Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Cine

Un notable ejercicio de montaje

Agnès Varda plasmó su visita a Cuba en un documental en el cual logró, con brío técnico, ligereza e imaginación, que las fotos tomadas por ella adquiriesen un ritmo cinematográfico

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Con el estreno de Los espigadores y la espigadora (2000), la realizadora francesa Agnès Varda (1928) recuperó la atención internacional que había tenido años antes, gracias a filmes como Cleo de 5 a 7 (1962), La felicidad (1965) y Sin techo ni ley (1985). Eso, además de permitirle rodar un par de nuevos proyectos —uno de ellos, el encantador Las playas de Agnès—, ha posibilitado que actualmente toda su obra cinematográfica esté disponible en DVD.

Una de las colecciones que hoy se puede adquirir, Cinevardaphoto (2004), reúne la parte menos conocida de su filmografía. Se recogen en ella siete cortos creados por ella entre 1962 y 1986, así como un tríptico compuesto por trabajos basados en la exploración de la fotografía: Salut les cubaines (1963), Ulysse (1982) e Ydessa, les jours et etc. (2004). Del primero no me voy a ocupar ahora, pues lo haré más detalladamente en las líneas que siguen. El segundo parte de una enigmática foto tomada en una playa. En ella se ve un hombre desnudo, de espalda, que mira al mar. A su lado, hay un niño sentado. Y en la parte inferior, a la derecha, una cabra muerta. El hombre, un egipcio que trabajaba en la revista Elle, no recuerda mucho de las circunstancias en que se tomó la imagen.

Ydessa, les jours et etc. surgió del descubrimiento por parte de Varda de una exposición de Ydressa Hendeles, una judía de origen alemán que logró sobrevivir al Holocausto. Posee una colección de retratos familiares que en cierto modo documentan el siglo XX. Todas tienen la particularidad de que las personas aparecen siempre con un osito de peluche. Aunque fueron rodados en etapas distintas y son muy diferentes entre sí, en esos tres filmes Varda reflexiona sobre la relación entre fotografía, memoria e impulso artístico.

Ese interés de Varda por la fotografía no era nuevo ni tampoco casual. En realidad, con ello no hacía más que volver a sus raíces. Antes de rodar La Pointe Courte (1955), su primer filme, se había iniciado como fotógrafa. En 1947, el famoso director de teatro Jean Vilar le propuso tomar imágenes de las obras que se iban a presentar durante una semana en el Palacio de los Papas de Aviñón, y que a partir del año siguiente se convirtió en el festival que hoy es mundialmente conocido. Vilar dirigía desde 1951 el Théâtre National Populaire, y a partir de 1948 Varda se ocupó de documentar todos los montajes de esa importante compañía. Decenas de sus fotos han sido reproducidas en revistas y en libros como Avignon: 20 ans de festival (1966), Gens de théâtre (1967), Jean Vilar ou le sens du grandeur: de Saint Claire a Chaillot (1991). Suya es también la imagen de Gérard Philipe que ilustra Le temps d´un soupir (1964), donde el célebre actor plasmó sus memorias. La propia Varda utilizó fotos suyas para acompañar La Cote d´Azur (1961), un texto escrito por ella. Como si quisiese recordar su vinculación con ese arte, la directora vive hasta hoy en la calle parisiense de Daguerre, donde instaló en 1951 su taller.

Y paso ya a referirme a Salut les cubaines, el filme objeto de estas líneas. En enero de 1963, Varda viajó a Cuba invitada por el ICAIC. En una entrevista publicada en la revista Cahiers du Cinema (n. 165, abril 1965), declaró que cuando estuvo en Moscú sintió que era de una raza distinta a los soviéticos. En cambio, en Cuba las cosas le fueron mucho más fáciles. Allí se sintió cubana y pudo comprender aquella realidad. Además se rió mucho. Y destacó el folclor de la revolución, el ritmo de la vida, el calor…

Varda viajó acompañada de una cámara Leica, y durante su estancia tomó 2.500 imágenes. Fotografió mujeres, barbudos, niños, obreros en las fábricas, milicianas, macheteros en los campos de caña, constructores, estudiantes, escritores, artistas, dirigentes. Aparte de La Habana, visitó Santiago de Cuba, Viñales, cooperativas agropecuarias, pueblos rurales que le hicieron recordar el escenario de películas del oeste como Johnny Guitar. En junio de ese mismo año, Varda mostró parte de esas fotografías en una exposición que se presentó en una galería de Saint-Germain de Prés. Antes se habían expuesto en La Habana.

La cineasta escogió 1.500 de las instantáneas y se dedicó a someterlas a un montaje que dio animación a aquellas imágenes fijas. Contó con la colaboración de la editora Janine Verneau, con quien ya había trabajado en el corto L´opera-mouffe (1958) y el largometraje Cleo de 5 a 7. De ahí surgió Salut les cubaines, definido por ella como un filme-homenaje a Cuba. En la entrevista que antes cité, expresó que los seis meses que le llevó montar los 30 minutos que dura la película le fueron recompensados: “En Cuba dicen que es un filme cubano, que tiene su «sabor»”.

