el Congo las primeras elecciones que se convocaban en cuatro décadas. La misión de las Naciones Unidas tomó como tema de la campaña una canción de Staff Benda Bilili, Allons voter (Vamos a votar). La mayoría de la población es analfabeta, y se dice que gracias a aquel tema se logró que la participación alcanzara el 70 por ciento. Cada uno de los miembros recibió 50 dólares por su contribución. Era un pago irrisorio y determinaron demandar a la misión por el pago de los derechos de autor. Pero no habían firmado ningún contrato y la querella no prosperó.

El repertorio del grupo estaba compuesto en su totalidad por temas originales. Theo Nsituvuidi era quien se encargaba de componerlos. Las letras son en lingala, aunque ocasionalmente insertan fragmentos en francés, swahili, kikongo y keteke, el dialecto de Kinshasa. Ellos definen su música como rumba-blues, y uno de sus atractivos es que se nutre de las raíces mestizas de las expresiones musicales del centro de África. Como célula madre, parten de la rumba congoleña, a la cual incorporan otros elementos africanos, europeos, americanos y caribeños. De ello resulta una potente y contagiosa mezcla de sonoridades que incluyen el soukou, las expresiones tribales, el rhythm and blues, el funk, el reggae, el soul, el son y los ritmos afrocubanos. Eso hace que la rumba africana adquiera un sonido más sosegado y, en ocasiones, acústico. En ese sentido, la propuesta de Staff Benda Bilili se diferencie de la de agrupaciones de Kinshasa como Konono No. 1 y Kasai Allstars. Asimismo, sus canciones cuentan con unas interpretaciones vocales vitales y pegadizas y unos innovadores solos de guitarra.

En el Congo, la suya es además una música necesaria, porque está llena de compromiso social. Cada dificultad que encuentran es el origen de una canción. Sus letras cargadas de fuerza ponen de manifiesto los problemas que cotidianamente enfrenta la población. Hablan así de las duras condiciones de la gente, de los crímenes, del aumento del precio de los alimentos. Se consideran los verdaderos reporteros de Kinshasa, pues a través de sus temas expresan las incidencias del día a día en las calles. “Escribimos nuestras canciones como periodistas”, ha comentado Ngambali.

En Polio, expresan la necesidad de vacunar a los niños contra esa enfermedad. “Cuando nací era un chico fuerte, pero la polio me convirtió en un lisiado. Pero mírame ahora, me puedo mover en mi triciclo. Mis padres ya tuvieron la buena idea de matricularme en la escuela y ahora soy una persona educada, con medios para salir adelante y alimentar a mi familia. Padres, por favor, lleven a sus hijos a los centros de vacunación y vacúnenlos contra la polio.”, dicen en la letra. En sus canciones no hay autocompasión. Lo suyo es la fuerza vital y el mensaje esperanzador, el propósito de ser la voz de los que en el Congo no tienen voz. Eso sí, nunca olvidan hacer música cargada de optimismo y energía, para que el público se ponga de pie y baile, algo que varios de ellos no pueden hacer.

En diciembre de 2003, llegaron al Congo dos intrépidos franceses que iban a transformar las vidas de los miembros de Staff Benda Bilili: Renaud Barrett, diseñador gráfico, y Florent de la Tullaye, fotógrafo. El primero tenía una novia que es periodista. Iba a viajar al Congo para cubrir la desmovilización de los campos de niños soldados y le pidió que la acompañara. Durante los primeros días que Barrett pasó en Kinshasa conoció a un músico y se dedicó a recorrer con él la ciudad. De la Tullaye, un viejo amigo suyo, se hallaba en Moscú realizando un trabajo que tuvo que abandonar a causa de las mafias rusas. Le envió un email a Barrett contándole sus aventuras y problemas, y este lo animó a que se le uniera en Kinshasa.

Los dos se enamoraron de aquella ciudad, de su salvaje energía y del enorme talento musical que en ella había. Pensaron que tenían que hacer algo. Se compraron una cámara de cine, y sin poseer experiencia previa, se lanzaron a filmar. Una noche, fueron a un bar y, al salir vieron a un grupo muy atípico y sorprendente que ensayaba en la calle, rodeado de niños. Quedaron seducidos por sus composiciones animadas y optimistas y por sus integrantes, varios de ellos sentados en triciclos. “Su música fue directo a nuestros corazones”, han comentado los dos franceses.

Un vívido retrato de la vida de sus integrantes

Durante el primer encuentro con ellos, se dieron cuenta de que sus canciones eran originales. No era uno de esos grupos que hacen versiones de temas conocidos para ganar unas monedas. Creaban su propia música. Por varios meses se dedicaron a filmarlos en el zoológico y en su vida habitual. El rodaje se vio interrumpido por un incendio en el refugio donde varios de los músicos vivían con sus esposas e hijos, lo cual los dejó en la calle. Inicialmente, la idea de la pareja era producirles un disco, y acumularon ese material audiovisual para promocionarlo. Pero al final, eso pasó a ser un documental de largo aliento, cuya preparación tomó cinco años. El resultado fue el filme Benda Bilili!, de 125 minutos, un vívido retrato de la vida de sus integrantes y de su historia de recuperación, así como de su posterior gira por los escenarios de Europa.

