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Teatro, TV, Cuba

Entrevista al actor Silvio Falcón*

“El teatro es lo que más satisfacción da como profesional [al actor]… aunque es menos lucrativo y posiblemente lo que menos fama te dé”

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En su libro El teatro perdido de los 50, subtitulado Conversaciones con Francisco Morín, Ediciones de La Flecha, 2014, la investigadora teatral Rosa Ileana Boudet nos ofrece una recopilación de lo que ella justamente llama el teatro perdido de los 50, década esta de un teatro “olvidado como herencia burguesa, criticado hasta el cansancio, a veces en forma peyorativa”, como lo describe en la introducción. Y agrega: “Fue el que encontramos en 1959 y del que casi no se habló más. Considerada un páramo, una tierra baldía o un momento de transición, la puesta en escena estrenada en Cuba entre finales de los años cuarenta y 1959 es un tema aplazado y casi enterrado. La Revolución barre con los vestigios del teatro anterior…”.

De ahí la importancia de recuperar y dejar constancia de esos años. Silvio Falcón, un destacado actor de la compañía teatral Las Máscaras, comenta en esta entrevista sobre esa época, cuyos logros artísticos y culturales han sido tergiversados y hasta negados por la dictadura castrista, igual que han hecho con los datos y estadísticas del desarrollo económico, científico y social de la Isla durante la República.

Háblenos de usted, de su familia. ¿Dónde nació, dónde estudió, qué hechos marcaron su niñez?

Nací en Cienfuegos, pero me crie en un pequeño pueblo del municipio de San Juan de los Yeras que tiene el simpático nombre de La Jorobada.

A los 7 años mi familia se mudó a La Habana y estudié en la escuela La Empresa, que estaba en La Víbora.

¿Algún antecedente o influencia familiar que lo inclinara a la actuación?

No, en mi familia no hubo nadie inclinado hacia la actuación. Me gustó desde que era chico.

¿Tomó cursos de arte dramático?

Sí, tomé los tres cursos reglamentarios de actuación de la Academia Municipal de Arte Dramático de La Habana, hasta que me gradué.

Sabemos que en Cuba era muy difícil vivir del teatro. ¿Trabajó en otra ocupación además de la actuación?

No, solamente de actor.

¿Su primer papel? ¿Su primera obra? ¿En qué teatro?

En 1953, mi último año como estudiante en la Academia, el director Julio Aparicio me escogió para el papel del arlequín en La viuda astuta, de Carlo Goldoni, que se presentó en el Anfiteatro de La Habana.

¿Tuvo alguna vez miedo escénico?

No, me encantaba salir a escena y nunca tuve dudas ni temores de que se me olvidara la letra ni de los movimientos en el escenario.

¿Le era fácil memorizar los parlamentos? ¿Algún recurso nemotécnico?

Sí, siempre tuve buena memoria. Tan buena que cuando se enfermó un actor y el director Vázquez Gallo me llamó una tarde para decirme si me atrevía a hacer un parlamento extenso por la noche, lo acepté y lo hice sin problema. El papel era un mensajero de una tragedia griega, que en estos momentos no recuerdo cuál era. En cuanto a los recursos nemotécnicos, nunca tuve que recurrir a ninguno.

¿Viajó alguna vez dentro de la Isla en giras teatrales?

¡Oh! sí, recorrí varias veces la Isla completa, desde Pinar del Río hasta Santiago de Cuba con la compañía Las Máscaras que dirigía Andrés Castro.

¿Recuerda en qué fecha y con qué obra se inauguró la sala teatral Las Máscaras en el edificio del malecón? ¿Actuó en ella?

Se inauguró con Mesas separadas, de Terence Rattigan, el 27 de septiembre de 1957. Tuve el privilegio de ser parte del elenco el día de la inauguración.

¿Sus últimos meses en Cuba? ¿Pudo seguir actuando después de solicitar la salida del país?

