Eisenstein, Cine, Cine soviético
Una gozosa provocación
Un filme fabula lo que Serguei Eisenstein pudo haber vivido durante su estancia en México. Una historia que es pasada por el filtro barroco, exuberante y deconstructivo del cineasta británico Peter Greenaway
Creo que a Eisenstein se le puede entender mejor una vez que dejó la Unión Soviética, entre 1929 y 1931. Viajar abre la perspectiva de cualquiera, una obviedad. Pero si uno se marchaba y se alejaba de la Unión Soviética, lejos de la influencia del materialismo dialéctico, de la respiración de Stalin detrás de la nuca, a una buena distancia del imperativo de la propaganda soviética, la experiencia era todavía más reveladora. (…) Por lo tanto, me parecía muy interesante hacer una película sobre Eisenstein en el momento en el que estaba lejos de sus raíces. Tomé tan solo 10 días de su vida en ese país, de tal modo que no se trata de una biografía, pero sí de un momento que tendrá consecuencias notorias en su obra.
P.G.
Entre 1930 y 1931, tras un intento de realizar en Hollywood un proyecto que se abortó, el director ruso Serguei Eisenstein (1898-1948) pasó más de un año en México. Su propósito era plasmar en una película su fascinación por el Día de los Muertos y por los ritos religiosos de ese país. Su estancia fue financiada por el novelista norteamericano Upton Sinclair y su esposa, simpatizantes del régimen soviético. El filme de Eisenstein quedó inconcluso, por lo que en 1979 su amigo y colaborador Grigori Alexandrov compiló lo rodado y a partir de los storyboards originales hizo un posible montaje que tituló ¡Que viva México! (se han hecho además otros cinco).
Esa es la premisa de la cual partió el cineasta británico Peter Greenaway (1942) para realizar Eisenstein en Guanajuato (Holanda-México-Finlandia-Francia-Bélgica, 2015, 105 minutos). Pero de entrada conviene advertir que aquellos que esperen una biografía convencional, se han de llevar una decepción. El filme no es ni pretende ser un biopic al uso. Si hubiese que definirlo en pocas palabras, yo diría que es un homenaje al genial director hecho desde una perspectiva muy personal. Greenaway presenta su propio Eisenstein y propone un bosquejo de lo que tal vez pudo haber vivido en Guanajuato. Todo eso, es pertinente repetirlo, pasado por el filtro barroco, exuberante y deconstructivo del creador de El vientre del arquitecto.
A lo largo de su trayectoria, Greenaway ha cimentado una filmografía que lo acredita como un artista experimental y atípico. Einstein en Guanajuato no es una excepción, antes bien lo confirma. En el filme, el realizador sigue fiel a su estética y, como de costumbre, rompe moldes. Mezcla fotografía en color y en blanco y negro. Contrasta imágenes filmadas con otras reales y de archivo. Divide la pantalla en tres planos. Usa de manera continuada flashbacks e inserta secuencias icónicas de los filmes más conocidos de Eisenstein. Hace avanzar el relato de modo inusual. Incluso convierte algunos de los dibujos homoeróticos del director en dibujos animados. Crea además una cinta espectacular en términos visuales y en la que predominan las imágenes, algo que tiene mucho que ver con su formación pictórica. Tal despliegue de audacia formal e imaginación hace que tras ver Eisenstein en Guanajuato, uno dude que haya sido hecha por un cineasta que ya sobrepasó los 70 años.
Ya apunté que no se trata de un biopic del que cabe esperar fidelidad a los hechos históricos. Es cierto que la estancia de Eisenstein en México parece haber sido significativa en su vida y en su carrera cinematográfica. En ese aspecto, Greenaway ha llamado la atención acerca la notable diferencia que hay entre sus tres primeras películas y las que rodó después de su viaje a México. Octubre, Huelga y El acorazada Potemkin se focalizan en acciones de masas, mientras que Iván el Terrible y Alexander Nevski se centran en personalidades individuales.
Pero a él no le interesaba tratar de manera documental la experiencia vivida por él en ese país. En Eisenstein en Guanajuato casi nada hay acerca del proceso creador de su película. Sobre su rodaje, apenas se incluyen un par de escenas. Tampoco se refleja lo que debió haber afectado al cineasta el no haber podido finalizar aquel proyecto. Greenaway conduce la historia a su terreno y la toma como pretexto para abordar los dos temas centrales de su filmografía: Eros y Tánatos. Él mismo lo ha declarado en varias ocasiones: “Sexo y muerte, ¿de qué otra cosa podemos hablar?”.
Greenaway ha viajado a México una veintena de veces y confiesa su fascinación por la cultura azteca. Eso le ha permitido conocer de primera mano el culto a los muertos, una tradición que viene desde la época prehispánica. Su integración al filme resulta, pues, justificada y orgánica, toda vez que la historia que se narra ocurre por completo en Guanajuato. El de la muerte es un tema que aparece a menudo en las conversaciones (Eisenstein en Guanajuato es una película con muchos diálogos). Además, está dado a través del Día de los Muertos, al que Greenaway y el fotógrafo holandés Reiner van Brummelen le sacan mucho partido desde el punto de vista visual.
