Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Mujeres Cubanas, Periodismo, Literatura

Una necesidad, no un ejercicio de nostalgia

Herminia del Portal perteneció al grupo de las mujeres cubanas adelantadas a su tiempo. Fue una notoria y respetada periodista y desarrolló una sostenida actividad en medios como la radio y la prensa escrita. Hoy, en cambio, ni siquiera se le menciona

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—¡Es horrible! —dijo Kem, y añadió: —Pero, ¿qué demonios hay que hacer para que un hombre se vuelva invisible?
No hay que hacer nada, es un proceso lógico y fácil de comprender.
El hombre invisible, H.G. Wells.

Quiero iniciar estas líneas trasladando a la vida real la pregunta que hace Kem en la popular novela de Wells. ¿Qué hace que una persona que en vida tuvo una presencia activa y pública, tras su muerte adquiera la condición de la invisibilidad? Entre los cubanos se ha convertido en algo que se da con bastante frecuencia, sobre todo en los últimos sesenta años, aunque no me voy a detener en ello ni a dedicar espacio a las razones políticas que lo explican. Creo que son conocidas por casi todos.

Viene esto a cuento a propósito de Herminia del Portal (Santa Clara, 30 agosto 1906-Lompoc, 23 febrero 2003). Perteneció al grupo de las mujeres cubanas adelantadas a su tiempo. Fue una notoria y respetada periodista, cuyos méritos fueron reconocidos con el Premio Juan Gualberto Gómez. Desarrolló una sostenida actividad en medios como la radio y la prensa escrita. A los veintisiete años publicó un poemario que fue elogiado, entre otros, por Enrique José Varona, Jacinto Benavente, Eduardo Marquina. Durante varias décadas estuvo al frente de la principal revista dirigida al público lector femenino que se editaba en el país. Hoy, en cambio, ni siquiera se le menciona. Quien se tome el trabajo de buscar información sobre ella en la red, comprobará que no existe prácticamente nada.

Esa ha sido la enorme dificultad con la cual me enfrenté al disponerme a preparar una compilación inevitablemente modesta. Estoy seguro de que en las publicaciones periódicas de la época durante la cual Herminia del Portal realizó su trabajo debe haber una buena cantidad de textos suyos. Pero al no existir una nota biobibliográfica sobre ella, no tuve ninguna guía de la cual partir. Como tantos compatriotas suyos que a partir de 1959 tomaron el camino del exilio, su nombre fue excluido del Diccionario de la literatura cubana. Hasta donde me ha sido posible rastrear, la única fuente a la cual se puede acceder es la extensa entrevista que le hizo a Herminia del Portal la escritora Nedda G. de Anhalt. Está incluida en su libro Dile que pienso en ella, y aunque posee un indudable valor testimonial, es de lamentar que la autora prefirió dedicar más interés a los recuerdos y opiniones de la entrevistada sobre otros escritores y artistas que ella conoció, que a sus propias vivencias.

Herminia del Portal cursó estudios de Derecho y de Periodismo en la Universidad de La Habana. Tras graduarse, ejerció la docencia en ese mismo centro. Allí impartió clases de francés y periodismo, y además enseñó en la Escuela Normal de Maestros. A sus estudios en Cuba se sumaron los cursos que tomó en la Sorbona, entre 1935 y 1937. Durante su estancia en París, asistió al I Congreso de Escritores para la Defensa de la Cultura, que se celebró del 21 al 25 de junio de 1935 y en el que participaron 230 delegados de 38 países. En la entrevista que le hizo Nedda G. de Anhalt comenta: “Aunque yo no tenía suficientes méritos, fui invitada por André Malraux a participar”. Durante su estancia en Francia, conoció y trató a escritores y artistas como Paul Valéry, André Gide, Eugenio D’Ors, Louis Aragon, Alberto Giacometti, Elsa Triolet, Jacques Prévert, César Vallejo, y también se encontró por primera vez con su compatriota Alejo Carpentier.

Era una mujer extraordinaria

A su regreso a Cuba, tras la estancia en París, inició su trayectoria como periodista. De acuerdo también a lo que le contó a Nedda G. de Anhalt, fue fundadora de la revista Grafos (1933-1946). Y afirma que aunque María Dolores Machín de Upmann y María Radelet de Fontanills aparecían como directoras, era ella quien la hacía. Entre 1940 y 1952, la revista Bohemia dio a conocer más de una veintena de artículos suyos, todos extensos. Colaboró también en algunas ocasiones en los diarios Ahora, El País y El Mundo.

