Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Literatura

La historia como profanación

Rafael Rojas: «El problema de Cuba es un conflicto entre cubanos y el papel de EE UU está sobrevalorado».

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Me refiero a Isla sin fin (Miami, Ediciones Universal) y El arte de la espera (Madrid, Colibrí). Fue entonces cuando mis colaboraciones en medios mexicanos empezaron a centrarse, no sólo en temas de historia y política de Cuba, sino también en cuestiones literarias de la Isla y la diáspora. Sin embargo, esas intervenciones a las que te refieres han sido menos asiduas en México que en España o en Miami.

¿A qué se debe eso?

Supongo que a varias razones, más allá de que sean periódicos de Miami y Madrid, como El Nuevo Herald, Encuentro en la Red y El País, donde he colaborado regularmente en los últimos cinco años. México, en cambio, y, en menor medida, el medio universitario norteamericano, son los espacios donde desarrollo mi trabajo académico.

Por otro lado, es un hecho que en Estados Unidos y España existen menos prejuicios y estereotipos sobre la cuestión cubana que en México. Buena parte de la opinión pública mexicana sigue viviendo bajo el chantaje simbólico del gobierno de Fidel Castro y es incapaz de separar el tema cubano de la compleja relación que experimenta este país con Estados Unidos.

Pero usted mismo se ha referido al papel de intelectuales de izquierda como Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, Héctor Aguilar Camín y Roger Bartra, abiertamente críticos del castrismo…

Sí, sigo pensando que luego de la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, una zona importante de la izquierda intelectual mexicana, involucrada en la propia transición a la democracia que se ha vivido en México, tomó distancia del régimen de partido único y caudillo perpetuo que encabeza Fidel Castro. Un régimen que, con razón, esos intelectuales ven como una versión extrema, es decir, totalitaria, del autoritarismo príísta.

El problema es que, en México, como en la mayoría de los países latinoamericanos, el rechazo creciente a la ausencia de libertades públicas y a la represión de opositores pacíficos en la Isla se ve siempre inhibido, para su expresión, por la persistente y eficaz manipulación que el castrismo hace del tema cubano en la política interna de este país. La premisa fundamental de esa manipulación es presentar a los críticos del sistema político de la Isla como cómplices o asalariados de Washington.

Esa fue la principal acusación contra usted en la Feria de Guadalajara de 2002.

Esa ha sido, ya no la principal, sino la única descalificación a que apela el régimen de Fidel Castro contra cualquier opositor, viva donde viva y piense como piense, desde 1959. En la lógica perfectamente binaria que nutre ese régimen, viejo artefacto de la Guerra Fría, un opositor al gobierno castrista es, en realidad, un enemigo de la nación cubana, aliado del "imperialismo yanqui".

En Guadalajara, sin embargo, la campaña de difamación, dirigida no sólo contra Encuentro y Letras Libres, sino contra la nueva política hacia la Isla que intentaba desarrollar Jorge Castañeda, no surtió efecto por el respaldo de la intelectualidad mexicana a nuestras posiciones.