Mis últimos meses en Cuba fueron angustiosos. No, no pude trabajar más, nadie podía seguir después que presentaba la salida. Para entonces estaba trabajando en CMQ y, como le pasó a mucha gente, una vez que presenté mi renuncia se me cerraron todas las puertas. La suerte fue que no tuve que ir a trabajar al campo como le sucedía a todo el mundo. Era la época en que a varios de mis colegas los llevaron a la UMAP. Justamente, al día siguiente de mi salida para Madrid, vinieron a mi casa dos agentes del Gobierno preguntando por mí. Mis padres les dijeron que a esa hora yo ya estaría volando sobre el Atlántico hacia España.

¿En qué fecha se va de Cuba? ¿Adónde va a primero?

Salí de La Habana el 7 de mayo de 1966 por la KLM hacia Madrid. El avión, que iba a Caracas, hizo una escala en Curazao, ya que no permitían que ningún cubano pisara tierra venezolana. Ahí pasé una de las noches más tristes de mi vida. Al día siguiente volé hacia Paramaribo para tomar el mismo avión que venía de Caracas hacia Madrid.

¿Por qué escoge Nueva York como residencia permanente, y no otra ciudad donde quizás hubiera podido continuar con mayor facilidad su carrera de actor?

Porque decidí que nunca más iba a trabajar en el teatro. Vi como mi amigo René Sánchez trabajaba hasta las 5 de la tarde en Merryl Lynch y después iba a ensayar para actuar por la noche en Repertorio español, y me dije que no. Encontré trabajo en el Chase Manhattan Bank, donde estuve 21 años.

¿Ha actuado después de abandonar su país?

En los dos años que estuve en España, sí. Trabajé en la compañía de zarzuelas José de Luna como actor, no como cantante. Recorrí casi toda la Península y conocí hermosas ciudades, grandes y pequeñas.

¿Qué obra o interpretación suya recuerda con especial orgullo?

Las brujas de Salem, de Arthur Miller, una de las grandes producciones que puso en escena Las Máscaras. Yo interpretaba el papel del juez Thomas Danforth, y la recuerdo con especial orgullo porque recibí muy buenas críticas de los periódicos y mis colegas. Además, sentía que estaba bien en ese papel.

¿Qué papel que no hizo le hubiera gustado interpretar?

El de Brick en La gata en el tejado de zinc caliente, de Tennessee Williams.

¿Actuó en alguna obra de un dramaturgo cubano?

Sí, en dos: en Lila la mariposa, de Rolando Ferrer y en Electra Garrigó, de Virgilio Piñera. Esta última no la hice con Las Máscaras sino con el grupo de Francisco Morín.

¿Actuó en películas en Cuba?

En una sola y antes de la revolución: Con el deseo en los dedos, con Minín Bujones y Enrique Santisteban.

¿Trabajó en la radio?

Sí, en la CMQ, bajo la dirección de Miguel Llao, Sol Pineli, Marta Jiménez Oropesa, Edwin Fernández y otros.

Recordamos su excelente actuación como el médico en la versión televisiva de El dulce pájaro de la juventud ¿Podría contarnos algo sobre aquella transmisión de la televisión cubana a principios de los años sesenta?

Se presentó en Gran teatro del sábado (junio de 1964). La recuerdo especialmente porque tenía un reparto excelente: Raquel, Enrique Santisteban, Enrique Almirante, Mario Martín y otros colegas. Todo se hacía al vivo y si había un error, tenías que arreglarlo de acuerdo con la experiencia que tuviera el actor. Ahora que la televisión se hace toda filmada (no sé si en Cuba es así), es casi increíble que todos los sábados tuviéramos que llevar la letra del libreto memorizada y hacerlo en vivo sin ninguna ayuda.

Televisión. Cine. Teatro: ¿cuál prefiere, como actor y como espectador?

Para mí el teatro es, de las tres, la que más satisfacción da como profesional. Es la menos lucrativa de todas y posiblemente la que menos fama te da. Pero la experiencia del contacto directo con el público es algo que las cámaras no pueden reemplazar. Como espectador, también el teatro. Una representación en vivo, si está bien actuada y dirigida, me hace más feliz que el cine y la televisión.

