Actualizado: 25/04/2024 19:17
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México D.F.

La causa cubana juega a la pelota

¿De cuál cubanidad se habla? ¿De la que pretende construir una patria nueva sin limpiar los escombros ideológicos de un nacionalismo extemporáneo?

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Yo —primera persona del singular— exijo primero decencia, saber si quien me defiende su causa cubana es una persona que cree en lo que dice y actúa en consecuencia. Después reflexiono lo falible o certero de las hipótesis. Después, y sin la manía de "izquierda" o "derecha", rémora positivista heredada de la revolución francesa, lastre entorpecedor de la eficacia administrativa y la funcionalidad del Estado, del estado de derecho y la escabrosa búsqueda de la ecumenicidad cotidiana.

La crisis de los partidos tradicionales partió de la obsolescencia de sus programas primitivos, ayudada por el deterioro que sufrieron al gobernar para sí y no para la nación, a la fragilidad de la sociedad civil y a las intromisiones del vecino norteño, Batista incluido. La recomposición de sus tesis tal vez sea para la Cuba poscastrista un signo democrático, pero ni lejanamente se acerca a la valoración moral y a la certeza de que cualquier brazo —diestro o zurdo— olerá a choteo fermentado, a otra vuelta de lo que Jorge Mañach advirtiera sin éxito.

Reducción de las apariencias

El segundo strike a la causa pone entre paréntesis el adjetivo cubana. Epojé: reducción de las apariencias. Los dogmas y clichés del nacionalismo furioso, al que suelen apelar el gobernante y ciertos opositores en momentos de crisis —o de un juego de pelota—, carecen de la menor credibilidad en este 2006 globalizado. Ahora que el único distingo cultural parece radicar en la lengua, cuando las fronteras espirituales se deshacen —salvo las islámicas de corte fundamentalista—, la cubanidad o lo cubano quizás vaya camino de transformarse en una referencia geográfica dentro del supersincretismo caribeño, con el mar y nada más.

Creo que la búsqueda de la identidad —de corte romántico— tuvo su sentido y su tiempo, pero sería batear un palomón al cuadro aparecerse con cantos neosiboneyistas por Internet o cotizar acciones de yuca con mojo cuando el planeta es cada día más pequeño. Con maracas independentistas y rumba seudocriollista sólo se podrán batear machucones en Cuba, abanicar ante las rectas de humo que lanzan las transnacionales.

Tampoco con citas añosas de nuestro único hombre genial: José Martí y Pérez, aunque dijera —por cierto— que "Patria es humanidad", y viviera más tiempo en el exilio que en la Isla. El rumbo podrá detenerse, reprimirse como sucede ahora mismo, pero no va por ninguna escuela cubana de nada, ni siquiera de ballet o de guitarra, de béisbol o de santería.