Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Música

«Hay que sonreír, pase lo que pase»

Unas semanas antes de morir, Israel 'Cachao' López ofreció a ENCUENTRO EN LA RED una de sus últimas entrevistas.

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Entonces salgo de España, en 1963, rumbo a Nueva York, pues tenía un contrato de trabajo en el Palladium, gracias a la gestiones de mi mujer, que consiguió mi residencia en Estados Unidos. Una vez que me establezco en esta ciudad, comienzo a tocar con Charles Palmieri, luego con su hermano Eddie. Más tarde toqué con Johnny Pacheco, con Joe Quijano, con Tito Rodríguez. Por aquella época toqué con muchas orquestas y en diferentes night clubs, hasta que me fui, a principio de los setenta, para Las Vegas, donde trabajé durante nueve años. Ya a principio de los ochenta decido venir para Miami, donde he vivido hasta el presente.

¿Cómo conoce al actor Andy García y qué papel jugó en su carrera artística?

Eso fue muy simpático. Yo estaba dando un concierto en San Francisco, en 1989. Cuando aquello él se encontraba en la filmación de El padrino, y fue a verme, aprovechando que tenía unos días de descanso. Al terminar el concierto, se me acerca y me dice que él era un admirador de mi música desde que tenía cinco años. Andy me contó que cuando él era un niño y vivía en la playa, en una barra que ponían la música de Mongo Santamaría —que también le gustaba mucho— y la mía, como no lo dejaban entrar por su edad, el dueño le decía que viniera a las diez de la mañana, para que escuchara, desde la calle, los discos míos y los de Mongo.

Ya desde niño le venía eso y sabía quién era yo. Entonces me propone hacer un concierto en Miami. Pero ocurre que él no sabía que yo conocía a su padre y yo tampoco sabía que él era hijo de mi gran amigo René García. Luego, cuando su padre le pregunta a qué músico iba hacerle ese homenaje y Andy le dice que a Cachao, René le responde: "Y dónde está el sinvergüenza ese… Muchacho, yo lo conozco desde el año 40". Ya en 1993 se hace la grabación de Master Sessions y el rodaje del documental Como su ritmono hay dos. Gracias a Andy es que salgo del olvido. Él fue quien me puso en el mapa de la música a un nivel popular.

Usted forma parte de una generación de músicos en la que la calidad y la popularidad no estaban reñidas. ¿Es posible aún hacer buena música popular dentro de un mercado tan comercializado?

En esa época, la música se hacía sin la idea de que fuera gran cosa. Mira, lo que pasó con la descarga también pudo haber pasado con una agrupación de la que formé parte en los años ochenta, llamada Walpataca, porque cada sílaba representaba el nombre de sus integrantes. Pero sucedió que nos separamos y cada uno tomó su camino. Creo que si no nos hubiéramos separados, podríamos haber tenido buena aceptación.

La música que se hacía en Cuba durante el tiempo que me tocó vivir allá, así como la música latina que se escuchaba en Estados Unidos en la década de los sesenta y setenta, era de mucha más calidad que la que se hace ahora. Había muy buenas orquestas, como Los Profesionales, El Conjunto Universal, Los Jóvenes del Hierro, la Orquesta Típica, etcétera. Se hacía música con mucho menos dependencia del mercado. Luego se produce un vacío, y ahora con el reguetón se empeora la cosa. Pero desaparecerá como mismo sucedió con la lambada, porque es un ritmo que no tiene sentido, ni mucho menos poesía, ni sustancia musical. Ritmos así no logran hacerse clásicos.

¿Qué opina de los músicos cubanos recién llegados a Miami? ¿Por qué, en su inmensa mayoría, no logran entrar en el mercado de la música latina?

Son muy buenos músicos, con una gran preparación, pero esta ciudad es muy muerta en ese aspecto. Hay incluso músicos que se han tenido que dedicar a otros oficios para poder sobrevivir. Por otra parte, las compañías disqueras son las que determinan la promoción musical. Aquí, por ejemplo, no se escucha mi música en la radio; sin embargo, se escucha en la radio de España, Francia y Nueva York. Las compañías disqueras no les pagan a las estaciones radiales y esa es la razón por la que ellos no ponen las piezas de un músico determinado, por muy buenas que sean.

¿Conocen los cubanos de la Isla su música? ¿Le gustaría volver a tocar en Cuba?

Bueno, ellos saben quien soy yo, la verdad. Tengo una buena impresión allá, incluso entre los músicos. Ellos saben que contra ellos no tengo nada, pues los músicos, por encima de todo, son músicos. Por supuesto, si se presenta la oportunidad, en una Cuba democrática, claro que me gustaría volver a tocar allá. Pero como una forma de ayudar, no con el objetivo de cobrar. Si tengo que dar 20 conciertos gratis, los doy, si Dios me lo permite. Esa es mi tierra, comoquiera que sea. Sería algo muy lindo si esto sucediera.

Con 89 años de edad, se mantiene profesionalmente activo. Háblenos de sus proyectos…

Ahora estoy esperando una agenda con todas las actividades para 2008, la cual incluye América del Sur, Europa y Asia, principalmente Japón. Tengo programado un promedio de 18 conciertos, a partir de febrero. Y, por supuesto, también habrá gira por diferentes lugares de Estados Unidos, como San Francisco y San Diego. Siempre existe la posibilidad de que participe algún músico conocido en uno de mis conciertos, como ya lo han hecho Paquito D'Rivera, Arturo Sandoval, Bebo Valdés, entre otros. Hace poco tuve la oportunidad de conocer al Cigala, y está muy entusiasmado con que trabajemos juntos; pero todavía no hay nada en concreto.

Para terminar, ¿podemos decir que no sólo la virtud artística, sino también la humana, hacen que 'como su ritmo no haya dos'?

Es muy importante la modestia, la virtud. El artista, por lo general, tiene una cosa muy fea, que es creerse que el público es cualquier cosa. Si uno es alguien, es por el público; éste es quien mantiene al músico. Eso hay que agradecérselo al público. Sepan que sin ustedes no hay Cachao, pero con ustedes hay Cachao. También le agradezco siempre a mis compañeros de trabajo y les doy las gracias después de cada presentación. Si no fuera por ellos, mi trabajo no valiera nada.

Al mejor cantante del mundo lo ponen a cantar solo y no es nadie. Por eso hay que darle crédito a los compañeros de trabajo y a ese público que tanto nos apoya. También otra cosa que me ayuda es mi visión optimista de la vida. Hoy mismo me cayó una mosca en el café y dije: "Ahora sí…". Pero antes de enojarme reflexioné: "Un pobre animal que tuvo la mala suerte de caer y morir aquí; al menos yo tengo la posibilidad de hacerme otro café". Por eso, uno siempre debe estar de buen humor, pues las vicisitudes ya están escritas. Pase lo que pase, hay que tener una sonrisa en el rostro.


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