Actrices y actores cubanos de los que guarda un recuerdo entrañable por su calidad humana o por su arte interpretativo.

Son muchos … Raquel Revuelta fue una actriz sin par, y, además, fue una de mis mejores amigas. Nuestra amistad comenzó de esta manera: en la Novela de las diez, ella era, por supuesto, la protagonista. En ese programa yo tenía un comercial del Tony, el producto para el cabello. Como era diario, ella tenía que memorizar el libreto de ese día. Raquel siempre llegaba temprano al estudio y como yo estaba ahí, me pidió que le leyera la otra parte del diálogo. Como ese programa duró mucho tiempo, y todos los días era lo mismo para nosotros, nuestra amistad se afianzó con el respeto mutuo que nos teníamos.

Con Manolo Alván me divertía muchísimo. Como si fuéramos dos chiquilines, nos tenían que hacer callar en el estudio y varias veces nos teníamos que sentar separados porque no dejábamos de perturbar (por no decir una palabra más directa, aunque menos delicada).

Citaré nombres que recuerdo de Las Máscaras a los que puede añadir un breve comentario.

Andrés Castro: Poseedor de una amplia cultura general, con historias inolvidables de la farándula, no solo la cubana sino la norteamericana. Como director, tenía tanta paciencia con los actores y la libertad que nos daba era tal que me hacía sentir dueño de las tablas y eso me ayudó muchísimo profesionalmente.

Antonia Rey: excelente actriz y muy generosa como persona. La visito a menudo y recordamos nuestra juventud en Las Máscaras. Ella tiene muchas anécdotas sobre actores con quienes ha actuado, tanto en Cuba como aquí y de todos nuestros colegas del ambiente artístico.

Elena Huerta: además de buena actriz, tenía una inagotable habilidad para hacer cuentos nuevos y graciosísimas historias que podían ser ciertas o no, y que nos hacían reír constantemente. Una de las personas más simpáticas que he conocido.

René Sánchez: gran primer actor desde sus comienzos en las tablas. Entrañable amigo desde 1947; hoy enfermo, lo visitamos de vez en cuando.

Georgina Almanza: magnífica actriz y mejor persona. Siempre callada y respetuosa, pero cuando llegaba el momento de actuar, se transformaba en el personaje que interpretaba, ya fuera cómico o trágico.

Leonor Borrero: loca completamente, pero con un sentido bárbaro del humor.

Tres espectáculos a los que ha asistido en New York que le han impresionado.

The Hairy Ape (Bobby Cannavale), Madre Coraje (Meryl Streep), El largo viaje del día hacia la noche (Jessica Lange). Quiero agregar otro: The Glass Menagerie (Cherry Jones)

¿Qué recuerdos o anécdotas puede compartir con nuestros lectores sobre las obras que interpretó en Las Máscaras?

Recuerdo que en Las brujas de Salem estuve muy satisfecho con mi trabajo. El juez Danforth es uno de los personajes más exigentes que hay para un actor. Debe balancear su sentido estricto de la justicia, que va de acuerdo con la ley, frente a la histeria colectiva de un grupo de niñas menores que están causando mucho daño a gente inocente. Él viene con la intención de terminar con esa histeria, pero cuando ellas lo acusan a él de brujo, se asusta y abandona lo que venía a hacer.

De no haber sido actor, ¿qué hubiera querido ser?

Músico, no como compositor sino como intérprete, preferentemente de piano.

¿Aparte del teatro, quisiera mencionar otros intereses: hobbies, viajes, aficiones, etc.?

Voy mucho a la ópera, conciertos, ballet, y todo lo que se mueva en un escenario. He viajado por casi todo el mundo: países de Asia, de Europa, Australia y toda América: norte, central y sur. Estoy planeando ir a la Tierra Santa este año.


* Agradecemos la colaboración del señor Roberto Palóu, sin la cual esta entrevista no hubiera podido realizarse.


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