Actualizado: 18/04/2024 23:36
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CON OJOS DE LECTOR

Soñar la Jerusalén del próximo mesías

Un documental narra historia de dos amigos que terminaron separados geográficamente por la política, pero que por encima de ello han mantenido la amistad y el respeto mutuo.

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La pasada semana se proyectó en el Departamento de Estudios Latinos de la Universidad de Chicago Dream Havana (Estados Unidos, Hexagram Productions, 2006, 81 minutos). En abril se pudo ver dentro del programa del Newport Film Festival, en California. Y unos días antes había participado en el Chicago International Documentary Festival. Es el circuito en el cual se pueden ver muchos de los documentales que hoy se realizan en Estados Unidos. Otros con mejor suerte tienen unos pocos pases en alguno de los canales de la televisión por cable. Y sólo unos pocos consiguen acceder a las pantallas de los cines de estreno ( Bowling for Columbine, Fahrenheit 9/11, Capturing the Friedmans, An InconvenientTruth). Ya se sabe que el público norteamericano que decide los ingresos de la taquilla acude a las salas para ver comedias tontas y huecas, o para que lo aturdan con violencia, acción y una abundante traca de efectos especiales. Esa situación contrasta con la vitalidad y la buena salud que hoy goza ese género, así como con su redescubrimiento por parte del público en los principales países europeos.

Dream Havana es un filme de valores estéticos y cinematográficos muy estimables, que viene a ilustrar la variedad y riqueza de las vertientes que se pueden seguir dentro del formato del documental. Su director y productor, el debutante Gary Marks, se propuso contar la historia real de dos amigos que terminaron separados geográficamente por la política y por la opción personal que cada uno asumió, pero que por encima de esas barreras han mantenido la amistad y el respeto mutuo. Estamos, pues, ante un testimonio esencialmente humano, pero en el cual todo resulta contaminado por la ideología, como es inevitable cuando se trata de la realidad cubana contemporánea.

Al comenzar el documental, se ven unas imágenes del mar habanero, mientras se escucha a Ernesto Santana (Puerto Padre, 1958) leer un poema suyo: "Sueña Habana, suéñate ciudad del sol, casa lunar de trovadores, / perla en tu mar de lentejuelas, puerta entre tantos mundos posibles e imposibles, / paraíso infernal, alba del sol poniente, Babilonia del trópico, / cruce de todos los caminos entre Roma y la nada / Jerusalén del próximo mesías. / (…) Caída sobre tu mudo estruendo, puedo verte cuando cierro los ojos". Vienen luego unos breves créditos proyectados sobre un collage de fotos, cubiertas de libros y cartas, muchas cartas. Y después esta información: "En 1994, Jorge Luis Mota escapó de Cuba en un pequeño bote con catorce personas. Su mejor amigo, Ernesto Santana, decidió quedarse".

A Santana y a Mota (La Habana, 1962) los vamos conociendo poco a poco a través de sus testimonios y los de sus amigos. El primero cuenta cómo a los dieciséis años empezó a trabajar como profesor, al mismo tiempo que estudiaba en el Instituto Superior Pedagógico. Recuerda que una de sus clases fue evaluada por unos metodólogos, quienes le señalaron como crítica el emplear ejemplos que no tenían contenido ideológico. Y sobre todo se refiere a su temprana pasión por la literatura. Santana formaba parte de un círculo de amigos en el cual los libros pasaban de mano en mano, se leían y se discutían. Igual circulación se daba a los casetes de música, en especial aquella que no se programaba en las emisoras de la Isla, pues como él comenta, preferían oír lo que estaba prohibido. Mota, por su parte, expresa que escuchaban además algunas emisoras de Cayo Hueso cuyas señales llegaban a La Habana, y menciona el programa American Top Forties. Amigos de Santana, como el periodista Gustavo Fernández Larrea, apuntan que en su casona encontraron un sitio donde se sentían libres para expresarse. Era un punto de confluencia de muchos espíritus afines, "un templo de libertad para todos nosotros".

A Mota sus amigos lo definen como una persona muy vital, a quien no había modo de poder seguirle el rastro. Una de sus cualidades era la de servir para relacionar personas. Pero a diferencia de la mayoría de sus compañeros de grupo, no se sentía bien en Cuba y empezó a soñar con el día en que pudiera irse a otro país. Lo vaticinó en el verso de un poema que lee en el documental: "Yo me iré mañana lejos, pienso". Él cuenta que esa idea se le hizo mucho más firme cuando leyó por primera vez la novela de George Orwell 1984. Resume su inconformidad e insatisfacción cuando dice que llegó un momento que prefería ahogarse en el mar o ser devorado por los tiburones, a seguir viviendo en la Isla.

Santana conoció a Mota en los años ochenta, a través de una amiga común que entonces era novia de este último. En Dream Havana ambos recuerdan que la primera vez que se vieron estuvieron charlando durante varias horas. Aquella conversación marcó el inicio de una gran amistad, "una hermandad de sangre", en palabras de Santana, que han mantenido a lo largo de todos estos años. Entre ambos existen nexos de unión, que vienen dados por su amor por la lectura y la escritura, por la búsqueda de valores espirituales. Está además el respeto que se profesan mutuamente, como creadores y como personas. Todo esto queda bien reflejado en el filme de Gary Marks, que en ese aspecto se erige como un canto a la amistad.

