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“Habanastation”, Cine

“Habanastation”, donde el argumento es el pretexto

La actriz Blanca Rosa Blanco habla con Cubaencuentro

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Dice una breve nota publicada en Cubaencuentro el 30 de agosto del 2011 sobre esta película que “el filme de Padrón relata la historia de dos compañeros de aula, Mayito y Carlos —interpretados por los niños Andy Fornaris y Ernesto Escalona—, pertenecientes a entornos sociales muy diferentes, que entablan una bonita amistad a partir de su entusiasmo por los videojuegos, en este caso un playstation. Durante una hora y media, el realizador conduce al público a un viaje por dos Habanas distintas dentro de una misma Cuba, para resaltar cómo se puede lograr una amistad basada en profundos valores humanos”.

Esta sinopsis “descafeinada” del film pudiera hacer pensar a los que todavía no han visto el film que se trata de una versión actualizada de El príncipe y el mendigo, donde un niño que vive en una burbuja aséptica creada por sus privilegiados padres va a parar accidentalmente a un barrio marginal habanero, pero sin intercambiar roles como en el argumento original de Charles Dickens, pero yo, que he podido disfrutar ya dos veces la película —y que viajo a La Habana con cierta frecuencia—, les digo que no, que la historia es el pretexto —el medio, vaya— para el demoledor mensaje que su talentoso director, Ian Padrón, nos está enviando con ésta, su Ópera prima, que ya le ha cosechado en julio último el Founders Prize Best of Festival, en Traverse City, Michigan, y que en solamente 22 días de proyección en la Isla ha sido vista ya por 315.000 espectadores de todas las edades, catalogada además “como el suceso cinematográfico del año”, según la misma fuente ya citada.

Y es que Ian ha resuelto con gran maestría en su primer largometraje “azogar” el lente de sus cámaras para fabricar un espejo exacto de la realidad habanera, por no decir cubana, donde los que viajan —como el padre de Mayito, que es un artista famoso en Cuba—; los que reciben remesas regularmente; los miembros de la nomenclatura del Gobierno, y los “macetas” que lucran con las necesidades del pueblo, tienen una calidad de vida muy superior a la de los que no pertenecen a esta especie de “nueva clase” y, lo más terrible, tampoco tienen ninguna posibilidad de “movilidad social” con su trabajo honrado y su iniciativa, atrapados en una realidad congelada por el capricho de esa misma nomenclatura a la que solo le interesa conservar el poder.

Como dato interesante, el disco con la banda sonora original de la película fue presentado en La Habana apenas cuatro días después del estreno por la casa discográfica estatal EGREM, hecho muy poco común que quizás se deba a la excepción que constituye este film en una industria donde desde Fresa y chocolate (1995), de Titón; Suite Habana (2003), de Fernando Pérez, y Barrio Cuba (2005) —la obra póstuma de Humberto Solás—, no pasaba nada que impactara tanto a críticos y espectadores como Habanastation.

Según los créditos del film, las agrupaciones Buena Fe, Vocal Sampling y Nacional Electrónica, el pianista Miguel Núñez y los percusionistas Yaroldi Abreu y Ruy Adrián López-Nussa intervinieron en la eficaz y dinámica banda sonora, excelente selección musical con 17 temas que refuerzan muy bien la historia contada y la nítida fotografía en movimiento de Alejandro Pérez. La canción con que cierra la cinta fue titulada Pleiesteichon, una conga con base en el ritmo caribeño ska, escrita por Israel Rojas y vocalizada por Buena Fe, y tanto su video clip como el de la canción Loquevendrá, interpretada por René Baños y Sampling, contaron también con la dirección de Ian Padrón.

En cuanto a los actores que visten tan orgánica y creíblemente a los arquetípicos personajes, no cabe duda de que son los dos niños protagonistas los que se llevan el Coronel para su casa y lo vuelan muy alto, literal y en sentido figurado. Tanto Andy Fornaris como Ernesto Escalona pertenecen a la Compañía teatral infantil “La colmenita” —maravillosa oportunidad para los niños cubanos con vocación actoral que la democracia miamense debería imitar—, y Habanastation es también su primera producción cinematográfica, acompañados por una familia de actores “adultos “ de primera línea, donde todos brillan en sus papeles: Luis Alberto García y Blanca Rosa Blanco, como los padres de Mayito; Miriam Socarrás, como la abuela de Carlos; Claudia Alvariño, en el rol de la joven maestra (¡con apenas 20 años!, según la queja de la joven madre de Mayito), y donde los vecinos de Zamora se dedican a ser ellos mismos, con esa Habana marginal de fondo que desgraciadamente es hoy la regla y no esa excepción que es Miramar, y Raúl Pomares, ese gran actor de la vieja escuela, demuestra, como el vendedor de puré de tomate del barrio, que no hay rol pequeño cuando hay maestría actoral, al igual que Renecito de la Cruz y Omar Franco en sus pequeños papeles que también engrandecen la película.

Afortunadamente, esta radiografía de la marginalidad rampante y avasallante que existe hoy en Cuba —donde campea la ley del más fuerte y la “guapería” se impone— fue estrenada en Miami el martes 30 de agosto del 2011, en el teatro Manuel Artime de la Pequeña Habana, con la presencia del director, de su guionista Felipe Espinet y de la actriz Blanca Rosa Blanco; donde ahora en pantalla grande me emocionó aún más que en mi laptop, tanto por su feliz desenlace como por la oportunidad de confraternizar con sus artífices allí presentes, a los que felicito por su osadía y por su honestidad profesional, muy lejos de la edulcoración y del tan odiado y perjudicial panfleto; incluso pude pautar una entrevista con la joven y talentosa actriz Blanca Rosa Blanco, que ahora les ofrezco a continuación:

Dónde transcurrió tu infancia, en un barrio como La Tinta o en uno como Miramar?