En 1954 pasó a dirigir Vanidades, que se venía editando desde 1937. Siguió a su frente cuando salió al exilio en 1960 y la revista trasladó su sede a Estados Unidos. A partir de 1962, cuando empezó a circular de nuevo, expandió su área de difusión y pasó a llamarse Vanidades Continental. Está por hacerse un estudio que determine cuál fue su aportación a esa revista. A eso se ha referido Guillermo Cabrera Infante, quien al fallecer ella a causa de un infarto, comentó: “Era una mujer extraordinaria. Estuve con ella desde los años 50, cuando yo era corrector de pruebas de Vanidades, y vi como transformó esa publicación”.

Aunque fue una faceta que luego abandonó, Herminia del Portal también incursionó en la literatura de creación. En 1933 entregó a la imprenta el libro Agua de paz, en el cual recogió una abundante muestra de su quehacer poético. Su publicación fue recomendada por Agustín Acosta, quien además le escribió a la autora un poema que aparece al inicio. En esa misma década la Academia Nacional de Artes y Letras le premió un romance dedicado a José Martí. Y Juan Ramón Jiménez la incluyó en la antología La poesía cubana en 1936. En la entrevista antes citada, cuenta que entabló amistad con él y durante su estancia en La Habana iba a visitarlo por las tardes al Hotel Vedado. La esposa del poeta español, Zenobia Camprubí, llevaba un diario y el jueves 22 de abril de 1937 anotó: “Herminia del Portal pasó la noche con nosotros hablando sobre el «Auxilio del Niño Español» (sic). Dieron las doce antes de que se fuera y J.R. no pudo terminar el trabajo que tenía planeado”.

Un par de años antes, había ganado el concurso de cuentos para niños convocado por el Lyceum con “Miguelito”. En la citada entrevista, contó que el suyo no era, en realidad, un cuento infantil, sino sobre un niño. El fallo del jurado no fue por unanimidad, como se exigía, y para resolver la situación la directiva del Lyceum decidió convocar a cuatro escritores: Jorge Mañach, Francisco Ichaso, Rafael Suárez Solís y Guillermo Martínez Márquez. Les dieron a leer el texto y todos estuvieron de acuerdo en que merecía el galardón. Herminia del Portal comenta que “Miguelito” fue su primer cuento, aunque desde niña escribía y publicaba en las revistas escolares.

Hizo algunas incursiones más en la narrativa. Entre esas obras, conviene llamar la atención sobre “El crimen de los muertos”, una “novelita policial” que apareció en Bohemia. En el campo literario, pienso que es lo mejor escrito por ella y revela unas dotes narrativas muy apreciables. Constituye además una de las primeras incursiones hechas en Cuba por una mujer en el género policial, lo cual es un mérito adicional a reconocerle.

Su campo era el periodismo

Pero la literatura no era su campo, como sí lo era para su esposo, el narrador Lino Novás Calvo. El suyo era el periodismo, y así lo comprendió. Formó parte del reducido grupo de mujeres cubanas de su época que consiguieron hacerse de un espacio en un medio como el de la prensa escrita, que estaba dominado por las firmas masculinas. Lo integraron, entre otras, Mariblanca Sabas Alomá, Emma Pérez, Ofelia Rodríguez Acosta, Berta Arocena, Rosa Hilda Zell, Mirta Aguirre, Rosario Rexach, Leonor Barraqué, Anita Arroyo. A la contribución que estas hicieron, Herminia del Portal sumó la suya y con su trabajo logró marcar nuevas pautas y darle otra proyección a la prensa escrita por mujeres.

A través de la lectura de los artículos suyos que aquí se reproducen, se puede tener una idea del tipo de periodismo al que se dedicaba. Lo primero a destacar es que esa labor no la desarrolló en diarios, sino principalmente en publicaciones como Bohemia, que tenía una periodicidad semanal. Todos los trabajos que entregó a esa revista eran muy largos, y llama la atención que sus páginas excedían a los de que allí editaban otros colegas que eran colaboradores regulares, como Jorge Mañach, Francisco Ichaso, Ramón Vasconcelos, Herminio Portell Vilá y Rafael Esténger. En ellos, Herminia del Portal logró conjugar la capacidad de la mirada, el contenido y la forma.

