Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Cine

«Cuba es un lugar donde nada avanza»

Al habla con el alemán Florian Borchmeyer, codirector del documental 'Arte nuevo de hacer ruinas', sobre la decadencia de La Habana.

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Es reflejo de todo lo que dice la película, y en algún momento está analizado por Ponte, que es el ruinólogo, el gran investigador de las ruinas. Dice que la gente, como no tiene esperanza y no puede reconstruir lo que se está cayendo, se está refugiando en algo donde tal vez no haya esperanza. Aquella pasión por lo inhumano significa que sacrificas tu propia vida. Al fin y al cabo completas, por el camino de la imaginación, las piezas que le faltan a tu edificio.

¿Puede explicar un poco más el 'arte nuevo de hacer ruinas' del que habla? Porque las ruinas ya están ahí, no se hacen.

Pues, de algún modo se hacen, pero eso es una reflexión muy ambigua. Surgió hace ya siglos un arte de hacer ruinas y tuvo su mayor momento en la época del romanticismo europeo. Al pintor alemán Caspar David Friedrich le fascinaban las ruinas de abadías, y la aristocracia inglesa construía ruinas artificiales por la falta de reales. Esta tradición se mantiene en Inglaterra. David Beckham se puso ruinas artificiales en el jardín.

Las ruinas cubanas resultan de la irresistencia de la población a la decadencia y de la falta de recursos para poder resistir. El arte de hacer ruinas es en este caso otra forma de hacer ruinas. Se llama arte nuevo de hacer ruinas, porque se trata de la paradoja de construir una capital en ruinas a partir de una capital que antes estaba entera.

En la película usted expone la teoría de Ponte de que Castro crea mediante las ruinas una sensación de que Cuba ya fue bombardeada por los imperialistas. Una persona como Fidel Castro debe ver la situación de la gente, cómo viven los ancianos en esas casas que se caen, que familias enteras están expuestas día a día al peligro de que en cualquier momento una piedra les puede caer encima y matarlas…

El protagonista Ponte plantea en la película que toda la idea de Fidel Castro está basada en el hecho de que puede haber en cualquier momento una invasión americana. Para justificar este constante estado de guerra, en el que se encuentra Cuba desde hace medio siglo, tiene que haber un reflejo de esa guerra en la ciudad. Para justificar arquitectónicamente, dice Ponte, ese discurso de la amenaza de la invasión, la ciudad tiene que tener ese aspecto, como si ya hubiera sido bombardeada, como si la invasión ya hubiera tenido lugar. Y este es el arte nuevo de hacer ruinas.

Creo que a Fidel Castro le pasa lo mismo que a todos los dictadores que llevan mucho tiempo en el poder. No pueden ya, incluso por un mero problema de seguridad, ir descubriendo la vida de sus súbditos. No puede Fidel Castro hoy día, como lo hacía en los años sesenta, pasear por La Habana e ir a las casas de las personas. Creo que como en toda vieja dictadura hay una necesidad de los funcionarios de más alto rango, de la aristocracia comunista, de proteger a su jefe de la información sobre el estado real de las cosas por un interés propio, porque los ministros tendrían que reconocer su propio fracaso.

Si ves las rutas que hace Fidel Castro por La Habana. Toma toda la 5ta Avenida, el Malecón y después entra al Paseo del Prado. Las avenidas principales están bien arregladitas, y cada vez que Fidel Castro tiene que participar en una ceremonia, arreglan la calle para que el jefe no se dé cuenta del estado de decadencia de los caminos de circulación.

Creo que el mismo señor Castro ya vive en un mundo ficticio y no conoce la dimensión real. Eso es normal de parte de un presidente. No va a subir a pie varios pisos en un edificio que tiene el ascensor roto para ver el derrumbe de un antiguo hotel, o cómo se vive en las ruinas de un teatro. Es la razón por la cual no puede conocer el estado de ánimo de las personas que viven en las ruinas.

¿Sus personajes son representativos o son casos fuera de lo común que encontró y le sirven para mostrar un lado oscuro de Cuba?

Diría que no son comunes porque tienen un nivel alto de reflexión y una fuerza de lenguaje que me sorprendió mucho, porque cada uno de estos personajes parece un poeta. Me pasó que, después de ver la película, la gente me preguntaba si yo había escrito los textos que ellos dicen, porque a veces uno tiene la impresión que tienen una forma de expresarse que hace pensar que un autor los escribió; pero todo lo que dicen surgió delante de la cámara.

A mí me parece, sin embargo, que son personajes bien representativos de los habitantes de ruinas, y la selección equilibrada de los protagonistas tenía mucha importancia para mí y Matthias Hentschler, el codirector de la película. Entre ellos hay de todo: desde intelectuales, pasando por terratenientes expropiados, hasta personas que tienen un nivel bajo de educación y hablan mal el español. Mostramos todos los estratos de la sociedad, si es que uno puede hablar de eso en una sociedad como la cubana.

También, en cuanto a edad, mostramos de todo un poco, desde jóvenes hasta ancianos. Algunas veces me reprocharon que había escogido a personas muy extremas. Este reproche sólo ha venido de personas que no conocen bien Cuba, porque está claro que a un extranjero que viene de visita turística siempre le van a hacer el pequeño teatro de la salsa y del buen humor.