Blanca Rosa Blanco (BRB): Tengo que decirte que en un lugar intermedio, en un barrio periférico en las afueras de la ciudad, donde yo estaba más cerca de la tierra que del mar, y donde lo típico era estar en contacto con la naturaleza, andar sin zapatos, cazar lagartijas…; un lugar donde mis amigos y yo teníamos los mismos intereses y no había necesidad de ir a ningún otro barrio para ser felices: el reparto San Agustín, antiguo reparto Ermita. Yo vivo desde los cuatro años en la casa que fue de Emelindo Batista, un santero muy nombrado por esos lares, muy devoto de Santa Bárbara —mi familia permutó con la viuda—; una quinta donde Dios nos puso las frutas y la comida en las manos, donde yo pude crecer en contacto con la tierra… y quizás por eso, aunque a veces flote, siempre regreso a poner los pies sobre ella.

¿De niña participaste en algún grupo teatral infantil como “La colmenita” o la vocación se te despertó más tarde?

BRB: Yo estoy vinculada al teatro infantil desde los 9 o 10 años, a través del movimiento de artistas aficionados. Mi mamá decidió canalizar toda mi hiperactividad y mis inquietudes y deseos de expresar cosas por medio del teatro y la literatura, y eso se convirtió en un “vicio”, en una necesidad, como tomar agua; para mí la actuación es como una sed que no logro saciar nunca. Recuerdo que a los doce años estaba ya haciendo en un teatro el monólogo OraciónaMarilynMonroe, de Ernesto Cardenal, en un festival de aficionados, y como la actuación es un aprendizaje interminable, todo esto alimentó mi espiritualidad y quizás hizo más sano el camino —más ingenuo incluso, sin pretensiones—, por haber comenzado desde tan pequeña. Eso sí, sigo con la misma curiosidad por aprender; soy una niña eterna.

¿Quiénes son tus paradigmas en el mundo de la actuación, en Cuba y en general?

BRB: Hay una película que me marcó —y te das cuenta de ello mejor después que ya has visto unas cuantas—: La profesora de piano, con la actriz francesa Isabelle Huppert; cuando terminé de ver esa película tuve la impresión de que tenía que empezar otra vez, y comencé a “reeducarme”, a estudiar más…

La película Persona, de Ingmar Bergman, es otra de mis preferidas, por las actuaciones, la dirección, la estética; ya no se hacen filmes como ése, que es el tipo de cine que me gustaría hacer, y si te tuviera que decir un actor, te hablaría de Buster Keaton, que es un referente obligado para todo el que quiera sobresalir en este medio; y de las actrices cubanas, me quedo definitivamente con mi queridísima Verónica Lynn.

Escuché decir a Ian que cada vez que ves Habanastation lloras, ¿por qué te emociona tanto?

BRB: Me emociona la gente, me emociona la conexión que se establece entre el público —al que yo respeto tanto— y nosotros los actores; me emociona que la hayan entendido, que valió la pena, que “sirvió”. Te decía fuera de las preguntas que yo como actriz me siento muy responsable de lo que hago, de mi papel en la sociedad; creo que con esta película estoy aportando algo a la recuperación de los valores perdidos o en crisis, y a la defensa de la Amistad y de la Familia —así, con mayúsculas— por encima de todas las demás cosas.

Habanastation es la película que le regalo a mi hijo, a los hijos de los amigos, con la que también he saldado una deuda con mi madre, cuando alguna vez me perdí también en un parque, a la edad de nueve años. Como ves, tengo muchas razones para volver a llorar cuando la veo.

“Dos Habanas, una sola Cuba”, es el “slogan” de la película; ¿qué piensa Blanca Rosa Blanco sobre esto, como cubana que vive el día a día de esa Habana tan dual, pero no en las condiciones de La Tinta?

BRB: Yo “vivo” de acuerdo a las circunstancias de mis personajes; yo soy de todas partes, no vivo ajena a ninguna de las realidades que se muestran en la película, y también sé perfectamente de dónde vengo, y hacia dónde voy, quizás por esa misma razón. La realidad de Moraima no es tampoco mi realidad —es una realidad construida, “fabricada”—; por eso te decía antes que con este personaje estaba saldando “viejas deudas”, como la que sentía que tenía con mi mamá de cuando me perdí, y ahora te agrego que también con todo aquello que critico como persona, porque yo sí estoy apostando por un mundo mejor, pero que para poder tenerlo hay que resolverlo primero dentro de nosotros mismos.

¿Cómo te han tratado en Miami tus compatriotas?; ¿cuál es la impresión más fuerte que te llevas para Cuba?

BRB: Esta es la tercera vez que vengo a esta ciudad, pero, tal vez por aquello de que a la tercera va la vencida, definitivamente este viaje ha sido mágico, diferente, de encuentro con muchas generaciones distintas, honestas —cada quien a su manera—; amigos defendiendo las cosas más esenciales…, y por muchas razones creo que todos los diálogos han sido sinceros —algunos hasta atrevidos—, pero sobre todo, hemos respetado las decisiones de cada uno; donde hay un cubano siempre hay dos. Yo creo que no hay ni buenos ni malos —al menos entre mis amigos—; solo que cada quien eligió su propio camino.

¿La impresión más fuerte…? No sabría decirte…, la impresión más fuerte fue ver el cine lleno, la gente parada aplaudiendo, y esa nostalgia que perdura en los más sensibles, en los que también quieren un mundo mejor, allá y acá.


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