Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Un mirada contemplativa

'Iré Habana-Ni Fresa ni Chocolate' y otras desesperanzas, de la mano de Vitier y Perugorría.

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Dicen que tanto va el cántaro a la fuente hasta que se rompe, y ciertamente, en los últimos años la producción de discos, películas, documentales y vídeo clips, inspirados en el hechizo que produce a propios, y sobre todo a extraños, la ciudad de La Habana, ha provocado una suerte de avalancha de monografías que interesadas en explotar ese rico filón comercial, han terminado por saturar la oferta del mercado audiovisual referida a la Villa de San Cristóbal.

Tal estampida ha causado en el público una sensación de hastío, lindante ya con la indiferencia. Hay que admitir que en el caso cubano concurren toda una serie de factores materiales y de naturaleza subjetiva, que provocan que los isleños, y particularmente los habaneros, se sientan el ombligo del mundo, cuando realmente existen muchos más motivos para la reflexión que para el autobombo.

Recientemente ha salido al mercado otra obra audiovisual que, seducida por tales estímulos, figura en las estanterías de todas las tiendas de discos. Iré Habana-Ni Fresa ni Chocolate, corresponden al CD musical y al DVD que recoge el trabajo con la cámara, respectivamente.

Esta obra, dirigida por José María Vitier en la parte musical y por Jorge Perugorría en la sección fílmica, rinde especial tributo a la ciudad encantada. En el mismo participan acompañando al pianista Vitier la cantante lírica Bárbara Llanes, el bajista Jorge Reyes y el percusionista Yaroldi Abreu. Por la parte cinematográfica, junto con Perugorría, asume el rol de codirector el fotógrafo Ángel Alderete. El proyecto fue financiado por la SGAE bajo el sello de Iberautor Promociones Culturales.

En este disco el cuarteto antedicho recrea melodías tradicionales del cancionero cubano tales como Quiéreme mucho, La Comparsa y otras, así como tres temas de la inspiración del prolífico compositor. Más allá del demostrado mérito y versatilidad de este creador (sus discos Salmo de las Américas, Misa Cubana y Canciones del Buen Amor, así lo demuestran), la mayor virtud de la música que últimamente ha salido de la factoría Vitier, reside en la fusión orgánica de la lírica cubana con la vibrante y poderosa percusión de raigambre africana, que nutre el corpus de la música popular.

De tal suerte, Vitier consigue sintetizar las esencias distintivas de "lo cubano", muestra de lo cual se percibe sobre todo en su disco de 2000, Cuba dentro de un piano. En este álbum, el talentoso pianista parecía haber explotado al máximo la veta de su inspiración lírico-popular.


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