Tras la caída del Muro de Berlín

La primera página de un diario norteamericano, en la que aparece la noticia del derribo del Muro de Berlín, da paso a los testimonios de lo que fueron los primeros años del Período Especial. Los sueños de que en la Isla se produjera una perestroika y una glasnost similares a los que tuvieron lugar en la extinta Unión Soviética se desvanecieron, dando paso al desencanto de la población y al deterioro económico del país. Las imágenes que se muestran hablan con elocuencia de ello, y no por haberse visto repetidas veces resultan menos impactantes. "Nadie esperaba una crisis económica tan fuerte, eso era inimaginable", comenta Santana.

Mota no había abandonado sus planes de escapar, y cuando en agosto de 1994 el régimen cubano decidió permitir la salida de balseros, se dijo que aquélla era su oportunidad: ahora o nunca. Su propia madre reconoce en el documental que es responsable de que su hijo se lanzara al mar, pues comprendía que su existencia no tenía sentido en un país donde se sentía tan mal. Para entonces, Santana había dejado su empleo como profesor en Santiago de las Vegas y se ganaba la vida como artesano. Sin embargo, no quiso unirse a su amigo. "Nunca me ha pasado por la cabeza vivir fuera de Cuba. Pienso que extrañaría muchísimo La Habana", expresa.

Tras doce días en el mar Caribe y luego de algunos contratiempos (el motor de la balsa se rompió y estuvieron varios días a la deriva, navegando entre olas de ocho y diez metros), un guardacostas norteamericano rescató la improvisada embarcación en la que viajaban Mota y Doralice, su compañera. Luego vino para ellos el internamiento en la base naval de Guantánamo. En las imágenes de un noticiero se ve a Mota cuando es entrevistado por Julian Crew, un reportero del canal de televisión ABC. De aquella breve charla resultó que Crew les propuso ser su patrocinador (en Dream Havana se incluye un testimonio suyo). Gracias a eso, Doralice y él pudieron salir para Norfolk, Virginia, de donde después se mudaron para Chicago.

Cuando habla sobre su nueva vida, Mota evita idealizarla. Estados Unidos es un país en el cual hay que trabajar mucho, además de que siempre se está expuesto a la trampa de ser seducido por las tentaciones de la sociedad de consumo. Pero considera que la principal ganancia que aquí ha obtenido es el libre albedrío, la posibilidad de ser él quien controle su vida. En el documental se le puede ver en su trabajo como reportero del periódico hispano Éxito (el año pasado se mudó para Miami, donde es editor del canal Univisión). Acerca de su labor allí se recogen testimonios del director del diario y uno de sus colegas. Se muestran asimismo los reconocimientos que ha recibido, entre los cuales está el Premio Guillermo Márquez, máxima distinción que se otorga a los periodistas hispanos en Estados Unidos.

Por su parte, Santana también ha visto recompensados sus varios años de dedicación a la literatura. En el año 2002 su novela Ave y Nada recibió el Premio Alejo Carpentier correspondiente a ese género. Una obra un tanto pesimista, según le expresaron algunos lectores, algo a lo cual su autor contesta comentando que cuando sólo hay "agua con azúcar con un pedazo de pan, el optimismo no cabe mucho". Pero aparte de la publicación, el libro le dio la posibilidad de ir a presentarlo en la Feria Internacional de Guadalajara. Ese viaje, el primero que hace fuera de la Isla, sirvió además para que pudiera reencontrarse con Mota, quien se trasladó hasta México para compartir unos días con él. El documental sigue los preparativos de la salida de ambos, el trayecto en el avión, la llegada a Guadalajara, el abrazo tras varios años de separación. Se ven también imágenes de la presentación de la novela por Antón Arrufat, así como de la escapada a Puerto Vallarta, que Mota organizó para que su amigo, que tanto ama el mar, no regresara a Cuba sin haber visto el océano Pacífico.

Dream Havana constituye el estreno como realizador de Gary Marks, quien antes se había interesado más por la música (fue ésa la razón que lo llevó a Cuba). Su primera incursión en el séptimo arte ha cristalizado en un filme muy solvente desde el punto de vista estético, a pesar de haber sido hecho, presumo yo, con pocos recursos financieros. Basado como fundamentalmente está en testimonios orales, cuenta con un tratamiento audiovisual que lo hace atractivo para el espectador. Se hace un uso inteligente y oportuno de las imágenes, tanto las filmadas como las pertenecientes a materiales de archivo, y gracias a la agilidad del montaje la narración avanza con fluidez. En la dirección no resulta evidente notar que se trata del trabajo de un debutante, y también es de elogiar que Marks no haya impuesto su opinión personal o su punto de vista en la historia que desarrolla la película. Entre tanto cine espectáculo vacío de contenido, siempre es muy de agradecer un documental como Dream Havana, que desde su modestia irradia un mensaje tan hermoso, sensible y humanista.