Actualizado: 18/04/2024 23:36
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México D.F.

Cuba: el carácter elusivo de la verdad

Una reflexión a propósito del aniversario 47 de la toma del poder por Castro.

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Por favor… ¿Cuál noción de embargo y para quiénes se instrumenta? ¿Cuáles intereses emergen favorecidos mientras la indefensión de un país descapitalizado se agudiza, se prestará a la incapacidad de negociar algo, un poquito apenas? ¿De nuevo la “fruta madura”? ¿Geopolítica de un garrote aterciopelado donde, en efecto, los culpables somos nosotros, aunque las complicidades nos parezcan perversas? ¿Cuál documento puede prever los acuerdos —tal vez inevitables— con los acurrucados sectores de la órbita del Poder, que aguardan el entierro del Comandante para buscar una amnistía, una generosa jubilación mientras sus hijos o nietos, ya posesionados en sectores jugosos —minas u hoteles—, negocian una metamorfosis kafkiana, a la checa o a la rusa?

Los escépticos —y no confundir ni con los optimistas ni con los pesimistas— que nunca nos hemos creído titulares de axiomas infalibles, que no confundimos ideas con creencias, hechos con deseos, recordamos una anécdota que se le atribuye al gran escritor brasileño Jorge Amado, en su última visita a Cuba. Se cuenta que el autor de Gabriela, clavo y canela dijo que la solución estaba en poner a flotar la isla y llevársela frente a San Salvador de Bahía.

Sobre esa imposibilidad razonamos en lo que habrá que ceder, en lo que habrá que negociar bajo condiciones similares —con Miami como segunda ciudad de Cuba, y sideralmente más rica que La Habana de hoy— a las que padeciera la Constituyente de 1901. Con añadidos espirituales como la humillación —justa— ante evidencias que van desde un miedo que ni ante Drácula, hasta un conformismo digno de frases como “lo que sucede conviene”, “mañana será otro día”, “más vale pájaro en mano”; desde las cuatricentenarias autolástimas y culpas ajenas, hasta el bochornoso pensar que las soluciones vendrán con la ayuda humanitaria de Occidente a través de sus organizaciones altruistas.

¿Dialéctica o retórica? Las dos, con unas goticas de picaresca española y de ardid criollo, bien sincrético. Porque las esquivas verdades cubanas añaden fenómenos ninguneados por el actual gobierno y en ocasiones también minimizados por analistas independientes o extranjeros, como la generalización de las corrupciones (sólo robándole al Estado se sobrevive), las imponentes desigualdades sociales (privilegios de oficiales de las fuerzas armadas, alta burocracia, trabajadores en sectores de divisas) y regionales (los tristes orientales, llamados “palestinos” por los occidentales), la discriminación racial (9 de cada 10 exiliados son más o menos blancos, 9 de cada 10 remesas familiares también son blancas o amulatadas), los patéticos índices de suicidios y divorcios y alcoholismo, que el Ministerio de Salud Pública camufla mejor que las farmacias vacías.

La idea —promesa para el nuevo año— quizás sea menos ilusiones y más evidencias, menos demagogia y más realismo crítico… ¿Acaso de esas verdades elusivas no forma parte el perdón, la amnistía, un sentido auténtico de la caridad cristiana que permita olvidar represiones y humillaciones, fusilamientos y denuncias, ahogados y enloquecidos?

Sí y no… No sé hasta dónde… Y esta última conjetura —quién pretende suprimir la necesaria memoria afectiva e histórica?— adhiere un factor moral al ajiaco, no suena a “¡Feliz Navidad!” para los presos que nuestras ejemplares Damas de Blanco defienden. Ni a “El amor todo lo puede”, porque de inmediato encerramos ese “todo” entre signos de interrogación, porque si ¿la patria “es de todos”? ¿Cuándo lo ha sido, que yo no me enteré?


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