Fue auto producido con muchos esfuerzos por los dos cineastas y estuvo terminado en diciembre de 2009. Al año siguiente, se estrenó en la noche inaugural de la Quincena de Realizadores, en el Festival de Cannes. A la proyección asistió el grupo, que se convirtió así en la estrella del evento. Asimismo, el documental se estrenó con notable acogida en numerosos países. Además, fue nominado al Cesar al mejor documental y obtuvo la Estrella de Oro de la crítica francesa y el premio del público en el Festival Internacional de Dublín.

En 2008, Kinshasa acogió el África Express. Se trata de un proyecto sin ánimo de lucro creado en 2005 por Damon Albarn, cantante y cerebro detrás de agrupaciones como Blur, Gorillaz y The Good, the Bad, and the Quen. Se dedica a promover la música de artistas africanos y a facilitar la colaboración cultural entre artistas de África, Oriente Medio y los países occidentales. En esa edición, figuras como Robert Del Naja (líder de Massive Attack), Tony Allen, el propio Albarn y reconocidos músicos africanos se incorporaron a los integrantes Staff Benda Bilili, para tocar con ellos sin haberse preparado antes. En las páginas del diario británico The Indepent, Ian Barrell escribió:

“Fue un momento perfecto, que simboliza el propósito del viaje de África Express al Congo: algunos de los músicos más célebres de África y Occidente tocaron con miembros de Staff Benda Bilili, un grupo formado por homeless y discapacitados víctimas de la poliomielitis que viven en los terrenos del zoológico de Kinshasa. No fue algo ensayado, y estuvo al borde del desastre, pero fue inspirador. Los edificios alrededor del pequeño club estaban plagados de agujeros de bala, las calles marcadas con baches, la gente sumida en una terrible pobreza después de años de guerra civil. Pero por un breve momento hubo un sentido de unidad entre los artistas de África, Europa y América que se unieron en el escenario”.

Los congoleños se ganaron el corazón de los visitantes. Robert Del Naja comentó sobre ellos: “Este es puramente el espíritu popular. No hay instrumentos electrónicos. Es el pueblo que hace sus propios instrumentos, construye sus propias vidas y crea algo increíble. Estar con Staff Benda Bilili en el zoológico fue para mí una experiencia inolvidable. Verlos actuar fue muy hermoso. Solo para escucharlos mereció la pena venir hasta aquí”.

Barrett y de la Tullaye establecieron con el grupo algo más que una relación amistosa. Se integraron a ellos como parte de la familia. Fueron quienes les presentaron a Roger Landau, y también los que hicieron posible la salida, en 2009, del primer disco de Staf Benda Bilili: Très très forte (Muy, muy fuerte). Para ello, convencieron a Vincent Kenis, un productor belga responsable de la serie Congotronics, que popularizó la música electro-tradicional de los suburbios de Kinshasa.

Como en esa ciudad no había estudio, grabaron en el zoológico. Lo hacían de noche, pues durante el día el ruido del tráfico y de los vendedores ambulantes era infernal. Kenis improvisó allí un estudio. Los micrófonos colgaban de las ramas de los árboles y estaban conectados a su ordenador portátil. La electricidad fue proporcionada por un cable conectado al generador de un bar cercano. Todo eso dio al álbum el sonido de una sesión en vivo. “Una de las cosas que más me han gustado de este proyecto es el entusiasmo que pusieron todos los músicos para hacer su trabajo. A los dos minutos de estar ante los micrófonos, allí ya nadie se acordaba de los problemas”, recordó Kenis.

Internacionalmente, Très très forte tuvo muy buena acogida, en especial, en Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Se vendieron más de 150 mil copias y durante cinco meses figuró en la lista europea de músicas étnicas. Obtuvo además el premio al mejor artista en el WOMEX (Word Music Expo). Aparte del disco, el documental también contribuyó a que al grupo se le conociese y a que todos desearan verlo actuar.

El Kinshasa Social Club

Ese mismo año Staff Benda Bilili emprendió su primera gira al extranjero. ¿Qué vais a hacer en Europa?, les preguntaban algunos compatriotas. Muchos no creían que una banda como esa pudiese ir a algún sitio. Pero, pese a esos malos augurios, estuvieron viajando durante tres años por Europa, Japón, Australia y dieron unos 350 conciertos. A muchos sitios llegaba con las entradas agotadas. De dormir en las calles y taparse con cajas de cartón, pasaron a ser celebridades globales y a presentarse en escenarios como el Royal Albert Hall y en shows de televisión de gran audiencia como Newsnight, de la BBC.

