Actualizado: 28/03/2024 20:07
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Cultura

Música

Rústico pero bien cultivado

Pedro Luis Ferrer vuelve a los géneros tradicionales en su último disco.

Enviar Imprimir

Probablemente este sea el disco más auténticamente cubano de Pedro Luis Ferrer. Aquí "El Guajiro de Yagüajay" da rienda suelta a su vena de bardo de monte adentro, de juglar de la guardarraya y nos regala una pequeña pero bien cuajada obra que evoca aquella Cuba profunda que a los urbanos habaneros resulta distante, aunque genuinamente criolla.

A diferencia de otros trovadores surgidos en los años sesenta, para quienes su etapa de máximo esplendor creativo resulta ya una cuestión del pasado, Ferrer continúa componiendo con la misma inspiración y gracejo con el que conquistó a los que somos sus contemporáneos; incluso, con el valor añadido de haber incorporado a su quehacer musical a Lena Ferrer, su hija, con quien establece una íntima complicidad, sobre todo en el formidable empaste que logran sus voces, pues, ¿quién mejor podría reproducir la letra y el espíritu de las creaciones del autor de Debajo de mi voz?

En este disco de la firma Escondida Music, Ferrer se enfrasca en la reinvención de algunos géneros como el changüí —su propuesta asume el nombre de changüisa—, el cual forma parte del patrimonio musical de ciertas localidades de la Isla, en este caso de Guantánamo, pero que por su prolongado abandono devino auténtico fósil.

Sin embargo, ha sido capaz de recrearlo, adobándolo con elementos de otras reliquias tales como el coro de claves o la trova espirituana; ambas originarias de la región natal del cubano. En este disco, la bunga —según Ferrer, pequeño grupo de músicos que se reúnen para disfrutar tocando de manera muy libre, incorporando nuevos instrumentos y alternando la ejecución de estos— que lo acompaña está compuesta además por la instrumentista Lerlys Morales y el percusionista Basilio Perodín, cuyo rol en la interpretación de la marímbula —otra evidencia del rescate de las tradiciones— resulta esencial en muchos de los temas del álbum.

Reinvención de las tradiciones

En cuanto a los textos de las canciones, cabe señalar que están en plena sintonía con la banda sonora que les sirve de soporte. Son temas de una fuerte impronta costumbrista — Ay mi vidita, Maridos Majaderos y Puchita Pelitón— en los que la guaracha, ese género en el cual Ñico Saquito era el Rey, asume de nuevo el protagonismo que le corresponde en la música cubana. En otros, como Fundamento, ¿Cómo viviré mi cholita? y Conga Vegetariana, sale a relucir la mordaz crítica que con respecto a la penosa situación que vive la población ha caracterizado buena parte de la obra de Pedro Luis Ferrer desde hace ya bastantes años.

Mención aparte para los tres temas tocados en clave de changüisa, pues en los mismos se articula un intenso contrapunto entre el tres ejecutado por Ferrer y la sección rítmica del bunga —en especial, la marímbula de Perodín—, que parecen sintetizar en un solo haz todas las tradiciones musicales de la tierra del Guaso, con una frescura y un rigor poco habituales en la producción discográfica de artistas cubanos.

Por último, el tema que cierra el disco: Nana para un suspiro, es una hermosísima canción desbordante de ternura y donde se evidencia una vez más el formidable guitarrista que es Ferrer. La interpretación de Lena, cargada de sentimiento y con un registro excepcional de matices en los que acomoda dulcemente los quiebros de su voz, dejan una muy agradable impresión de un disco que asume el nombre de "rústico" por la sencilla razón de que recrea algunos géneros musicales oriundos del medio rural cubano, pero que está "currado" a fondo y cuyo productor, arreglista, grabador y masterizador (Pedro Luis Ferrer) no ha dejado ni un solo detalle al azar.

De seguir por este camino de reinvención de las tradiciones musicales de la Isla, esperamos que el próximo disco del autor de Ay Mariposa se detenga a renovar el sucu-sucu pinero con la misma energía y la misma pasión de esta entrega.