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Literatura, Literatura cubana, Novelas

«En Cuba ya pasó la época de los héroes»

Entrevista al narrador y poeta Pedro Juan Gutiérrez

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Hace ya casi un cuarto de siglo que Pedro Juan Gutiérrez (Matanzas, 1950) mostró la cara más descarnada de la vida en Cuba, en Trilogía sucia de La Habana. A ese libro le siguieron otros igual de duros, casi salvajes, que no fueron publicados en la isla hasta muchos años más tarde. En sus páginas narraba la peripecia diaria de unos supervivientes al límite de la resistencia en un sistema agotado, encerrado en la trampa de unos sueños que ya solo conservan quienes se mueven en el poder y sus aledaños. Pero lo hizo sin dejar de sentirse cubano y pasando al menos la mitad de sus días en aquel país, aunque su nacionalidad española le habría permitido irse para no volver. Ahora publica Diálogo con mi sombra (Ed. Anagrama), donde mantiene una conversación sobre la vida y la literatura con su alter ego Pedro Juan, protagonista de varios de sus libros. César Coca entrevista al narrador cubano.

Pasa seis meses al año en Cuba y otros seis fuera, sobre todo en España. ¿Dónde se encuentra mejor para escribir?

Lo hago desde 1998, tras la publicación de Trilogía sucia de La Habana. Estoy seis meses en Cuba y luego voy a España y me quedo en Madrid, en Tenerife, o en Málaga, que es lo que he hecho este año. Y aprovecho para acercarme a Alemania o Inglaterra. Vivir así ha enriquecido mi obra y mi visión del mundo. En España tengo otras lecturas, conecto con otra gente.

¿Pero escribe mejor?

Al principio necesitaba estar en La Habana para escribir. Pero el último libro lo escribí casi completo en Tenerife y solo una pequeña parte en La Habana. Me he ido adaptando y ahora escribo en cualquier parte.

¿Y vivir?

Soy muy cubano, necesito a mi gente, mi familia, los amigos, y no quiero renunciar a ellos. Tengo un hijo en China, una hija en España, otra en Holanda. He cumplido 71 años y voy evolucionando, y me siento muy bien en cualquier lugar.

Durante muchos años Cuba tuvo una presencia internacional muy importante pese a su escaso tamaño y población. ¿Cree que ha perdido relevancia?

Creo que sí. Hay más tranquilidad con Cuba, más silencio, y eso es algo que nos hace falta. Sobre todo, por las circunstancias actuales, muy difíciles socialmente y también en cuanto a abastecimiento. A mí no me gustaba esa locura de estar todos los días en los periódicos. Siempre he pensado que en política lo más importante es lo que no se dice.

¿Qué papel juega hoy un escritor en Cuba? ¿Cuál es el suyo?

Mis libros generaron en su momento un gran rechazo y no se publicaron durante años. Poco a poco empezaron a publicarse y ahora ya hay 16 en las librerías. Hasta la Trilogía salió en 2019. La censura que había era una especie de vocación provinciana de no ver las cosas con amplitud. Lo que está sucediendo es que mis libros salen en ediciones de 3.000 a 5.000 ejemplares y se agotan en pocos días. Un escritor siempre es necesario en una sociedad civilizada. Y en Cuba, como hay pocos libros, la gente quiere más.

La Trilogía no se publicó en su momento, pero a usted lo echaron del trabajo por escribirla.

Sí. Nadie lo había leído, pero se guiaron por lo que contó la prensa española. Así me lo dijeron cuando fui a hablar con el presidente de la Unión de Escritores. Quizá me adelanté un poco al publicar el libro. Algunos me decían que tenía “malas palabras”. Por qué, les preguntaba yo. Así es como habla la gente.

En Diálogo con mi sombra cuenta que sufrió a jefes que se hacían pasar por muy revolucionarios, pero eran unos corruptos.

En estas sociedades tan politizadas siempre aparece el típico oportunista, hasta Lenin los retrató. Y los había, claro.

Y funcionarios que tenían el poder de decir qué se publicaba y qué no. ¿Continúa sucediendo?

Hasta cierto punto, no tanto como antes. Aún necesitamos libertad y tranquilidad. Queda mucho por avanzar en esos campos.

¿Cuba no ha tenido algo parecido a la “perestroika” que hubo en la Unión Soviética en la segunda mitad de los ochenta?

No, y como decía debe avanzarse por ese terreno de un mayor respeto a los creadores, sobre todo a los jóvenes que son los más vanguardistas. Es preciso un mayor desarrollo cultural y eso implica más libertad.

En las últimas páginas del libro confiesa que ha pasado mucha hambre. Pero usted era un periodista con un buen empleo.

Fue así en los setenta y los ochenta. Sucedió que en 1991 empezó el llamado “período especial” tras la desaparición de la URSS. A partir de ahí, vivimos la peor crisis de la historia de Cuba. Yo empecé la Trilogía en 1994 y la acabé en 1997 y seguíamos igual. Mi salario mensual equivalía entonces a tres dólares.

Difícil no pasar hambre en esas circunstancias.

Claro. De ahí lo que sucedió con mi generación, que era de gente con fuerte compromiso de izquierdas. Algunos se hicieron religiosos, otros se fueron a Miami. Hubo un desencanto general. Solo a partir de 1998 empezó a remontar.