La suya fue una de las giras de las que más se habló en 2009, y los medios de prensa respondieron con un coro de elogios. “Su primer show en Londres llenó el Barbican con una audiencia que, seis meses atrás, nunca había oído hablar de ellos… Segundos después de que comenzaron a tocar, ninguna de las historias de fondo importaba. Fueron, sin calificación o asignación, la banda más emocionante que ha surgido de África en años… Muy, muy fuerte. Muy, muy bien. Muy, muy potente”, comentó el Financial Times. The Guardian escribió: “Como lo prueba el espectáculo de esta noche, Staff Benda Bilili es un grupo fantástico más allá de su origen. No solo tienen un sonido increíble, sino que un nivel inescrutable de cool se les sale por los poros… En el público la gente se queda boquiabierta, como es natural en presencia de un grupo tan extraordinario como este”. Y The Times se refirió a ellos como “el Kinshasa Social Club”.

Su sueño de ser “la menor banda de discapacitados de África” no solo se cumplió, sino que además resultó ser demasiado modesto. El disco y la gira los catapultaron a la fama y se convirtieron en la revelación musical del año. En un país en donde las personas con movilidad reducida son consideradas marginales y tratadas como parias, los miembros de Staff Benda Bilili tuvieron el coraje de desafiar al sistema que los define como tales. Dieron una lección de dignidad y demostraron, como sostiene Likabu, que “la única discapacidad real no está en el cuerpo, sino en la mente”, y que “tanto en el color de piel como en las enfermedades, se puede ir más allá de las apariencias”.

A su vuelta al Congo, muchos los felicitaron y festejaron su éxito. Pero no faltaron quienes creían que nunca habían viajado a Europa. En todo caso, a partir de ese momento sus vidas experimentaron un cambio notorio. En primer lugar, eso les permitió dedicarse por completo a la música. Cada uno de ellos pudo tener su casa propia y enviar a sus hijos al colegio. Se compraron nuevas sillas de ruedas. Asimismo, crearon una ONG para ayudar a las personas discapacitadas y a los niños sin hogar a conseguir trabajo y un lugar de acogida.

Al finalizar la dilatada gira, el grupo contaba con una buena cantidad de composiciones nuevas. Once de ellas pasaron a integrar su segundo álbum, Bouger le monde (Agitar el mundo), que salió al mercado en el otoño de 2012 y que también fue producido por Vincent Kenis. Esta vez trabajaron en otras condiciones. Grabaron en un estudio en Kinshasa y luego las mezclas se realizaron en Bruselas. El disco contiene once temas en los que las raíces congoleñas dialogan con influencias contemporáneas, en un sincretismo muy particular.

Respecto a Trés trés forte, se advierte un notable crecimiento cualitativo. El sonido es más limpio y contundente. El trabajo vocal es mucho más cohesionado. El discurso musical es más rico, gozoso y elegante, aunque el grupo mantiene su frescura primigenia. En las letras, sigue estando presente la preocupación por reflejar la realidad social. Hablan así de la corrupción de algunos representantes de la iglesia (Djambula), del inmovilismo de los mendigos (Sopeka), de las propias humillaciones que los músicos enfrentaron al comenzar (Apandjokwetu). En el disco hay espacio, asimismo, para una insólita versión del mítico Ne me quitte pas.

El éxito sin precedentes alcanzado por Staff Benda Bilili hizo que algunos de los miembros pensaran que el dinero iba a llegar en torrentes. Ignoraban todo lo concerniente al negocio y la industria músical, que además en Occidente devora mucho más dinero que en África. En su caso, los gastos empezaban por tener que sobornar a las corruptas instituciones del Congo para obtener pasaportes y visados. Proseguían con lo que significaba mover entre ocho y once músicos, cuatro de ellos parapléjicos, garantizarles hospedaje, trasporte, alimentación, seguros, impuestos. Pagar también agentes y destinar una suma para la promoción, en aquellos países donde no se les conocía. La venta de discos tampoco era la de años atrás, debido a la piratería y la descarga ilegal. Por otro lado, el hecho de que fueran famosos y que el público los ovacionase, no significaba que estuvieran en la misma liga que Rihana o Emeli Sandé.

La popularidad además les había llegado tarde en sus vidas, y el tiempo estaba en su contra. Hacían dinero, pero no el suficiente, y cada uno tenía una familia numerosa que mantener. Todo eso hizo que varios de ellos empezaran a desconfiar y a creer que no se les pagaba bien. Se cancelaron giras ya programadas y el mánager se cansó y acabó por tirar la toalla. La armonía entre ellos también se deterioró. En 2013, Coco Ngambali y Theo Nsituvuidi dejaron la banda y crearon una nueva, Mbongwana Star. Likabu ha tratado de mantener Staff Benda Bilili. En el otoño de 2013 y el verano de 2014 se presentaron en algunas ciudades de Europa. Y tras varios años, en 2019 sacaron un nuevo disco, Effacer le tableau, compuesto por catorce temas.

Las historias acerca del inesperado salto a la fama en la industria musical son usuales. Pero la de Staff Benda Bilili es, a no dudarlo, la más improbable. De eso está convencido Ricky Likabu, cuando afirma: “Desde que Dios creó el mundo, nadie ha visto cinco o seis discapacitados que toquen música como esta”. Pero más allá de su exotismo y de la admirable lección que han dado, merecen ser conocidos por sus indudables méritos artísticos. Su música, que es una suerte de banda sonora de la esperanza, habla por sí sola.