Una isla en forma de puro

Tras el título del filme, aparece una lista de personas a las cuales la directora expresa su agradecimiento. En la misma figuran, entre otros nombres, Sarita Gómez, Saúl Yelín, Ramón Suárez, Paolo Gasparini, Selma Díaz, Chris Marker, Michel Legrand, Anne Philipe, Edith Sorel, además del ICAIC. Salut les cubains se abre con unas imágenes filmadas durante la apertura de la exposición en Saint-Germain des Prés. Entre las personas que asistieron, se pueden reconocer a los cineastas Joris Ivens y Alain Resnais, además de a la propia Varda.

Luego viene lo que es propiamente el inicio del documental. Aparece la foto de un tabaco que flota sobre el agua, mientras se escucha un texto donde se dice: “Cuba era una isla en forma de puro, según los caballeros. Una isla en forma de cocodrilo, según las damas”. Las voces corresponden al actor Michel Piccoli y a la directora, quienes se van alternando en la narración. (Por cierto, solo se le da crédito al primero.)

Lo que hace Varda en Salut les cubaines es simplemente volver a los orígenes mismos del cine. ¿Qué es este, sino una sucesión de imágenes fijas que cobran animación a un ritmo de 12 a 24 por segundo? Con brío técnico, ligereza e imaginación, la cineasta logra que a través del montaje las fotos pasen rápidamente y adquieran un ritmo cinematográfico. En ese aspecto, constituye un ejercicio de edición que, al cabo de medio de siglo de haber sido realizado, mantiene buena parte de su frescura. Una prueba que no creo que superen Cuba sí, Ellas y Pueblo en armas, los documentales que por esos mismos años rodaron en Cuba el francés Chris Marker, el danés Theodor Christensen y el holandés Joris Ivens.

Varda no se deja seducir por la tentación de acercar la cámara y aislar detalles específicos. Se interesa más en armar escenas y secuencias. Entre todas, hay una que yo considero verdaderamente antológica. Es aquella en que Benny Moré baila ante la cámara, al son de su tema Caricias cubanas. La realizadora quedó fascinada con aquel auténtico genio de la música popular, y al presentarlo le da el apelativo de El Rey. Esas imágenes poseen además el valor añadido de que fueron unas de las últimas tomadas a Benny Moré, quien falleció pocas semanas después.

Además de un filme-homenaje, Salut les cubaines estaba animado por propósitos didácticos. Aparte de informar sobre los cambios políticos, económicos y sociales que estaban teniendo lugar en la Isla, incluye algunos antecedentes históricos, así como datos breves sobre el mestizaje racial, cultural y religioso. Varda, quien según confiesa llegó a Cuba con la curiosidad de saber cómo se había hecho una revolución con lirismo, tiene ojos para otros detalles. Por ejemplo, el cuerpo melódico de las mujeres, que define como una ese ondulante. Y apunta que “la moda de estas faldas estrechas marca las formas, pero sobre todo su agresividad sencilla y natural”. Se fija también en lo que le parece un gesto típico de los hombres: estos ponen la mano posesiva sobre el hombro de sus esposas o novias.

Algunos de los comentarios de la narración pueden sonar un poco naif, y no faltará quienes incluso señalen cierto exotismo en su modo de ver nuestra realidad. Pero eso es extensivo a muchos a muchos cineastas cuando filman en otros países. Una muestra reciente de ello es Slumdog Millionaire, la multioscarizada película india del británico Danny Boyle.

En el folleto que acompaña el DVD Cinevardaphoto, la directora insiste en la importancia del contexto en el cual ella realizó su película: “Salut les cubaines debe ser situada en su época”. Su mirada simpática y emotiva refleja la visión romántica de la revolución cubana que entonces tenían muchos intelectuales europeos. Eran los años en que en Francia se crearon comités de solidaridad con Cuba, y cuando era frecuente la visita a la Isla de prestigiosas personalidades del arte y la literatura.

Salut les cubaines posee el mérito de que no es cine de propaganda. Fiel a su estética, Varda prefiere la pequeña historia a esa otra que se escribe con mayúscula. Muestra mayor simpatía y se detiene sobre todo en la gente sencilla: los integrantes negros de la Tumba Francesa, los jóvenes que juegan béisbol en la calle, la limpiadora del museo que desempolva las curvas áticas con dulzura de nodriza, el jardinero de la casa que perteneció a Hemingway, los campesinos que bailan al ritmo del órgano Encantos de Manzanillo, los obreros de la refinería de Santiago, la estudiante aplicada que lleva un lápiz en la mano, el viejo escultor que llama alumna a su modelo. No por gusto su documental lleva ese título, y no el de Salut Castro. Visto hoy, se puede leer además como un testimonio de los proyectos, sueños y esperanzas que se perdieron por el camino.

Salut les cubains se puede ver, con subtítulos en español y en inglés, en este enlace: http://www.cubaencuentro.com/multimedia/videos/salut-les-cubains


Escena de la película Salut les cubainesGalería

Escena de la película Salut les cubaines.

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Agnès Varda, 1963. Salut les Cubains anima mil quinientas de las más de cuatro mil instantáneas que Varda tomó durante sus vacaciones en Cuba. Mediante el montaje, la realizadora consigue que las personas retratadas canten y bailen, en lo que ella denomina como socialismo y cha cha cha.

Para activar subtítulos haga clic en CC cuando el vídeo haya comenzado.

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