«Cuba es un lugar donde nada avanza»
Al habla con el alemán Florian Borchmeyer, codirector del documental 'Arte nuevo de hacer ruinas', sobre la decadencia de La Habana.
Las ruinas de La Habana fascinan por su belleza envejecida, pero no siempre a sus habitantes. El documental Arte nuevo de hacer ruinas revela un mundo desconocido detrás de las fachadas de edificios que se caen a pedazos y en el que rigen la resignación y la tristeza.
Los alemanes Florian Borchmeyer y Matthias Hentschler muestran en este filme —estrenado este verano en las pantallas de los festivales de cine de Locarno y Munich— a cinco personas que viven en edificios que están a punto de derrumbarse. Estos son, por ejemplo, el antiguo alojamiento de lujo Hotel Regina y el teatro Campoamor, pero también casas y una finca. Todos los edificios conservan huellas de un pasado mejor.
Borchmeyer, el autor de este espejo de la actual capital de Cuba, realizado meses antes de que Fidel Castro dejara provisionalmente el mando en manos de su hermano y desatara una ola de especulaciones sobre el futuro de Cuba, ha creado un paseo libre de clichés por rincones ocultos.
Lo acompaña un ruinólogo, el escritor cubano Antonio José Ponte. Esta, la primera producción de Raros Media para pantalla de cine, es metáfora para todo el país en ruinas que es Cuba. Entre resignación y melancolía, la vida de los cinco protagonistas no es más que el transcurrir del tiempo que desembocará en el derrumbe total de los silenciosos testigos de una Habana floreciente en el pasado y pobre en la actualidad. Las imágenes y los personajes hablan de la ambigüedad de sentimientos que provocan las ruinas.
Borchmeyer, director del filme, tiene desde comienzos de los noventa un pie en Cuba, "su patria electiva". Ha realizado una serie de reportajes sobre la Isla para la televisión alemana y escribe para el periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung.
Durante la entrevista mantenida en Berlín, Borchmeyer se mostró convencido de que Arte nuevo de hacer ruinas llegará a Cuba, aunque sea por Internet y la divulgación de copias. "Hasta ahora ha entrado cualquier película al país", dijo sin la menor preocupación. Los productores del documental aseguraron, por otro lado, que esperan su entrada por el camino oficial. Desean participar con su obra prima en diciembre en el Festival de La Habana.
¿Cómo comenzó su relación con Cuba?
Desde el principio de los años noventa, cuando era estudiante, me interesaba ir a Cuba, sin, de hecho, saber mucho de Cuba. Tenía una beca del gobierno de Baviera. Me permitía ir a cualquier país del mundo que me sirviera para mis estudios. En aquel momento vivía en Francia, estudiaba filología francesa y española. Pensé que dentro de algunos años Cuba no sería la misma, y que tal vez sería el único lugar en el que se habla español al que sería muy difícil acceder después, a través de una vida profesional. En 1997 finalmente llegué con dos maletas a La Habana, sin siquiera tener una inscripción en la Universidad. La aventura dura ahora ya nueve años.
¿Era fácil entrar?
Sí, era fácil entrar con una tarjeta de turista. Pero entrar con la idea de quedarme un año, para mí ya era algo más difícil. Me fui después de un año pensando que este tiempo, en las circunstancias de vida que propone Cuba, me era suficiente, pero uno no se la quita de encima tan fácilmente.
¿Qué tal anda su relación con Cuba? ¿Aumentó el odio?
El odio no, pero sí la conciencia de la estagnación social tan increíble que existe en Cuba. Esa inmovilidad social total, que no se refleja únicamente en lo económico y político, sino también en las vidas de las personas. Cuba es un lugar donde nada avanza. Esto es, a mi juicio, el motivo por el cual muchos se quieren marchar de allí.
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