En cuanto al otro aspecto, Greenaway se muestra muy audaz al abordar un asunto como el de la homosexualidad, que en cierta medida sigue siendo tabú. Asimismo, en su película hay toda una celebración del cuerpo humano (algunos críticos consideran que hay un uso excesivo de los desnudos). Sin embargo, eso no es gratuito y responde a la postura que el cineasta inglés defiende frente a la hipocresía del cine al abordar el sexo. Se refirió a ello directamente en una entrevista, en la cual declaró: “Hollywood es muy remilgado. Los genitales se esconden todos detrás de una almohada, o bien alguien levanta una frazada justo en el último minuto. Hemos tenido una revolución sexual. ¿Por qué siguen con esos jueguitos tontos?”.
Mucho de respeto, pero también de irreverencia
En la película asistimos a la iniciación sexual de Eisenstein. De ello se responsabiliza su guía oficial en Guanajuato, José Palomino Cañete, un hombre casado y padre de dos hijos. En esa secuencia, Greenaway no duda en llegar a la provocación, pero aunque es bastante explícita no puede afirmarse que sea vulgar. Parte de la misma está rodada con un continuo travelling circular. Y a pesar de la situación y en contra de lo que cabría esperar, incluye muchos diálogos sobre los temas más disímiles. Eso lleva a Eisenstein a comentarle en determinado momento a su chaperón: “¿Tú estás hablando de todas esas cosas con tu verga dentro de mi culo?”. La escena de marras culmina con lo que se puede interpretar como una burla al intolerante y homofóbico gobierno de la Rusia de hoy: el amante coloca una banderita roja en el culo del genial cineasta. Creo que lo apuntado puede dar una idea —por supuesto, muy leve— del desvergonzado humor y el tono delirantemente profano de la cinta.
Para Greenaway, Eisenstein es “el más grande y visionario oficiante del cine”. Tras la proyección de su filme en la Berlinale del año pasado, en el encuentro con la presa declaró: “Siempre he sentido un gran interés por este hombre y su obra. La pregunta que me hice fue: ¿Cómo podemos ser originales y creativos después de casi 120 años de cine? Para mí era importante volver a Eisenstein, porque él fue una pieza clave del desarrollo de este arte. Fue un gran teórico y además tenía mucho sentido del humor. En mi opinión, él es la última figura materna del cine mundial”.
Su respuesta a la pregunta que entonces formuló la ha dado en Eisenstein en Guanajuato, un homenaje que tiene mucho de respeto, pero también de irreverencia. La gran admiración que siente por él no lo lleva a presentarlo con la solemnidad que se suele atribuir a las grandes figuras en los biopics convencionales. El suyo es un tributo desmitificador, en el cual retrata a un Eisenstein extrovertido, majadero, histriónico, narcisista, imprevisible, con algo de divo y de clown. Pero también se le muestra como un personaje de una sensibilidad vulnerable y casi tierna. Su estancia en México significa para él el aprendizaje de nuevas perspectivas acerca del amor, la muerte, el sexo. Parafraseando el subtítulo que el director ruso agregó a Octubre, Greenaway llama al suyo Diez días que estremecieron a Eisenstein. Y a propósito de este, es de rigor anotar que en el filme es interpretado estupendamente por Elmer Bäck, un actor finlandés que trabaja fundamentalmente en el teatro.
Afirmar que como cineasta Greenaway tiene una voz propia es una obviedad. Pero decir que Eisenstein en Guanajuato lleva su inconfundible firma es un aviso de lo que el espectador debe esperar. Está hecho con su estilo característico, que para muchos puede resultar ampuloso, barroco, petulante. Pero de igual modo hay que reconocer que es una película realizada con una corrosiva inteligencia, un excelente montaje, una poderosa imaginería visual. En el último tramo, la narración pierde interés y se vuelve redundante, debido a que, con tanto despliegue estilístico, su director se olvida de la historia. Pero en términos generales, es una gozosa provocación, con unos diálogos inteligentes y muy bien escritos y un humor que evita toda corrección política. Los críticos coinciden en que es el filme más accesible realizado en los últimos años por Greenaway, quien parecía haber perdido la brújula.
Como todas las obras que se apartan de los caminos convencionales y apuestan por el riesgo, Eisenstein en Guanajuato acumulará tantos admiradores como enemigos. En Rusia, para no variar, han puesto el grito en el cielo por lo que consideran un ultraje a uno de sus grandes iconos. Nikolai Borodachiov, director de Gosfilmofond, la Fundación Estatal para el Cine, declaró al diario Izveztia que esa institución no tomará parte en el proyecto del siguiente filme sobre Eisenstein, que Greenaway planea rodar este año en Suiza. Para hacerlo, pone como condición que se eliminen del guion los detalles sobre la “orientación sexual no tradicional” (¿no es más fácil decir homosexualidad?). De acuerdo al susodicho, ese es un tema que a los rusos no les concierne.
Aunque no proporcionó ninguna razón legal para justificar esta decisión, es obvio que eso responde a las leyes que desde 2013 se aplican en Rusia y que criminalizan la “propaganda homosexual”. Al respecto, Greenaway comentó que esa homofobia es algo estimulado por Vladimir Putin. Y agregó: “Tengo muchos amigos en San Petersburgo y Moscú y en lo absoluto son homofóbicos. Esto es un fenómeno político y social inventado por un hombre que tiene miedo y que quiere mantener el poder”.
Eisenstein en Guanajuato se puede ver en streaming en Netflix.
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