Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Música

«Hay que sonreír, pase lo que pase»

Unas semanas antes de morir, Israel 'Cachao' López ofreció a ENCUENTRO EN LA RED una de sus últimas entrevistas.

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Existe algo en común entre usted y José Martí, lo cual es un honor para cualquier cubano, pero para su familia fue también un contratiempo anual. ¿Por qué?

Nosotros todos nacimos en la casa de Martí, en la calle Paula 102. El último fui yo, en 1918. Todos los años la familia tenía que pintar la casa para el 28 de enero, fecha del natalicio de Martí. Entonces teníamos que abandonarla para que la visitaran las escuelas. Nos íbamos para casa de una tía, donde nos pasábamos una semana. Pero, en 1919, el gobierno nos manda a mudarnos para convertir la casa en monumento nacional, dándonos 700 dólares, lo cual era mucho dinero en aquella época. Por cierto, en esa casa solamente han vivido la familia de Martí y la mía. Fue así que nos tuvimos que mudar para Guanabacoa, lugar donde me crié, y unos años después nos fuimos para Luyanó, donde me casé y viví hasta 1946.

Usted vivió una etapa en que se produjeron cambios importantes en la música cubana. ¿Cómo repercutió en su formación profesional la experiencia adquirida al lado de músicos que contribuyeron al desarrollo de nuestra música?

Bueno, muchísimo. De hecho, mi hermano y yo fuimos los creadores del mambo en 1937. Lo hicimos para variar, pues el danzón era muy sencillo y nosotros lo enriquecimos armónica y rítmicamente también. Le dimos un viraje de 180 grados, sin dejar de ser danzón, ya que siempre respetamos el formato del danzón. Pero la idea nuestra era diferente, ya que con la velocidad que le dimos no se podía bailar. Entonces reducimos la velocidad e hicimos una especie de mambo-danzón, que sí se podía bailar. Pero a finales de la década del cuarenta, Dámaso Pérez Prado hace una versión del mambo basada en lo que hicimos nosotros.

Él es quien lo llega a popularizar en el mundo entero, y si no es por él, no se llega a conocer. Eso se lo tenemos que agradecer a Pérez Prado. Que la gente entienda que nunca hubo rivalidad entre nosotros. Incluso, en una ocasión que él venía de una gira por Japón hacia Madrid, se le enfermó el bajista y yo fui quien lo sustituyó. También en aquella ocasión hicimos dos semanas de radio en Madrid. Por desgracia, hay gente que ha tergiversado este asunto.

Entonces, ¿cree que Pérez Prado ya tenía nociones de lo que usted y su hermano Orestes habían creado, es decir, las claves del mambo?

Sí, él más o menos lo sabía. Pero la música es así. Todo el mundo quiere aportar algo y se influencia de lo que está en el ambiente. Nuestro mérito fue que fuimos los originales, al darle el giro que le dimos al danzón. Este, poco a poco, se fue transformando, pues al principio no tenía baile. Fue Gustavo Roig —hijo del gran maestro Gonzalo Roig— quien crea la mamboleta y con ello la coreografía del mambo. Entonces se comienza a bailar de una forma coreográfica, por lo que no se podía bailar en salones populares de baile. Eso es otra cosa que la gente no entiende y creen que nosotros también inventamos el baile.

Algo parecido pasa con el chachachá, que lo crea Enrique Jorrín, pero sin baile. El baile lo crea una negrita que le llamaban La Muñeca, de la playa de Marianao, y se comienza a bailar en los cabarés. Pero ni la orquesta de Jorrín, ni la Orquesta América —otras de las primeras en tocar chachachá— tuvieron el éxito de la Orquesta Aragón, que lo lleva a su más alto nivel de popularidad. Por eso siempre se identificó al chachachá con la Orquesta Aragón, a pesar de que sabemos que fue Enrique Jorrín su creador.

Los años cincuenta son considerados la década de oro de la música cubana. ¿Cuál fue su principal contribución durante esa época?

Precisamente, en 1957, creo la descarga. Me encargué de reunir a un grupo de músicos para hacer las descargas a partir de las cuatro de la madrugada, después que salíamos de los night clubs, donde trabajábamos, ya fuera el Riviera, el Capri, el Nacional, etcétera. Entonces nos reuníamos varios músicos para hacer las descargas. Éramos Guillermo Barreto, en el timbal; El Negro Vivar, en la trompeta; Gustavo Tamayo, en el güiro; Tata Güines, en la tumbadora; y yo, en el bajo.

Recuerdo que en la primera descarga no incluí el piano. La gente cree que hay un pianista, pero no lo hay. No lo hice por nada malo, sino por experimentar. Luego lo incluí, pues dije: "Se van a morir de hambre los pianistas por culpa mía". Entonces mi hermano o yo tocábamos el piano. Luego se fue ampliando la orquesta e incluimos saxofones, trombones, etcétera. Pero eso lo hacíamos como un hobby. Yo le decía a los músicos, después de cada grabación, que se escondieran por ahí, que los iban a matar. Y al contrario: le gustó al público. Fue así que se quedó la descarga. Le pasó lo mismo que a La engañadora, que Jorrín la hizo sin ningún tipo de pretensión musical, y sin embargo, gustó y se quedó para siempre.

¿Cómo se produce su salida de Cuba?

Por esa época de inicios de la Revolución, mi señora ya estaba en Estados Unidos. Ella fue prácticamente la que me inspiró a salir, pues parece que veía venir las cosas y me decía que no le gustaba cómo estaba marchando aquello. Me dijo: "Te espero en Nueva York". Yo pensaba irme en el año 61, pero rompen relaciones los gobiernos de Cuba y Estados Unidos y no puedo salir. Entonces, en el año 62, Antonio Duarte forma una orquesta con la que viajo a España, con un contrato de trabajo. Y fue muy simpático, porque tres días antes de partir me doy cuenta de que el pasaporte ya estaba vencido y fui a la embajada cubana a reportar eso.

El que me atendió allí fue un capitán del Ejército Rebelde, que era el que se encargaba de dar los pasaportes. Y cuando ya yo pensaba que el pasaporte estaba arregladito, tú no sabes lo que me dice el capitán: "Te veo en Miami". No sabía entonces qué responderle; pero no le dije nada, sólo le murmuré: "Uh…". Y él no sabía si yo le decía si o no; lo dejé en el aire. Y, efectivamente, qué sorpresa cuando después me lo encontré en Miami. El hombre era más gusano que nadie, y eso que era capitán del Ejército Rebelde.


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