Actualizado: 29/04/2024 7:40
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Literatura-Política

Escarmentar por cabeza ajena

Entrevista a Judith Némethy, profesora de la Universidad de Nueva York, sobre el exilio húngaro en Argentina.

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Cuando vino el ballet folklórico nos hicimos amigos de muchos de los bailarines. Los invitamos para seguir conversando, pero estos jóvenes no tenían permiso para hablar con los exiliados y eran vigilados de cerca. Sin embargo, el domingo en la tarde era su día libre y los bailarines se fueron todos al Centro Húngaro y eso provocó un escándalo increíble en la Embajada de Hungría.

En la correspondencia entre el Ministerio y la embajada pude comprobar que estos eventos culturales eran parte de toda una estrategia para dividir y manipular el exilio. Allí decían, por ejemplo: "ahora vamos a intensificar nuestra actividad y vamos a llevar más actividad a los clubes" de los inmigrantes económicos. Y fue una campaña muy buena y eficaz, y si no hubiera llegado la caída del comunismo en 1990, ya al final se hubieran disuelto las líneas que separaban al gobierno húngaro de los exiliados. Ya al final todo se había ido relajando mucho.

Cabe decir, sin embargo, que el club Hungaria, sucesor del Centro Húngaro, nunca admitió a ningún representante del gobierno en su sede. El primer embajador invitado al club fue el del nuevo gobierno democrático, después de la caída del comunismo.

La reconciliación es un tema clave en cualquier proyecto de transición democrática. ¿Cómo ha sido su experiencia en el caso húngaro?

A nivel personal, puedo decirte que, por ejemplo, la hija de aquel embajador que veíamos como nuestro principal enemigo es ahora una de mis mejores amigas. Hay entre nosotras muchas más cosas que nos unen que las que nos separan. Sin embargo, a nivel nacional, ahora mismo no hay reconciliación.

En la actualidad hay dos Hungría, separadas por ideologías opuestas, con la herencia del comunismo todavía muy marcada. Existe, por ejemplo, el caso del Tratado de Trianón, por el cual Hungría perdió dos tercios de su territorio y un tercio de su población. Durante el régimen comunista estas minorías húngaras repartidas en diferentes países fueron ignoradas y a sus integrantes no se les reconocía como húngaros. La gente no sabía que en Transilvania —la cuna cultural de Hungría— vivían dos millones y medio de húngaros o que en Eslovaquia también había un millón de húngaros. A nosotros nos educaron explicándonos que ellos eran parte de nuestra nación.

Ahora los ex comunistas se han convertido en los capitalistas más feroces, igual que en Rusia. En las elecciones de 2004 se llevó a votación el tema de si se le reconocía a los húngaros de Transilvania la ciudadanía húngara y, lamentablemente, el pueblo húngaro votó que no. Eso para nosotros es incomprensible. Y todo es tan contradictorio como que a mis hijas, quienes nacieron en Estados Unidos, se les reconoce la ciudadanía húngara pero a ellos no.

Ahora mismo, cuando me jubile, no sé lo que voy a hacer, porque siempre me he sentido húngara; pero en cambio la gente allá me parece tan extraña y distante, a pesar de que he hecho amistades entrañables. En cambio, las calles de Buenos Aires son otra cosa. Allí siempre me sentiré como en casa.

¿Qué satisfacciones le ha dado este libro?

Este libro no ha tenido ninguna publicidad, pero a pesar de eso he notado que ha ayudado a que se empiece a pensar y a escribir sobre un tema que era absolutamente desconocido para los húngaros de Hungría. Y mi satisfacción más grande con este libro fue escribirlo en húngaro. Siempre había escrito decentemente, sin faltas de ortografía, pero la escolaridad mía la adquirí en español.

Cuando fui a Hungría para escribir el libro, al principio todo me iba saliendo un poco raro, pero poco a poco le fui tomando la mano y eso me dio una satisfacción tan grande que no te puedo decir: la satisfacción de que no se dieran cuenta de que estaba escrito por alguien que nunca había vivido en Hungría y la de darme cuenta de que ser bilingüe es uno de los beneficios más grandes de nuestra vida de exiliados.

¿Le gustaría seguir estudiando estos temas?

Sí, me gustaría seguir escribiendo sobre estos temas. Ahora mismo me acaban de invitar a una conferencia sobre la revolución anticomunista de 1956 para que hable de su impacto en el exilio en Argentina. Y claro que me interesa y me enorgullece que cuenten conmigo. Me interesa seguir escribiendo y trabajando sobre el tema, pero sin convertirlo en una obsesión. Lamentablemente, no soy fanática de nada.


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