¿Y ahora?

La situación es muy difícil por las medidas que adoptó Trump respecto de Cuba, buscando que la gente saliera a la calle a protestar.

La pandemia habrá empeorado las cosas.

Es la tormenta perfecta. Se han juntado esas decisiones de Trump con algunas medidas fuertes de reestructuración económica y con la pandemia, que ha acabado con el turismo. Aunque la pandemia en sí se ha controlado bastante bien y ya se está empezando a poner una vacuna propia.

Parece que, pese a su trabajo, usted no conoció la realidad del país hasta que se instaló en Centro Habana. ¿Cómo fue?

Me fui a vivir allí y quedé asombrado. Era un reducto, un pueblo aparte. Yo había sido un periodista con privilegios, tenía automóvil, podía viajar al extranjero. Pero lo que me encontré allí era otra cosa y de eso no se hablaba en la prensa. Había otra moral, otra forma de ver las cosas. Fue lo que me impulsó a escribir los primeros libros. Había cosas tan fuertes que tuve que suavizarlas para hacerlas creíbles. Yo escribía desde el asombro, y cuando acababa un libro empezaba a olvidar.

Es curioso. Muchos escritores dicen que escriben para reconstruir su vida o para comprenderse mejor.

Yo la mía la entiendo perfectamente. Muchas veces pienso que escribo para olvidar. Cuando termino el libro y lo entrego al editor empiezo a estar tranquilo y a dormir mejor. Como durante siete años estuve a libro por año, esos períodos de tranquilidad eran muy breves (se ríe). Ahora pasa más tiempo entre uno y otro, y aprovecho para escribir poesía, que sale sola.

Así que esa autodefinición de “poeta furibundo” es muy real.

No sabe cuánto. En estos días estoy preparando un volumen con mi poesía completa, y la primera parte se llama “Los años furiosos”. Así que sí, soy un poco iracundo.

Por aquí hay quien dice que Raúl y su grupo más próximo siguen mandando en Cuba, aunque sea desde la sombra. ¿Cree que es así?

No tengo ni idea. Estoy muy alejado de la política, incluso cuando estoy en Cuba. Hice un periodismo muy político durante 26 años y acabé agotado. Y eso que no fui nunca del Partido Comunista. Esos mundos del poder no me preocupan. Cada pueblo va encaminándose a su destino y Cuba está un momento de transición interesante que seguirá sin violencia ni extremismos.

¿Eso no le interesa?

Prefiero ser un observador más alejado e imparcial. De todas formas, como le decía antes, lo más importante de la política nunca se cuenta. Es lo que pasó durante año y medio o dos años con las conversaciones ultrasecretas de Cuba con EEUU, en las que participaron el Papa y Canadá y nadie se enteró hasta que de pronto aparece un día Obama con Raúl. Todo se hizo en secreto. Y eso es lo que quiere el pueblo: vivir tranquilo, en todos los sentidos, el de la paz, el económico.

¿Quiénes son hoy los héroes en Cuba?

La época de los héroes de la Revolución, de Sierra Maestra, la misma palabra “heroico”, ya pasó. La tuve que escribir tantas veces mientras era periodista, tantos años con la palabra y otras de su familia todo el rato... Por eso me interesan más los antihéroes, en la literatura y en la vida. Disfruto charlando con amigos que son campesinos, o repartidores.

Cuando regresa a Cuba, ¿cuál es la primera sensación?

El golpe de calor y la humedad (se ríe). Tengo una gran capacidad de adaptación. Sé que en España disfruto de unas condiciones materiales que en Cuba no existen, y lo acepto.

¿Y al revés?

A veces voy al supermercado, veo 45 tipos de yogures y me aturdo. Es una forma de decir que me molesta la actitud consumista de la gente. Yo agradezco cada día de vida.

Usted es afortunado. Al tener doble nacionalidad puede disfrutar de una vida y de otra.

Por supuesto. Agradezco mucho la posibilidad de vivir un poco aquí y un poco allá. Lo estoy haciendo desde 1998. El año pasado, con la pandemia, se cerraron los aeropuertos. El de La Habana abrió el 15 de noviembre y al día siguiente tomé un vuelo para España. Es para mí la manera ideal de vivir.

En su libro asegura que el de escritor es el oficio más destructivo. ¿Por qué?

No hay más que ver lo que sucede: buena parte de los escritores mueren locos, o con cirrosis hepática, o se suicidan. Una parte de tu trabajo está en la memoria y resulta que lo mejor para vivir es no remover el pasado, no resucitar las emociones vividas. Escribir novelas afecta mucho psicológicamente por eso.

Pedro Juan es su personaje. En este libro es incluso quien hace las preguntas. ¿Cuándo usa más la máscara?

En la Trilogía y los libros escritos en Centro Habana en general. Pedro Juan es el supermacho caribeño, una mezcla de muchas personas que me sirve para canalizar el machismo y una forma de ver el mundo que refleja una época y una región, aunque lo hay en todas partes. A veces me burlo de él y lo pongo en ridículo.

Hay quien piensa que su personaje es usted mismo.

Sí, algunos académicos se lo toman en serio. Me busqué un problema cuando le puse ese nombre, pero lo hice porque no quería que estuviera claro qué es realidad y qué ficción.


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