Esa extensión le daba la oportunidad de hacer una labor cercana al periodismo de investigación y menos hipotecada a la actualidad inmediata. Fue eso lo que le permitió concebir la interesante y valiosa serie Las mambisas. A través de esos artículos le dio voz a unas mujeres que no la tenían. Esos textos ilustran otro rasgo que caracteriza su quehacer periodístico: en ellos late una intrínseca defensa de la mujer. Lo hacía porque era consciente del enorme desequilibrio social de aquella sociedad, que estaba regida por las normas patriarcales.

Esa preocupación por sacar a la luz la contribución hecha por las mujeres en diferentes campos, también la llevó a rescatar del olvido la figura de Clara Louis Maas, la enfermera norteamericana que se sacrificó por encontrar una cura para la fiebre amarilla y que a causa de ello murió en Cuba. No aceptaba que fuese “tan solo un nombre sobre una tumba”, y se dedicó a rastrear con admirable paciencia su trayectoria. De igual modo, publicó otro artículo dedicado a las trabajadoras sociales, que “trabajan consagrando su vida al dolor de los demás, no para tenderles una limosna, sino para contribuir al mejoramiento social del país”. Eso no lo hacía desde una postura de militancia feminista, sino porque tenía una idea noble de su profesión que la llevó a defender causas justas. Sabía además que sin la presencia femenina, la historia estaría incompleta y como periodista contribuyó modestamente a llenar esas lagunas.

Capaz de reflexionar con sensibilidad y lucidez

Resulta por eso lógico que se identificara con el trabajo que llevaba a cabo el Lyceum Lawn Tennis Club, una institución que realizó una valiosa labor sociocultural en pro del desarrollo integral de las mujeres. Con quien fue su primera directora, Berta Arocena, Herminia del Portal tuvo una buena amistad y juntas hicieron el programa radial Nosotros. Cuando el Lyceum cumplió dos décadas de existencia, esta publicó en el diario El País un artículo sobre la efeméride. Tomó parte además en algunas de sus actividades.

Testimonio de ello son las dos conferencias que allí dio y cuyos textos se recogen en la compilación que preparé. Son sus trabajos de mayor ambición y envergadura, y en ambos pone de manifiesto que era capaz de reflexionar con sensibilidad y lucidez. Asimismo, sus comentarios sobre cine demuestran inteligencia, sensibilidad y visión propia, y ponen de manifiesto su gran interés por una manifestación a la que entonces muchos de sus contemporáneos se negaban a reconocerle valores artísticos. Hasta ahora era una faceta suya que se desconocía, y resulta injusto que un ensayo como Greta Garbo en cámara lenta hasta hoy nunca se haya reeditado.

El periodista y político español Luis Araquistáin caracterizó el periodismo como la más trágica de las actividades y profesiones del espíritu. La comparaba con la del escritor, el músico, el pintor, cuyas obras perviven en la memoria a lo largo del tiempo. El periodista, por el contrario, debe resignarse a trabajar, a lo sumo, para una generación. Ese carácter efímero que tiene su quehacer es, para Araquistáin, su primer elemento trágico. Efímeras son también las condiciones en las cuales lo realiza y que, por fuerza, han de ser apresuradas, inmaduras, abortivas. Lo es también porque un artículo, sobre todo el destinado a un diario, está redactado con el pie forzado de la actualidad. Y, por último, Araquistáin destacaba que, a diferencia del escritor, que puede reeditar sus libros, el periodista no puede vivir de su trabajo pretérito, puesto que al día siguiente es agua pasada de molino.

Como todo periodista, Herminia del Portal escribió no para perdurar, sino para el olvido. Asumió una faena que, como alguna vez comentó Gastón Baquero, está condenada a la muerte diaria e inmediata. Pero de igual modo, sabía que el periodismo es la tribuna idónea para llegar a un volumen de lectores relativamente amplio y poder influir en ellos. Por eso no dudó en hacer, desde las páginas de diarios y revistas, su modesta aportación. Rescatarla del profundo olvido con que le hemos pagado no es, por tanto, un ejercicio de nostalgia, sino una necesidad de llenar una ausencia que, como tantas otras, nos mutila.


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