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Los récords de Campy

El latinoamericano con más bases robadas en las Grandes Ligas nació en Matanzas.

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El silencio que el gobierno impone a la prensa nacional acerca de la pelota profesional ha hecho que muchos aficionados de la Isla no sepan quién es Dagoberto Blanco, conocido en el mundo beisbolero como Bert Campaneris, un matancero que jugó durante 19 años en las Grandes Ligas.

Campy, jugó con cuatro equipos, incluido el Oakland (13 temporadas), estuvo activo desde 1964 hasta 1983, y acumuló la mayor cantidad de bases robadas (649) de un latinoamericano en la gran carpa. La cifra parece imbatible. Quien más ha conseguido acercársele, Cesar Cedeño, tuvo que conformarse con 550.

"Yo me fijaba mucho en los movimientos de los lanzadores, y rápidamente aprendí cuándo era el momento adecuado para salir hacia la base siguiente", recuerda durante una conversación en Miami.

Por su combatividad juego tras juego y sus deseos de ganar siempre, fue reconocido por sus compañeros de equipo y por los expertos de las Grandes Ligas como uno de los peloteros claves donde quiera que jugara.

Entre las hazañas del eficiente shortstop nacido en Pueblo Nuevo, Matanzas, está la de conectar dos jonrones el día de su debut en las Mayores, el 23 de julio de 1964, récord que exclusivamente tenía Bob Nieman (1951), y que después solamente ha conseguido Mark Quinn, en 1999.

"Poco antes de mi primer juego con Kansas City, el también cubano Orlando Peña, un buen pitcher, me insinuó que tocara la bola para ver si conseguía una base; pero en el camino al home pensé que si la bola venía en la zona de strike saldría a buscar un buen batazo", cuenta reproduciendo los gestos de aquel histórico momento.

"En el box estaba el fenomenal Jim Kaat, uno de los mejores tiradores de aquella etapa, y efectivamente, la bola vino al centro y lo demás es historia, la pelota se fue con velocidad por encima de las cercas del jardín izquierdo".

Después, Kaat, que era un gigantesco zurdo con más de 50 victorias en 5 contiendas para Minnesota, le dominó en un elevado al cuadro; pero en la tercera vez y con conteo de uno y una, el novato le volvió a botar la pelota para entrar así en el libro de récords del mejor béisbol del mundo.

De Dagoberto a Campy

Dagoberto Blanco, se inició en la Liga de Los Cubanitos, una institución que agrupó a peloteros noveles en algunas ciudades de la Isla. En 1961, con 19 años de edad, integró como catcher el team Cuba que participó en el Mundial efectuado en Costa Rica.

"De aquella novena recuerdo a Tito Fuentes y José Cardenal, que jugaron también en el big show; a Pedro Chávez, José Miguel Pineda, Jorge Trigoura y al receptor Ricardo Lazo, entre otros. Esa fue mi única presentación internacional amateur, ya que en ese país firmé un contrato como profesional y al año siguiente logré salir a Norteamérica", dice.

En 1962, militó en el equipo Daytona Beach, en Florida, y en un juego mostró su extraordinaria versatilidad al actuar como pitcher a la las dos manos: "Tiré un inning a la derecha y otro a la zurda, permití una carrera y ponché a cuatro".

Pasar de receptor a jugador del campo corto no se ve a menudo, pero la necesidad obligó. "En aquella novena se juntaron cuatro receptores y yo era el de menos facultades físicas. Había un solo shortstop, por lo que el manager Robin Robinson me preguntó si yo era capaz de jugar esa posición. Me practicó varias veces y me convertí en el titular".

El nombre de Dagoberto Blanco, era muy difícil de pronunciar para los norteamericanos, que prefirieron acortarlo y dejarlo en Bert. "Me cambiaron, además, mi primer apellido por Campaneris, que era el de mi madre, y de ahí a Campy, que era lo más fácil".

Al finalizar la Serie Mundial de 1972, Campaneris fue invitado a mostrar sus experiencias en Cuba, especialmente sobre su forma de batear.

"Preston Gómez, también cubano y manager de Ligas Mayores, me invitó a que ofreciera unas exhibiciones de bateo y, efectivamente, lo hice en el estadio del Cerro y en el de Villa Clara, donde estuve acompañado siempre por funcionarios del INDER".

La modestia de Campy le impide decir exactamente lo que ocurrió en ese viaje, pero Enrique Julién, uno de los miembros de la comitiva, comentó en aquella oportunidad:

"Frente a varios serpentineros indicaba hacia donde quería batear y lo hacía. Nos deslumbró a todos con un toque de bola fantástico que efectúa, donde al hacer contacto con el bate, la pelota regresa como si la halaran con un cordel…".

Al recordar aquella anécdota, sucedida hace 37 años, Campy sonríe. "Ese es un tipo de toque que yo hacía con el bate completamente parado, sobre todo con lanzamientos altos donde la pelota, al chocar con la maza del madero, rueda y vira con efecto, logrando así que el jugador que venga a buscarla tenga dificultades al intentar fildearla", dice.

"En una temporada con el Oakland logré dar 28 toques para avanzar a los corredores y, en otra, con el Texas, realicé exactamente 40 toques de sacrificio…", recuerda.

Un jonrón decisivo

Uno de los momentos más brillantes recogidos en la historia de las Series de la División de la Liga Americana ocurrió en 1973, entre Oakland y Baltimore, y envolvió a Campaneris y al inmenso Miguel Cuéllar, el astro zurdo nacido en Santa Clara, uno de los grandes monticulistas del Big Show.

"Fue un juego crucial, ya que íbamos al tercero de cinco partidos y era necesario ganarlo. Llegamos al inning 12 con empate a una carrera, y en el cierre de ese episodio me tocó batear. Yo siempre lo hacía en la parte de atrás del home y Cuéllar estaba insoportable con sus screwballs, curvas y rectas. Pensé, 'él va a venir ahora con una curva y le voy a dar un paso alante para coger el envío antes que desarrolle'. Le solté el bate con todas mis fuerzas y la bola cayó detrás de la valla para ganarle 2 carreras a 1, y fuimos así a la gran Serie Mundial de 1973".

Campy, que participo en tres Series Mundiales, seis Juegos de Estrellas y seis Series de Campeonatos, reside actualmente en Scottdale, Arizona, y a sus 67 años mantiene el mismo peso y forma física de antaño.

Aunque lo merece, no está en el Salón de la Fama del Béisbol. Sí aparece entre los 10 allstars de la historia del Oakland.

El matancero fue seis veces líder de bases robadas, cuatro de ellas consecutivamente, y jugó las nueve posiciones en un juego de Ligas Menores. Acumuló 2.328 juegos con 2.249 hits. Su destreza hizo de él uno de los más grandes peloteros cubanos de todos los tiempos y uno de los torpederos maravillosos de las Mayores.


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